Las armas siguen doblegando a la paz

La invasión rusa en Ucrania empezó hace exactamente un mes y lo más concreto es que continúa sin final a la vista. Pese a los llamados para detener el fuego; a las mediaciones intentadas y a que las partes sostuvieron al menos cinco rondas de conversaciones, la paz sigue siendo doblegada por las armas. Los resultados más tangibles de estos diálogos han sido el establecimiento de unos muy confusos corredores humanitarios para permitir la evacuación de civiles atrapados por los ataques de las fuerzas del autócrata Vladimir Putin. Mientras tanto, crecen las cifras de muertos, heridos y desplazados, y sucumben las principales ciudades ucranianas.

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Las conversaciones para lograr un alto el fuego comenzaron el 28 de febrero, cuatro días después que la guerra. Los representantes de las partes se reunieron presencialmente en Bielorrusia, cerca de la frontera, pero también mantuvieron diálogos por videoconferencia. Además, los respectivos cancilleres Serguéi Lavrov (Rusia) y Dmytri Kuleba (Ucrania) se encontraron en Estambul, con el auspicio del Gobierno turco. El equipo negociador ruso está dirigido por un asesor cercano a Putin que ocupó varios puestos en su gabinete, Vladimir Medinsky, mientras que el ministro de Defensa, Oleksii Reznikov, y el asesor presidencial Mykhailo Podolyak encabezan la delegación de Ucrania. Medinsky nació en la Ucrania soviética, pero, según refirió la agencia Reuters, defiende la idea de la inexistencia de la nacionalidad ucraniana separada de Rusia.

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El Gobierno de Zelenski rechaza la capitulación

Con una periodicidad cotidiana, el presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, insiste en que su país no se rendirá ante Rusia y no cederá su reclamo de soberanía sobre el territorio en disputa. Es que, además de exigir que las tropas de Putin se retiren, las autoridades ucranianas sostienen que aquellas deben devolver todas las zonas ocupadas desde 2014, cuando el Kremlin anexionó la península de Crimea. La demanda territorial incluye a las dos provincias orientales autoproclamadas repúblicas, Donetsk y Lugansk, en la región de Dombás, que Putin reconoció justo antes de iniciar la invasión. El entendimiento acerca de los contornos del mapa es uno de los puntos críticos de las conversaciones. Zelenski anunció que cualquier acuerdo será sometido a un referéndum. Se calcula que en el presente Rusia ocupa alrededor de 170.000 kilómetros cuadrados de Ucrania, algo menos que un tercio de su superficie total.

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La membresía de la OTAN, moneda de cambio

Uno de los argumentos mencionados por Putin para justificar la guerra es que Ucrania pone en riesgo la seguridad rusa con sus planes de ingresar a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), alianza militar liderada por los Estados Unidos. Las administraciones ucranianas intensificaron las tratativas para unirse a la OTAN a partir de la anexión de Crimea, cuando las fricciones discursivas con Rusia pasaron al plano de los enfrentamientos en el terreno. Pero recientemente Zelenski afirmó que estaba haciéndose a la idea de que Ucrania nunca iba a ser parte de la OTAN, una señal de distensión que fue recibida con beneplácito en el Kremlin. Esta admisión tal vez sea la mayor concesión hecha durante la conflagración.

¿Cómo se defenderá Ucrania en el futuro?

Rusia presiona para que el país que invadió se comprometa a ser neutral ante sus intereses militares y los de los terceros Estados con los que rivaliza, en especial, los Estados Unidos. Esto no sólo implica declinar el acceso a la OTAN, sino también someter su política de defensa al monitoreo y la aprobación de Rusia. El Kremlin dijo que consideraba la posibilidad de una Ucrania desmilitarizada, con un esquema similar al de Austria y al de Suecia. La propuesta no termina de cerrar en Kiev. Podolyak, uno de los negociadores de Zelenski, oficializó la posición de su parte con estos términos: “Ucrania está ahora en un estado directo de guerra con Rusia. Como resultado, el modelo sólo puede ser ‘ucraniano’ y prosperar con garantías de seguridad verificadas legalmente”. Podolyak promueve la necesidad de implicar a sus socios internacionales en un eventual acuerdo de seguridad para que, en el supuesto de incumplimiento, intervengan en el conflicto bélico.

