Nuevamente el Gobierno nacional arremete contra el campo y dinamita la debilitada confianza de los argentinos. Cuando el mundo demanda alimentos por la cruel invasión de Rusia a Ucrania, las autoridades deciden cerrar exportaciones y elevar las retenciones, medidas que son totalmente contrarias a lo que nuestro país necesita y que sin lugar a dudas impactarán en menor producción y en menor exportación.
Estas políticas muestran claramente que este gobierno no está interesado en apoyar a quienes producen sino por el contrario, en expoliarlos ilimitadamente. Prefiere oprimir la economía con impuestos y regulaciones que generan menores incentivos a la producción y al empleo. Su política se basa en alimentar un estado gigantesco basado en el gasto político vía reparto de cargos, planes y subsidios.
Afectar las exportaciones es afectar a las provincias productoras. Las retenciones son impuestos de aduana que constituyen un impuesto centralista que queda en las arcas de la nación y será repartido de manera discrecional en función de la conveniencia política.
Los gobernadores, legisladores, diputados y senadores que representan a las economías regionales deberían ser los primeros en oponerse a la existencia de las retenciones, en defensa del federalismo. Olvidan que la única forma de crear riqueza es mediante la producción de bienes y servicios. Las economías regionales serán más prósperas cuando se incentiven las exportaciones, cuando se las libere de regulaciones e impuestos que impiden producir y exportar, cuando el Estado sea un facilitador de la producción y no un opresor económico.
Argentina tiene un potencial inmenso al contar con un gran sector exportador, sectores que deberían ser esperanza de progreso. Ir en contra del comercio internacional es ir en contra del desarrollo de nuestro país, de la calidad de vida de los argentinos.