Cada año cuando llega el verano desde hace décadas se sabe que las lluvias harán daños porque se perdió otra oportunidad de prevenir desastres. Las inundaciones se han convertido en parte del paisaje. Esto no ha conseguido, sin embargo, persuadir a los gobernantes sobre la conveniencia de actuar para mitigar los perjuicios. Las tormentas llegan, hacen sus destrozos y se van ante la indiferencia de quienes tienen la responsabilidad de buscar soluciones. Los tucumanos lucen resignados a dejar que el agua circule descontroladamente, sin importar los efectos negativos que ello acarrea. Muchos han perdido todo lo que tenían por algo tan básico como la falta de mantenimiento de canales, ríos y desagües pluviales.
Es muy difícil entender por qué los líderes de la provincia se resisten a buscar soluciones de fondo cuando la necesidad y conveniencia de hacerlo no puede ser más ostensible. Se escuchan excusas, se oyen reclamos cruzados y se ve que quienes debieran estar en la primera línea de trabajo a veces prefieren quedarse en silencio, como espectadores mudos. El nivel de naturalización existente respecto de las inundaciones luce impropio de una provincia dotada de amplios recursos académicos e intelectuales para remediarlas. El conocimiento está disponible, pero triunfan la dejadez y las promesas que se olvidan al segundo siguiente de pronunciarlas.
La ausencia de decisiones fundadas en bases científicas compromete el futuro ambiental de Tucumán. Toda la evidencia pronostica un agravamiento de las condiciones climáticas. Este cambio debería ser un tema prioritario de las agendas públicas, pero, salvo excepciones, los gobiernos continúan “pateándolo hacia adelante” con la idea de que, cuando la situación estalle, será problema de otros. Ese “mal de muchos” es un “mal de todos” porque las políticas de preservación de la naturaleza están en las antípodas del cortoplacismo y afectan a la población indiscriminadamente. Producido el desmadre, sólo resta paliar la emergencia.
El mes pasado, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) emitió un informe técnico en el que denunció que “los líderes del mundo” habían fracasado en la batalla contra el cambio climático. Los científicos de la ONU advirtieron sobre los efectos del cambio climático en las personas y el planeta: afirmaron que el colapso de los ecosistemas; la extinción de las especies; las mortales olas de calor y las inundaciones son algunos de los “múltiples riesgos climáticos inevitables” a los que se enfrentará el mundo en los próximos 20 años debido al calentamiento global.
“Este informe es un diagnóstico grave sobre las consecuencias de no haber tomado medidas”, dijo Hoesung Lee, presidente del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés). “Nuestras acciones de hoy determinarán la forma en que las personas se podrán adaptar y cómo la naturaleza responderá ante los crecientes riesgos climáticos”, aseguró. Y añadió: “las medias tintas ya no son una opción”.
El tiempo para enfrentar este desafío se está agotando, según la ONU. La dirigencia tucumana debe tomar nota de la urgencia si de verdad está interesada en contribuir al bien común y crear condiciones adecuadas para el desarrollo humano. Las inundaciones sistemáticas y cada vez más nocivas ponen en tela de juicio la calidad del liderazgo de las autoridades locales, y su vocación por estar a la altura de los retos de la época. Como sostiene el panel del IPCC, las medias tintas ya no son una opción para quienes auténticamente se propongan atacar el problema complejo, acuciante y vital del manejo del agua.