Múltiples innovaciones y lecturas

James Joyce nació en Dublín, Irlanda, en 1882. Después de superar muchos obstáculos para su edición, el Ulises se publicó en París, el 2 de febrero de 1922 (el día en que Joyce cumplía 40 años), por Sylvia Beach en Shakespeare & Co. Algunos anticipos habían aparecido en la revista inglesa The Egoist y en la norteamericana The Little Review.

La novela narra la odisea de un día de dos hombres comunes, un 16 de junio de 1904. Ese día, denominado “Bloomsday”, se celebra cada año en Irlanda. Un día entero sin pausa -24 horas- es también el tiempo promedio que lleva leer la novela. Con más de 260.000 palabras, suele tener ediciones que van de las 800 a más de 1.000 páginas.  

La obra consagró a su autor y es considerada por la crítica como una de las más grandes novelas contemporáneas. Para muchos, la mayor del siglo XX. Sin duda, una de las más influyentes y estudiadas de la literatura. Son múltiples las innovaciones -entre ellas, la forma en que trabaja el monólogo interior- y las virtudes del texto. Como también las lecturas posibles. El gran desafío que superó Joyce con su novela quizás sea haber narrado un breve tramo de la vida cotidiana con la potencia de las mejores historias.

Tuvo cinco traducciones a nuestro idioma. La primera, argentina, de J. Salas Subirat, en 1945. Luego dos españolas. Y las más recientes, de Marcelo Zavaloy (El cuenco de Plata) y la de Rolando Costa Picazo (editada por Edhasa), nuevamente argentinas.

Joyce murió en Zurich, Suiza, en 1941.

El Ulises, novela ilegible *

Por Carlos Gamerro

Este libro surge del curso de lectura del Ulises de Joyce que dicté en el Malba durante 2005, y si bien he reescrito y retocado a discreción, decidí mantener el tono coloquial y conversado del original. El propósito de aquel curso, que se mantiene en este libro, era el de ayudar al lector común a acercarse al Ulises, una novela tantas veces acusada de ilegible, inextricable o laberíntica. En general, con el Ulises de Joyce, la pregunta que siempre se plantea no es “¿lo leíste?”, sino “¿lo leíste todo?”. Borges, en un texto de 1925, “El Ulises de Joyce”, da una respuesta que es casi una provocación: contesta que aunque no lo ha leído entero, aun así sabe lo que es, de la misma manera en que puede decir que conoce una ciudad sin haber recorrido cada una de sus calles. La respuesta de Borges, más que una boutade, es la perspicaz exposición de un método: el Ulises efectivamente debe leerse como se camina una ciudad, inventando recorridos, volviendo a veces sobre las mismas calles, ignorando otras por completo. Años después, en sus conversaciones con Osvaldo Ferrari, Borges se había vuelto más escéptico aún: “Se entiende que el Ulises es una especie de microcosmos, ¿no?, y abarca el mundo... aunque desde luego es bastante extenso, no creo que nadie lo haya leído. Mucha gente lo ha analizado. Ahora, en cuanto a leer el libro desde el principio hasta el fin, no sé si alguien lo ha hecho”. El objetivo de este libro es que sus lectores puedan probar que, por una vez, Borges se equivocó, y lean completo el Ulises de Joyce, perdiéndose en su laberinto, pero encontrando al final la salida.

Se han dicho muchas cosas sobre lo difícil que es el Ulises, y lamentablemente son todas ciertas. Es una novela compleja en su escritura y también en su intrincado sistema de alusiones y referencias, las históricas por ejemplo: Joyce parece dar por sentado que conocemos muy bien la historia de Irlanda, y hay muchas aparentes oscuridades que para cualquier lector irlandés resultarían clarísimas. Pero, por otra parte, lo mismo le sucedería a cualquier extranjero que leyera un cuento como “Esa mujer”, de Rodolfo Walsh: quien no sepa que “esa mujer” es Eva Perón no entiende nada, y no porque Walsh haya querido ser críptico u oscuro, simplemente porque su relato esta pensado para un lector argentino. Joyce en realidad no está pensando en un lector irlandés, sino en un lector universal, pero que para leer su novela va a tener que hacerse irlandés. Si bien es frecuente leerla en el contexto de la literatura universal, o de la inglesa, creo que un interés adicional que puede tener para los lectores latinoamericanos deriva del hecho de que es una novela escrita desde un país colonial y tercermundista. El nuestro, entonces, será un Ulises irlandés.

* Fragmento de Ulises. Claves de lectura.

Una guía para leerlo

La novela dejó muchos desahuciados en el camino, incluyendo a Borges

Ulises, Claves de lectura es un texto de 416 páginas cuya función es brindarle al tenaz lector de la obra maestra de James Joyce -su laberíntico Ulises- una forma de acompañamiento a lo largo de la lectura de esta extensa novela que ha dejado a varios desahuciados por el camino.

El autor nos pone al tanto de que ni siquiera Borges ha podido completar la lectura del Ulises, pero que igualmente consideró conocerla argumentando que, de la misma manera, no se necesita recorrer cada recoveco de una ciudad para afirmar que se la conoce. En contraposición, Gamerro, nos invita a leerlo en su totalidad y nos ofrece su generosa ayuda.

