Viaja. Se viste de poema. De zamba. Puebla libros. Se amanece en coplas. Acompaña soledades. Despierta abrazos. Consuela el desamor. Arrima al fogón la amistad. Calma la sed en Raco. Se cuela en el consuelo amoroso de Diego Torres. En la calidez de Ángel Rossi, arzobispo cordobés. Hace visibles a lugareños con sus oficios. “Doña Maga en sus tamales pone del cerro el silencio, y en él mezcla los sabores de una América sin tiempo. Cuando a mano deshilacha la carne para el recado, la sazona con vidalas que su madre le ha enseñado…”, dice la canción. La palabra andariega del poeta tucumano Federico García Hamilton viene cosechando frutos en los últimos años. En estos días ha dado a conocer el disco “Nuestros criollos”, en el que Pablo Sánchez interpreta sus canciones, que ya se pueden escuchar en Spotify.

“El título del disco se debe a que la totalidad de los temas están dedicados a personajes criollos de nuestro noroeste, como homenaje a quienes desde hace siglos fueron configurando y transmitiendo lo que son hoy nuestras “costumbres y tradiciones. Son doce canciones de diferentes ritmos folclóricos, escritas por mí y musicalizadas por compositores de Salta, Jujuy y Tucumán. Todas arregladas e interpretadas por Pablo Sánchez, muy talentoso cantor famaillense que desde hace dos años está radicado en Buenos Aires”, cuenta García Hamilton. Sus poemas han sido musicalizados en esta oportunidad por Ernesto Altea, Rubén Cruz, Josué Escudero, Federico Gamba, Pucho González, el “Colorao” Herrera, el “Negro” Leiva, el Coya Melano y Sánchez.

Y ellos se reían y en su inocencia la miraban como se mira la luna cuando está llena, como se miran los pájaros que juegan con el viento... Qué será de esos hijos, que ya no habitan el paisaje azul de los ojos de su madre… ¡A usted Doña Basilia, sus hijos la recuerdan!

El autor del popular poema “La cuesta de la vida” comenta que en la pieza “Doña Basilia”, rescata la historia de la puestera de Guasancho Hondo, un lugar muy solitario que queda a cuatro horas a caballo desde Raco, donde vivía con su esposo. “Un par de años antes de morir, me contó una noche sobre la angustia que sentía pues el día anterior había cumplido 80 años, y ‘no sabía qué iba a ser de sus tres hijos enfermitos -como tiernamente los nombraba- cuando ellos ya no estén’. Esto, porque con ellos vivían tres hijos -ya adultos- con diferentes discapacidades. Cuando falleció, en diciembre de 2019, fuimos con un sacerdote y un par de amigos a darle un responso, y al volver escribí esta zamba”, recuerda.

Antes que muera la noche cuando los otros descansan, él sale sobre su zorra como rezando bagualas. Una vida “a filo de hacha”, peleando por el sustento, y el eco de cada hachazo le hace más hondo el silencio.

En “Leñatero de Lajitas”, García Hamilton cuenta la vida de don José Orellana, “un hombre de la localidad de Lajitas, en el chaco salteño, que parte todas las mañanas en su zorrita -tirada por un caballo ‘colorao patas blancas’- a hachar monte adentro, para después vender la leña a las casas del pueblo. La escribí después de ver una nota en la televisión, donde contaba con orgullo que ‘nunca he sío peón de naides, como me ha enseñao mi tata’”, explica.

También hay una caricia para Mariana Carrizo, la querida coplera salteña. “Pastorcita de los vientos’ habla de su niñez. “Esta letra nació un día que la escuché contar que cuando tenía 5 o 6 años -ella es de los Valles Calchaquíes- la ayudaba a pastorear a su abuela, y mientras cantaba sus primeras coplas y veía los cóndores en el cielo, soñaba con que bajen y le enseñen a volar, para poder llevar sus coplas más lejos. ¡Y terminó recorriendo los escenarios del mundo llevando nuestro canto vallisto!”, dice Federico.

Otras canciones hablan del dolor de un obrero golondrina que tiene que vivir lejos de su familia y se siente “como el cardón, pura espina todo el año y unos días nomás de flor” o de un hombre (“Don Berto Juárez”) que fue minero toda su vida, “al que conocí en el valle del Yokavil y del que digo que de tanto andar tras las vetas se volvió de oro su corazón”.

El disco concluye con “La más criolla batalla”, chacarera referida a la Batalla de Tucumán. “Nuestros criollos nunca han sido más criollos que cuando dieron todo por la patria que nacía, incluso su propia sangre o la sangre de sus hijos”, sostiene García Hamilton.