Las Yungas, con sus largas lenguas verdes y sus brazos de ramas, pueden borrar todo rastro de nuestro pasado. Tejer, digerir, derrumbar, desaparecer. Podría haber pasado eso con las ruinas de la Primera Confitería, que estaban envueltas en nuestra selva de montaña, custodiadas por árboles gigantes como laureles y horco molles, algunos con más de 300 años de vida. Ejemplares que se alzaban allí antes de la colocación del primer ladrillo en esa zona pedemontana. Pero a veces los buenos recuerdos impulsan las acciones, y puede ser el caso de la obra de recuperación de ese edificio con valor patrimonial, que ya es visible y que va despertando del sueño verde y devorador.

En el predio se escuchan los escombros cuando son arrojados a un sector que, visiblemente, quieren nivelar. Allí, donde antes estaba la pileta, se hará un estacionamiento amplio. Es necesario descongestionar la ruta 338 y despejarla para que la circulación intensa prevista no entorpezca el paso. Esperan que cuando la obra esté lista, en octubre de este año -o antes- el chalet renovado sea visitado por mucha gente, entre bikers, corredores, turistas que recorren el circuito de Las Yungas y además por cualquier tucumano que busque aire fresco. Y no es lejos, está a unos pocos minutos del centro de Yerba Buena. Un tirón corto desde la rotonda ubicada al pie del cerro.

Definen qué harán con El Rulo

Los trabajadores, dotados de cascos amarillos, hacen volar los ladrillos anaranjados. Hay martillazos, carretillas y el sol acompaña cada movimiento. Se ilumina la estructura de arcos que, en parte, debieron reconstruir. El techo a dos aguas -el trabajo más complejo según la empresa constructora- va tomando forma con las vigas de madera que luego soportarán las tejas típicas del estilo californiano. Esa estética debe respetarse, por disposición de la Comisión de Patrimonio de la Provincia.

Detalles

En ese casco central se hará una confitería. Ya se van erigiendo los accesos y los baños para las personas con discapacidad, la cocina y el salón bien amplios, y la terraza que mirará a las rosetas (una especie de bancos en formas de flor con mesas en el centro). En el primer piso construyen otros baños, con instalaciones sanitarias nuevas. A la par del chalet también recuperan un pequeño salón de fiestas, con sus respectivos baños y cocina.

Más abajo, en una estructura que ya está en pie, se instalará un drugstore, frente a las rosetas. Será un lugar ideal para quienes suben el cerro: frenar, refrescarse y seguir. Esa será la consigna. En otro sector habrá una cervecería (ya hay una empresa interesada) y otro bar. Uno de ellos se construirá en una terraza natural. Es un espacio privilegiado: con sombra de árboles añosos y contiguo al río, que discurre a la par de una ladera repleta de lianas y plantas, como orejas de elefante y helechos.

RECONSTRUCCIÓN. El abandono de la zona llevaba cerca de tres décadas.

“Se trabajó mucho en lo más duro, que es la parte estructural, el apuntalamiento, porque después de tantos años de abandono -se calcula unas tres décadas- las estructuras estaban débiles y quedaba poco de lo original. Había que asegurar bien la nueva construcción. Y la vegetación fue un tema: había muchos árboles dentro del edificio. Además, el río comió el terreno, por lo que fue estudiado y devuelto a su cauce. Se trabajó intensamente en la limpieza. Trabajamos de la mano con Turismo, con Cultura y con Flora y Fauna de la Provincia”, cuenta Carolina Vanni, representante del grupo inversor Hotel Bicentenario S.A.

También se hizo una tarea invisible -señala Vanni- que consistió en los estudios preliminares: sobre el arbolado, a cargo de Julieta Carilla y Sergio Javier Ceballos, del Conicet; y estructurales, de la arquitecta Ana Lía Chiarello, junto con los arquitectos Daniel Mas y Matías Vanni. Se sumaron la limpieza inicial, la nivelación del suelo, el reemplazo de las cañerías que eran de plomo, la instalación de nuevos pozos y cámaras sépticas, y un gran trabajo de ingeniería para no tener problemas con el agua. Sobre este último punto, Vanni agrega que hicieron un estudio para saber de dónde podían recoger agua, para no afectar a los vecinos de El Corte, que padecen a diario la falta de este suministro. “Encontramos una vertiente natural y trabajamos con cisternas para la recolección y abastecer el emprendimiento”, resalta.

