“Estamos llegando Siret (ciudad rumana, que limita con Ucrania) y esto es una locura d gente”. “En la frontera con Hungría encontramos un atasco muy grande, donde se puede ver lo mejor y lo peor de las personas”. “Llegamos a Satu Mare (en Rumania). Nos costó encontrarnos con la realidad, muchos no querían ni explicarlo”.

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Estos apuntes son parte del relato que fue haciendo la religiosa Lucía Caram mientras viajaba a buscar a un primer grupo de seis personas que huían de los bombardeos rusos en Ucrania. Entre Siret y Satu Mare hay seis horas, en auto, por ruta.

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La monja dominica, nacida en Tucumán, vive y trabaja en Barcelona, en la Fundación del Convento de Santa Clara, difundió fotos y un video con algunos relatos de la situación.

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La religiosa viajó 3.300 kilómetros para llevar a España a un grupo de ucranianos afectados por la guerra desde un campo de refugiados de Satu Mare. Ellos son Olena Rozhova, de 37 años, junto a su hijo Nikita (12); Irina Antonenko (39), junto a sus dos hijos Illia (13) y Alexandra (14) y otra mujer sola, Alessa (39 años).

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No son los primeros refugiados ucranianos que recibe. Ya hace cuatro años, cuando se anticipaba el conflicto, llegaron varios, en busca de paz y una nueva vida. “En el convento ya están Vladimir Lana, su hija Verónica con su hijo Nikita, de 11 años y anoche llegaron de Kiev, Olga, su marido Constantino y su hijo Iván.

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“Ya me encontré con las personas que tengo que llevar. El despliegue de personas solas y de familias con niños que están saliendo (de Ucrania) es impresionante y sumamente doloroso”, contó, sobre su experiencia, vivida durante el fin de semana, lego de que se subió a una camioneta y recorrió la distancia entre Manresa, en la comunidad autónoma de Barcelona, hasta Satu Mare, pasando por fronteras en Hungría y en Rumania.

Después de haber descansado un poco y luego de superar el impacto de la salida de la zona de guerra, el grupo fue de Satu Mare a un campamento en otra frontera, donde volvieron a tomar dimensión del drama y de la solidaridad que reciben los refugiados. Mucha gente llega durante el día, en auto, relató la religiosa, pero otros simplemente se acercan caminando, durante la noche.

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“Un ucraniano que vivió un tiempo en Madrid nos fue mostrando las entrañas del sistema de acogida. Hay un campo muy grande, en Siret, a unas cinco horas de aquí, y otro más cercano, a unas dos horas, por una carretera bastante complicada, bordeando toda la entrada a la frontera con Ucrania”, explicó.

Al llegar al campo, al acceso en esta frontera, pudieron ver de primera mano la magnitud de lo que está pasando: “Durante todo nuestro trayecto de unos 100 kilómetros, no hacían más que bajar coches que venían de Ucrania. Coches de todo tipo, en un ingreso incesante. Al llegar a la frontera, una gran cantidad de entidades, en unas tiendas enormes, para ofrecer ayuda a los refugiados”.

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En una sola tarde entraron una 2.000 personas a pie, y se esperaba que hoy fuera aún mayor la afluencia de refugiados. La mayoría sabe a dónde quieren ir -afirmó Caram- y algunos se quieren quedar (en el campo de refugiados) por unos días porque creen que la guerra no va a durar mucho más y esperan poder volver pronto”. Otros, como una pareja de personas mayores (son “gente muy prestigiosa y reconocida en su país”, dijo la religiosa), llegaron con una valija por toda posesión.

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“No podemos mirar para otro lado porque la paz depende absolutamente de todos, porque todos estamos amenazados y porque los ucranianos son nuestros hermanos”, dijo en una entrevista con un diario porteño mientras regresaba -otros 3300 kilómetros- a España, ya con la compañía de quienes habían salido de la zona de guerra. “Aquí hemos visto lo mejor y lo peor de la persona humana, todos estamos con la locura del delirante de (Vladimir) Putin y los que lo acompañan, hemos visto mucha solidaridad en los campos de refugiados, pero me ha dolido muchísimo constatar que también hay mafias que cobran coimas en la frontera y que lucran con la desesperación de esta gente aterrada por los bombardeos, que lo ha dejado todo”, denunció.

Sobre “lo peor” que se ve en estas situaciones de peligro extremo, relató que la policía fronteriza de Ucrania y la de Hungría aprovechan la desesperación de la gente que sale a pie. Cobran 50 100, 200 o hasta 300 euros para dejarlos pasar. “A los los hombres de entre 19 y 60 años, que no pueden salir porque deben quedarse para luchar, entre 8.000 y 10.000 euros”, acusó.

“Sor Lucía” destacó que tiene pendiente buscar a los padres de ucranianos que ya están en Manresa y que está fletar un avión y poder recibir unas 60 personas en las próximas semanas.

En multitud: el peor éxodo en Europa desde 1945

Los ucranianos que han tenido que dejar su país a consecuencia de la guerra ascienden ya a 1,73 millones, de los que más de un millón se encuentran en la vecina Polonia, informó la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur). Hungría recibió 180.000 refugiados ucranianos, Eslovaquia 128.000, Rumania 79.000 y Moldavia 82.000, a los que hay que sumar unos 53.000 que han huido a Rusia, según las estadísticas que actualiza a diario la agencia de la ONU. El flujo de refugiados es además el peor que vive Europa desde la Segunda Guerra Mundial, conflicto que generó la huida de sus países de entre 11 y 20 millones de personas.

Acnur sigue estimando que el conflicto podría causar un éxodo de hasta cuatro millones de ucranianos, el equivalente a casi la décima parte de la población de ese país.

Preparativos: anticipan que habrá 5 millones de exiliados

El jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, dijo que la Unión Europea (UE) debe prepararse para recibir a unos cinco millones de refugiados ucranianos si la guerra continúa como hasta ahora. “Si los bombardeos continúan, si siguen bombardeando las ciudades de forma indiscriminada, podemos esperar cinco millones (...) de exiliados que tratan de huir de la guerra”, señaló en Montpellier (sur de Francia) al comienzo de una reunión de ministros de Desarrollo de la UE. Recordó que hasta ahora han llegado a los países limítrofes de Ucrania 1,7 millones de personas, y que esta guerra es también para la Unión una cuestión de desarrollo como lo fue la crisis de Afganistán, pero con una dimensión mayor. Eso significa que habrá que poner más dinero y más medios de asistencia para esos países del este de la UE que son los primeros en recibir el flujo de las personas que huyen.