Gustavo Wallberg

Licenciado en Economía

En lo esencial, el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional tiene poco de novedoso. Es un ajuste para lograr cuentas públicas más consistentes, calmar el dólar y reducir la inflación. Que eso ayude depende de qué más se haga. Los préstamos del Fondo son para corregir algunos desatinos mientras el país hace algo para solucionar sus problemas. No son un remedio por sí mismos.

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Para analizar los efectos puede verse la suba de las tasas de interés. Así como favorece al ahorrista también encarece el crédito. Puesto así parece recesiva, pero como su fin principal es que haya menos demanda por dólares al hacer más atractivos los depósitos, puede llevar a una moneda más estable y reservas del Banco Central menos expuestas, elementos importantes para la inversión.

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Claro que además debe haber otras medidas que apuntalen al peso. Entre ellas está la suba de tarifas de la energía, un punto políticamente esencial para el cumplimiento del acuerdo. Si con ellas se consigue una reducción sustancial del déficit también se ayudará al compromiso de menor emisión de dinero para financiar al Gobierno y así a una tasa de inflación más baja.

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Tal suba afectaría sobre todo al área metropolitana de Buenos Aires, y merece algunas aclaraciones. Como las tarifas actuales no cubren ni de cerca los costos de producir y distribuir energía entonces el Gobierno debe subsidiar a las empresas. Como no hay superávit fiscal se acude a la deuda o a la emisión. Así, la inflación que sufre todo el país se debe en parte a la tarifa barata del Gran Buenos Aires y la Capital Federal. Para bonaerenses y porteños la elección debe ser electricidad regalada y alimentos cada vez más caros o electricidad cara con precios estables para los alimentos. Dado que el consumo de energía es manejable pero el de comida no, más tarifas con menos inflación parece más conveniente, así como más justo para el resto del país. Claro que lo anterior parece tener costos presentes y beneficios futuros. Así es. No hay nada instantáneo en economía. Pero no cabe aquí la trillada frase “que los números cierren pero con la gente adentro”. Parece lógica pero es una excusa para no hacer ajustes. Porque si los números no cierran la gente queda afuera, inevitablemente. Las principales crisis del país se debieron a cuentas públicas desequilibradas. Es que cuando la economía está descentrada siempre hay un ajuste. El punto es quién y cómo se ajusta. O por una crisis espontánea o de forma discutida y organizada. Lo que no deja aparte a los políticos. Al menos como ejemplo los gobernantes deben hacer su parte en reducción de gastos.

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Por último, si el Gobierno pretendiera cumplir el acuerdo (algo debatible) tal vez haya un efecto positivo, la aparición de un plan económico. Que no es sólo una idea de políticas económicas preferidas (por ejemplo, más intervencionistas o más promercado) sino una línea clara de medidas concretas con evaluación de beneficios y costos y consistencia macroeconómica. Eso daría más certidumbre a los agentes económicos y ya sería un paso adelante. Porque, de nuevo, el acuerdo con el FMI es una condición necesaria, no suficiente, para que el país mejore.

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