Circuito de Las Yungas

Ya lleva décadas el sueño de recuperar el bar que fue emblemático hasta fines de los 80. Pero recién en marzo de 2021, a partir de un decreto firmado por el entonces gobernador Juan Manzur, el inmueble que data de 1938 pasó a estar bajo administración y custodia del Ente Tucumán Turismo. El organismo debió coordinar con la Comisión de Patrimonio las directrices para la preservación de su valor simbólico; y con la Dirección de Flora, Fauna Silvestre y Suelo el resguardo del área natural protegida circundante al chalet.

“Pedí hace unos años que nos traspasen el bien. Lo hicieron y salimos a buscar quién quería hacer algo turístico allí. Se interesaron de la empresa Hotel Bicentenario. Hasta nos dijeron que era un sueño familiar, por los recuerdos que tenían. Hicieron el análisis de lo que se necesitaba de inversión -unos $60 millones- y como es un inmueble dentro del Patrimonio Histórico, tenía que cuidarse. Eso -a su vez- es una complicación para los inversores, porque hay que reconstruir y no voltear. Igual decidieron invertir, les dimos una concesión para que ellos lo hagan y ya van en un 30% de la obra”, detalla Sebastián Giobellina, presidente del Ente de Turismo.

ROSETONES. Se recuperarán esos clásicos asientos semicirculares.

Con el proyecto desarrollado en sus manos, Giobellina cuenta que vio con buenos ojos la propuesta (“respeta la arquitectura y su uso original; era exactamente cómo la queríamos recuperar”), por lo que ayudó a gestionar servicios de luz, agua y gas.

Otra parte conforme con la reconstrucción es Patrimonio. Mercedes Aguirre, directora del área en el Ente Cultural, se sincera y dice que está contenta, porque con este caso se demuestra que los proyectos no tienen que ser fríos, que se puede respetar y preservar, y que es posible trabajar con materiales de buena calidad. Su rol no termina con ese visto bueno: aclara que se hace un seguimiento mensual del avance de la obra para que la empresa cumpla con los estándares establecidos, sobre todo el de mantener el estilo californiano, considerado un tipo emblemático de la cultura arquitectónica de la primera mitad del siglo XX.

Por otra parte, Giobellina añade que pidieron a quienes ya generan turismo en la zona que den prestaciones allí, como cabalgatas y trekking, entre otras. “Cerca de la Primera Confitería, a menos de un kilómetro, está el parque de altura Raki. Es alucinante. Antes se puede disfrutar de Horco Molle, para ver los animales o el jardín botánico; ahora están haciendo un mariposario, entre otros proyectos. Más arriba se puede hacer parapente en Loma Bola y visitar el complejo del Cristo Bendicente, en el que estamos construyendo un restaurante que tenemos pensado abrir dentro de ocho a 10 meses. Después está El Cadillal para hacer deportes acuáticos, andar en bici, tirarse en la tirolesa más larga de la Argentina. Toda esa coyuntura hace a la primera confitería, que forma parte del circuito de Las Yungas”, describe.

EL PROYECTO TERMINADO. Así lucirá la Primera Confitería. El plazo fijado es octubre, pero podría adelantarse.

Los gigantes del bosque

Cuando se habla de Las Yungas, Ana Levy, encargada del Jardín Botánico de la Fundación Miguel Lillo, explica que hay que pensar en la selva de montaña, caracterizada por la presencia de los gigantes del bosque que son el laurel y el horco molle, además de la tipa.

“El laurel se destaca porque está cargado de plantas epífitas que viven arriba de esas grandes ramas, como chaguares, bromelias con flores rosas y amarillas y una gran diversidad de helechos y musgos que forman jardines verticales. Siempre, siempre, la selva está verde a pesar de que en un momento va perdiendo en forma paulatina las hojas. Si bien es una zona antropizada por la mismas construcciones y las rutas, muy cerca en las laderas se ve esta belleza exuberante de Las Yungas”, describe la especialista. No se olvida del chalchal y del piper, dos tipos de árboles más pequeños.

Esta vegetación que menciona Levy es el soporte de la vida animal, en la que se destacan una gran variedad de aves, insectos, caracoles, mamíferos voladores (“algunos murciélagos se alimentan del fruto del piper”), osos meleros y corzuelas, que se acercan a la zona habitada cuando la actividad turística es menor.

En el informe del Conicet, que se realizó a pedido de la empresa constructora, se detalla un relevamiento de los árboles que rodean la Primera Confitería (contabilizaron 30 individuos pertenecientes a 11 especies arbóreas, de las cuales nueve son nativas de las Yungas), con el objetivo de evaluar el estado de salud y estimar un índice de riesgo de cada individuo, para proponer medidas de mantenimiento y enriquecimiento forestal.