El 2 de marzo, el Kremlin dio por primera vez un informe sobre las bajas acaecidas en “la operación especial” en Ucrania: dijo que Rusia había perdido 498 soldados y que otros 1.597 habían sido heridos, y que su Ejército había aniquilado a 2.870 y lastimado a más de 3.700 de la fuerza enemiga, así como tomado 572 prisioneros. “Las noticias propagadas por Occidente y sus medios de comunicación acerca de un número descontrolado de decesos rusos sólo pretenden desinformar. La superioridad y el heroísmo de nuestro Ejército son incuestionables”, manifestó Igor Konashenkov, vocero del Ministerio de Defensa del autócrata Vladimir Putin, en un video grabado. Un día antes, Oleksii Reznikov, ministro de Defensa ucraniano, había reportado que, tras la primera semana de enfrentamientos, la resistencia había destruido a más de 5.760 “ocupantes rusos” y había convocado a rechazar el discurso triunfal de Rusia. “Nuestros números son sólo una estimación, pero ilustran bien la situación del invasor. El enemigo está desmoralizado y agoniza: dispara contra civiles porque nuestras armas son demasiado fuertes para él. Ucrania ganará”, tuiteó Reznikov.

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Los últimos números oficiales abonan el desconcierto. Mientras el Gobierno de Volodimir Zelenski asegura que cayeron 12.000 rusos y 1.300 militares ucranianos, los funcionarios de Putin optaron por dar cantidades parciales en función de los bombardeos diarios. La guerra hoy cumple 20 días y cada vez resulta más arduo dimensionarla en los términos esenciales de las pérdidas de vidas, tanto de combatientes como de civiles alcanzados por los bombardeos.

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No sólo las partes en conflicto emiten información contradictoria al respecto, y dedican gran parte de sus esfuerzos a publicitar “su versión” de la realidad y de la historia, sino que tampoco ha podido establecerse un registro independiente confiable que dé cuenta acerca de la situación. Las muertes aparecen desperdigadas en los partes relativos a misiones específicas, en las redes sociales y en la prensa, pero las cantidades acumuladas escasean y hasta lucen inaccesibles, como suele ocurrir con los secretos de Estado.

Cementerios de cemento

Si es difícil saber cuántos militares perecen en un enfrentamiento, mucho más difícil resulta conocer el dato de pobladores víctimas de las agresiones. La Oficina de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, admitió la imposibilidad de llevar un escrutinio preciso de fallecimientos de civiles ucranianos similar al que, por ejemplo, hay respecto de la pandemia de coronavirus. Hacia el 11 de marzo, la agencia contaba 549 muertes de civiles ciudadanos y 957 heridos desde el 24 de febrero, cuando comenzó la invasión rusa. Al día siguiente, la organización actualizó las cifras: 596 muertos, incluidos 43 niños, y 1.067 heridos.

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“Seguimos profundamente preocupados por el aumento del número de muertos y del sufrimiento humano en Ucrania, y pedimos el fin inmediato de los ataques. Tenemos algunos datos verificados, pero la realidad podría ser mucho más grave. Los civiles están siendo asesinados y mutilados en lo que parecen ser ataques indiscriminados de las fuerzas rusas con misiles, proyectiles de artillería pesada y cohetes, así como bombardeos aéreos”, expresó el organismo de Bachelet mediante un comunicado. Este pronunciamiento detalla los esfuerzos realizados para esclarecer los resultados de la actuación militar, e indica que esa tarea deviene impracticable en el corto plazo por la decisión de atacar zonas vastas del territorio ucraniano que abarcan pueblos y ciudades. Según el pronunciamiento, el Ejército al mando de Putin estaba violando los tratados internacionales que intentan limitar la acción mortífera de la guerra. Además, la Alta Comisionada llamó la atención acerca de la cantidad creciente de arrestos de manifestantes antibelicistas y disidentes del Gobierno ruso.

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En paralelo a las averiguaciones que llevan adelante las instituciones humanitarias, los internautas postean fotos y videos reveladoras de la magnitud del daño: fosas comunes y cadáveres abandonados en la vía pública se mezclan con escenas de la huida dramática hacia la frontera de los refugiados, que llegarían a los 2,8 millones de ucranianos, según los últimos reportes de las Naciones Unidas. Hay personas desaparecidas que podrían estar muertas, capturadas, incomunicadas de sus familiares o escondidas. En un informe difundido el 10 de marzo, The Washington Post alertó que “los cuerpos se apilaban” en Mariúpol, una de las ciudades más bombardeadas, y que las autoridades locales estimaban que sólo allí había 1.300 civiles asesinados.

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Muchos pobladores quedan atrapados por los escombros, y sus restos recién podrán ser rescatados cuando empiecen las tareas de limpieza y reconstrucción. Los bloques de cemento albergarían cementerios en su interior. A esto se suma que el sistema sanitario ucraniano está desarticulado y que una cantidad relevante de hospitales sufrió bombardeos. El caos y la violencia se combina, en algunas áreas, con cortes de electricidad y de agua, y desabastecimiento de comida y de medicamentos.

Palabras vs. palabras

Rusia lanzó la invasión con el despliegue de alrededor de 100.000 efectivos, el 50% del total del Ejército ucraniano. En el ínterin, el Kremlin ordenó refuerzos, y se habrían sumado a la lucha batallones de las regiones separatistas ucranianas y de repúblicas que permanecen bajo el ala de Putin, como Chechenia. Por su parte Ucrania recibió aportes inéditos de armas de parte de los Estados Unidos y de sus aliados, así como la ayuda de brigadas extranjeras que se alistaron voluntariamente para pelear contra Rusia. El Gobierno de Zelenski afirmó la semana pasada que 20.000 soldados de 52 países se estaban uniendo a sus filas. En esos días, el ministro Reznikov añadió que más de 66.000 compatriotas que estaban en el exterior habían regresado al país para unirse a la resistencia. Pero ninguna de estas versiones pudo ser verificada.

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Este domingo, Rusia aseguró que había matado a 180 “mercenarios” que se entrenaban para entrar en combate en bases militares de Ucrania. La administración de Zelenski por su parte denunció que Putin estaba reclutando fuerzas en Siria, Libia y Serbia para mitigar el hecho que el número de combatientes caídos no cesaba de crecer, y ya estaba superaba los “12.000”. En los Estados Unidos manejan otros guarismos con base en la información obtenida por las fuentes de inteligencia, y sostienen que habrían perecido entre 2.000 y 6.000 rusos. El precio del conflicto sube y sube en medio de una campaña propagandística feroz que asfixia a la verdad. “Ucrania está respondiendo exitosamente a la invasión”, anunció ayer el canciller Dmytro Kuleba. Casi al mismo tiempo, Konashenkov, el vocero de la Defensa de Rusia, expresaba lo contrario. Palabras contra palabras forman la capa superficial de una guerra que en definitiva se medirá y quedará en la historia por la cantidad de seres humanos que perecieron en ella.