La muerte del virólogo francés Luc Montaigner -el martes pasado, a los 89 años- avivó el debate acerca de cómo las posturas personales pueden llevar a una persona de la celebridad y el aplauso unánime al rechazo internacional. Montaigner obtuvo el premio Nobel de Medicina en 2008, un reconocimiento a él y a su colega Françoise Barré-Sinoussi, ya que juntos habían logrado aislar por primera vez el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH). Pero durante la última década de su vida Montaigner había perdido el reconocimiento profesional debido a sus opiniones cada vez más alejadas de la comunidad científica. La postura antivacunas que exhibió en plena pandemia de coronavirus terminó de colocarlo en un lugar incómodo. Por esos, las necrológicas que lo despidieron fueron coincidentes al destacar esa doble lectura de su legado.

Montagnier fue un crítico de las vacunas contra la covid-19, a las que acusaba de ser las causantes del surgimiento de nuevas variantes del virus. Por declaraciones de este tipo -o como cuando dijo que podía curar a los autistas usando antibióticos- Montagnier venía siendo tachado como promotor de pseudociencias. Un artículo en la revista Science decía: “Montagnier no está enloqueciendo, Montagnier ya enloqueció”. Pese a ello, deja una extensa obra que incluye 350 publicaciones científicas y más de 700 patentes.