El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha gastado un enorme capital diplomático en contrarrestar el ataque ruso a Ucrania. Su gobierno ha transmitido implacablemente advertencias sobre una posible invasión inminente por parte de Moscú, lo cual finalmente se materializó. Pero el mandatario también ha dejado en claro que las botas de su país no pisarán suelo ucraniano, por ahora. ¿Por qué?

En primer lugar, hay que recordar que Ucrania no está en el vecindario estadounidense ni se encuentra en su frontera. Tampoco alberga una base militar de los norteamericanos. No tiene reservas estratégicas de petróleo. Y no es un socio comercial importante, destaca la BBC.com, en un detallado informe en el que se citan especialistas en relaciones internacionales.

En segundo lugar, esta postura tiene algo que ver con los instintos no intervencionistas de Biden. Desde 2003, durante sus discursos y votos como parlamentario, se ha manifestado siempre cauteloso a la hora de usar el poder militar.

En terceras instancias, los estadounidenses tampoco quieren una guerra. Una encuesta reciente de la agencia AP y del Centro NORC para la investigación de Asuntos Públicos de la Universidad de Chicago concluyó que 72 % de los consultados dijo que su nación debería desempeñar un papel menor en el conflicto, o ninguno en absoluto.

Finalmente, la cuarta razón importante que mantiene a Biden a raya es el peligro de una confrontación de superpotencias. Buena parte de esta postura se explica en el hecho de que Putin cuenta con una gran reserva de ojivas nucleares. Ante este escenario, el presidente norteamericano no quiere provocar una guerra mundial y nuclear.

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