Uno de los aportes de este libro es que incluye la perspectiva del lector argentino: “Si bien es frecuente leerla en el contexto de la literatura universal, o de la inglesa, creo que un interés adicional que puede tener para los lectores latinoamericanos deriva del hecho de que es una novela escrita desde un país colonial y tercermundista”.

Compuesto por 18 capítulos, cada uno está referido al capítulo homónimo de la novela de Joyce y a un episodio correspondiente de la Odisea. Pero Gamerro no solamente recorre en detalle este paralelo, sino que también identifica referencias intertextuales y citas de otros autores, tales como William Blake, W.B. Yeats, Oscar Wilde, Shakespeare, Boccaccio, Dante o las obras anteriores del mismo Joyce, Dublineses y El retrato de un artista adolescente.

Las referencias a la religión, a la  historia de Irlanda, a la educación en colegios jesuitas, a los colores, a las tendencias filosóficas imperantes en el  momento en que está situada la novela -el 16 de junio de 1904- son algunas de las claves.

En cuanto al monólogo interior, el gran aporte de Joyce a la literatura universal, el último capítulo de Ulises, se lo brinda al personaje Molly, quien se explaya ininterrumpidamente a lo largo de 60 páginas. Escandaloso para su época, el autor  comenta: “Joyce descubrió una mujer que pensaba así, hablaba así y también escribía así: las cartas de Nora eran no sólo sexualmente explícitas sino sintácticamente anárquicas, y en lo que otros hubieran visto mera falta de educación, Joyce descubrió un estilo”.

PAULA VARSAVSKY

© LA GACETA

Telémaco*

James Joyce

MAJESTUOSO, el orondo Buck Mulligan llegó por el hueco de la escalera, portando un cuenco lleno de espuma sobre el que un espejo y una navaja de afeitar se cruzaban. Un batín amarillo, desatado, se ondulaba delicadamente a su espalda en el aire apacible de la mañana. Elevó el cuenco y entonó:

-Introibo ad altare Dei.

Se detuvo, escudriñó la escalera oscura, sinuosa y llamó rudamente:

-¡Sube, Kinch! ¡Sube, desgraciado jesuita!

Solemnemente dio unos pasos al frente y se montó sobre la explanada redonda. Dio media vuelta y bendijo gravemente tres veces la torre, la tierra circundante y las montañas que amanecían. Luego, al darse cuenta de Stephen Dedalus, se inclinó hacia él y trazó rápidas cruces en el aire, barbotando y agitando la cabeza. Stephen Dedalus, molesto y adormilado, apoyó los brazos en el remate de la escalera y miró fríamente la cara agitada barbotante que lo bendecía, equina en extensión, y el pelo claro intonso, veteado y tintado como roble pálido.

* Comienzo de Ulises.

La historia del traductor de la gran obra de Joyce

Investigación que muestra coincidencias entre el biografiado y Leopold Bloom

“El Señor Leopoldo Bloom comía con fruición órganos internos de bestias y aves. Le gustaba la espesa sopa de menudos, las ricas mollejas que saben a nuez, un corazón relleno asado, lonjas de hígado fritas con raspadura de pan, ovas de bacalao bien doradas. Sobre todo le gustaban los riñones de carnero a la parrilla, que dejaban en su paladar un rastro de sabor a orina ligeramente perfumada.”

Así es la introducción de Bloom, capítulo II del Ulises de James Joyce, en la versión de Salas Subirat, obra que ha trascendido como la primera traducción al castellano. Lucas Petersen, el autor de la biografía El traductor de Ulises, aporta luz sobre la figura de Salas, un nombre emblemático, aunque casi sin rostro visible. Se trata de una biografía meticulosa, bien documentada; metodológicamente nos recuerda a las semblanzas de Peter Ackryod. Con una prosa ágil, entusiasta, Petersen nos habla de la infancia de Salas en San Cristóbal, su amor, su pertenencia al grupo de Boedo, sus conmovedores esfuerzos de superación, privaciones; transcribe reseñas, fragmentos de su obra y cartas; inserta fotografías, incluso de páginas del Ulises con sus correcciones.

Bloom, el “Ulises” de Joyce, en oposición con su homónimo homérico, no es ni heroico, ni tan astuto. Joyce lo moldea como una conciencia, principalmente perceptiva, dentro una existencia prosaica, sin altibajos evidentes; su odisea está marcada por el recorrido de un Dublín polifónico, y por otra épica más profunda, que fluye, como el río Liffey, en su pensamiento.

Las asociaciones entre Bloom y Salas son asombrosas. Hay coincidencias externas: provienen de familias inmigrantes, clase trabajadora, autodidactas. Diligentes, aunque un poco huraños, uno vende seguros, el otro, publicidad. Petersen lo hace notorio, “a pesar de haber escrito contra la tentación de explotar los fantásticos paralelismos entre Leopold Bloom y Salas Subirat”, enumera todo lo que internamente comparten.

Petersen reconstruye con precisión el entramado sociocultural de la época, si bien, pugna por mostrar a Salas Subirat desde adentro, transformando los datos externos en vivencias. Logra, finalmente, sin desistir del rigor historiográfico, trascender los actos, para interpretar su espíritu.

MARÍA EUGENIA BESTANI

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