El peso de las disputas étnicas y nacionalistas

Otra de las justificaciones dadas por Putin para combatir a Ucrania se funda en su creencia de que existe un “genocidio” contra los sectores prorrusos que residen en el este de aquel país. Según el autócrata, la persecución incluye la prohibición de hablar en ruso, idioma muy arraigado en la zona, y la imposición del ucranio. Esta alegación, que Zelenski tilda de absurda, está vinculada con la guerra interna en desarrollo en el Dombás desde la anexión de Crimea (2014), donde separatistas apoyados por el Kremlin pelean contra el Ejército ucraniano. Ese conflicto, que generó más de 14.000 de víctimas fatales y un sinnúmero de refugiados, se asienta sobre diferencias en cuanto a si Ucrania debe o no acercarse a Europa occidental como quiere la administración de Zelenski, o mantenerse bajo la esfera de influencia de Rusia, como pretenden Putin y sus seguidores.

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Otra acusación de Putin: la “nazificación” de Ucrania

La denuncia de “genocidio” está ligada a otro argumento desplegado por Putin para iniciar el bombardeo: la urgencia de “desnazificar” a Ucrania. Esta idea proviene de la caracterización de la Brigada Azov, que integra la Guardia Nacional de Ucrania, como una “organización nazi dedicada a cometer crímenes de guerra”. El Kremlin atribuye a ese batallón la persecución de los sectores prorrusos. Se trata de una unidad militar que trascendió por sus posicionamientos de extrema derecha, sus manifestaciones antisemitas y su adhesión al supremacismo blanco. Entre los miembros de Azov hay quienes reivindican los métodos y el liderazgo del jefe totalitario nazi, Adolf Hitler. La Brigada nació y creció en el clima de guerra que desató la captura de Crimea por parte del Kremlin, y en el presente es uno de los baluartes de la resistencia ucraniana. Zelenski ha negado repetidas veces que en su país haya una ola de nazismo, como asegura Putin. En las últimas semanas, Kiev subrayó la aniquilación de sitios de la memoria de la Segunda Guerra Mundial, como Babi Yar, y de víctimas de Hitler, como el sobreviviente de cuatro campos de concentración Boris Romanchenko, para desmentir que Rusia busque luchar contra el nazismo.

La economía apremia en Moscú

A los reclamos y exigencias bilaterales hay que añadir los castigos impuestos a Rusia por Occidente en la arena económica. Esas represalias procuran aislar al país invasor y alimentar el descontento interno con sus administradores. Un eventual acuerdo de paz debería incluir reglas que al menos parcialmente desmonten la estructura de sanciones que, por ejemplo, impide a los bancos rusos hacer transacciones en la red global y disparó el éxodo de las compañías multinacionales. Un efecto inmediato de “la desconexión” financiera fue la devaluación del rublo y el congelamiento de las reservas internacionales del Gobierno de Putin. Con la convicción de que este frente resulta clave para disuadir al Kremlin de seguir adelante con su guerra, Ucrania sigue exigiendo el incremento de medidas que limiten la capacidad de Rusia para hacer negocios con el resto del mundo.

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Las referencias de los observadores internacionales

Turquía aparece entre los países que más han intentado acercar las posiciones de Rusia y de Ucrania, y el que expresa mayor optimismo sobre las posibilidades de ese entendimiento. Mevlut Cavusoglu, canciller turco, dijo el domingo pasado a la prensa que había habido progresos en “temas críticos”, aunque sin precisar cuáles eran esos puntos y en qué consistían los avances. “Podemos decir que tenemos la esperanza de un alto el fuego si las partes no dan un paso atrás en las posiciones actuales”, anticipó. En las antípodas de las expectativas turcas, Reino Unido advirtió que Putin podría estar utilizando las conversaciones de paz como cortina de humo para ganar tiempo y reagrupar fuerzas. El primer ministro Boris Johnson manifestó ayer que había hablado con Zelenski para coordinar el envío de más armas e incrementar la presión sobre Putin.

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“Las negociaciones con Ucrania son difíciles. La parte ucraniana cambia constantemente de posición. Es difícil librarse de la impresión de que sus socios estadounidenses les llevan de la mano... De acuerdo con los politólogos, tanto nuestros como occidentales, simplemente no les interesa que este proceso [de negociación] finalice rápidamente”, evaluó Lavrov, ministro de Asuntos Exteriores de Rusia en un comunicado distribuido ayer. Previamente Zelenski había expresado que estaba dispuesto a discutir cara a cara con Putin, pero sus voceros dijeron que aquel sólo se expondrá cuando haya un acuerdo.