La remodelación del Museo Jesuítico de La Banda es una excelente noticia, confirmada por las autoridades provinciales y con inicio de obras previsto para abril. La deuda con esa joya de nuestro patrimonio histórico viene de años, porque a los permanentes cimbronazos sufridos por el edificio se los fue parchando mientras postergaban, una y otra vez, las soluciones de fondo. La Nación aporta los $ 80 millones que se invertirán para la puesta en valor del Museo, uno de los principales atractivos que en materia cultural propone Tafí del Valle. Estiman que los trabajos se prolongarán durante cerca de 14 meses.

Este valioso paso en pos de la recuperación del Museo merece, a la vez, nuevos enfoques con miras a su aprovechamiento integral. Y aquí convergen varias aristas de una misma política de Estado. Una de esas miradas pasa por el turismo religioso, que para Tucumán -y el resto del NOA- es un motor rendidor, y a la vez capacitado para dar mucho más. La huella de la Compañía de Jesús es un activo al que la provincia podría sacarle mejor el jugo, teniendo en cuenta que los jesuitas dejaron testimonios arquitectónicos en la capital -en la propiedad que pasó luego a los franciscanos, frente a la plaza Independencia-, en Lules y en Tafí del Valle. Implementar un “circuito jesuita tucumano”, como lo hay en Misiones y en otros puntos del Litoral, es una posibilidad que vale la pena explorar.

Para los amantes de la historia, el Museo de La Banda es un umbral que invita a otear el pasado del Valle de Tafí. Las colecciones que alberga hablan de los usos y costumbres de los pueblos originarios, y a la vez registran los distintos momentos de la vida colonial. También se narra el historial de lo que fue la estancia; el antes y el después de la presencia jesuítica y el devenir de la propiedad durante los siglos subsiguientes. Todo ese acervo se desarrolla en un guión museográfico que bien podría aggionarse y enriquecerse al compás de esta millonaria remodelación. Sobre este tema no se profundizó al momento de anunciar las inversiones.

Mucho se habla -y se critica- acerca de la falta de planificación que caracteriza el incesante crecimiento de Tafí del Valle. Esta importante obra en el Museo Jesuítico puede contribuir a un reordenamiento en la oferta turística y cultural de la zona, siempre pensando en el concepto de circuito y de cómo pueden complementarse sus distintos componentes. Por ejemplo, también en Tafí del Valle la estancia Los Cuartos propone una “experiencia museo” (iniciativa del sector privado), mientras que del otro lado de La Angostura, en El Mollar, el museo a cielo abierto que resguarda los emblemáticos menhires (formando parte del sector público) proporciona otra perspectiva de una historia y una geografía comunes. Engarzar estas piezas -y muchas otras repartidas por el Valle- en un recorrido atractivo es el desafío.

La desinversión en infraestructura es un clásico del Tucumán contemporáneo. Tanto se dejó caer nuestro patrimonio que recuperarlo se torna cuesta arriba y obliga a desembolsos millonarios. Por eso esta restauración del Museo Jesuítico merece el aplauso, pero a la vez alienta el abordaje de nuevas políticas. Que la obra no se limite al arreglo de un edificio, sino que se integre a un plan amplio, con el foco puesto en el largo plazo.