Tucumán se encamina inexorablemente a superar las 4.000 muertes desde marzo de 2019. Y todo por culpa del maldito virus que llegó para cambiarnos ¿para siempre? la vida. Es difícil cuantificar el dolor. Son 4.000 familias que perdieron a sus seres queridos. Sin distinciones de edades, ni de estratos sociales, ni de género, el coronavirus se ensañó con el mundo y lo obligó a vivir a la defensiva justamente ante el pánico a la muerte. Sin embargo, una comparación nos muestra el alcance de la tragedia. El año pasado murieron en Tucumán 319 personas en accidentes de tránsito. Esa cifra debería multiplicarse por seis para alcanzar las 2.000 muertes, en promedio, que dejó el coronavirus en un año. Y esto sólo en Tucumán. En Argentina, la covid ya se cobró 125.000 muertes. Y en el mundo, casi seis millones. Una tragedia.

La historia dirá que esta pandemia se dividió en dos. El primer año, el del descubrimiento del virus, fue el de la ignorancia, el de la improvisación, el de los errores... y el del encierro. El segundo, 2021, el de la esperanza, el del conocimiento, el de la planificación. Y el del comienzo de una nueva normalidad a la que, por la fuerza, debemos acostumbrarnos. Pero fue ese primer año, sin dudas, el que más nos desgastó. La patóloga Marta Cohen, en una entrevista publicada el domingo en LA GACETA, criticó a la Organización Mundial de la Salud por no tener un escenario de contingencia para momentos como estos. Y si la máxima organización sanitaria del planeta no estaba preparada para este desafío, ¿qué se podía esperar de los demás? Errores, demasiados errores.

Uno de los mayores problemas en Argentina tuvo que ver con el liderazgo. En situaciones críticas, los protocolos indican que una persona debe tomar el mando y ser, aunque se equivoque, quien asuma la responsabilidad. Y eso en nuestro país, con la maldita grieta de por medio, nunca pasó. Otra vez, volviendo a Cohen, alertó que ser un país federal como en la Constitución se refiere a Argentina, tiene pros y contras. Aquí, con sistemas nacionales, provinciales, municipales y comunales tanto los del mismo partido como de distintos, cada uno hizo lo que quiso. Pero el liderazgo tiene que ver con el ejemplo. Y la fiesta de cumpleaños de la primera dama Fabiola Yáñez en Olivos fue un acto imperdonable que además exacerbó los ánimos de una sociedad que ya estaba bastante enojada. Esto sumado al pésimo ejemplo apañado por el entonces ministro de Salud Ginés González García de permitir que sus amigos se saltearan la fila y convirtieran al proceso sanitario más importante de las últimas décadas en una sucursal del vacunatorios VIP del que Tucumán, entonces bajo el mando de Juan Manzur, tuvo su correlato con funcionarios y amigos del poder que recibieron el visto bueno para ocupar lugares en los nodos que no les correspondía, cuando había mayores de 80 años a los que todavía no les había tocado el turno. Errores que se pagan caro cuando de generar confianza se trata.

Los errores fueron y siguen siendo muchos. El liderazgo se perdió, y con ellos el ejemplo. Sin embargo, ante esto, no queda otra que asumir cada uno de nosotros la figura de líder. Se recuerda: 4.000 muertos en Tucumán y más de 125.000 en el país. Las vacunas, hoy, son la mejor protección para evitar nuevas muertes. Hoy todavía se puede caminar por la calle y advertir que, a pesar del paso del tiempo, no aprendimos ni a ponernos el barbijo de forma correcta. Nos amontonamos en filas, no mantenemos la distancia social y, para peor, ya casi nadie toma la temperatura ni mucho menos ofrece alcohol en gel antes de ingresar a cualquier local. Nos relajamos. Y el virus se aprovecha de eso para seguir diseminándose.

Antivacunas

Argentina, y por ende Tucumán, nunca tuvieron fuertes movimientos antivacunas. Es más, los calendarios anuales se cumplen a la perfección, sobre todo con las enfermedades estacionales y las que tienen que ver con los menores de edad. Pero esta pandemia apareció y tiró por la borda gran parte del esfuerzo de concientización que se realiza desde años atrás. Es cierto que hubo una falla muy importante en un aspecto fundamental de los programas sanitarios: la comunicación. Y la comunidad científica, en su mayoría, peleó por exorcizar creencias infundadas. Hoy, a poco más de un año de que salieran las primeras vacunas ya no pueden quedar dudas: salvan vidas. Sin embargo hay cada vez más gente que se opone a ellas, que retoma esas dudas y las amplifica. Que protesta ante cualquier medida sanitaria. Que incluso apoya métodos que no están probados científicamente y que dicen que curan la enfermedad o que evitan los contagios. Nada de eso es real hasta hoy.

Ayer la Legislatura aprobó la extensión del pase sanitario en la provincia. Tucumán fue la primera provincia del país que decidió este paso y que le valió, hasta hoy, innumerables críticas. Fuimos inventores de la tristísima frase “pase nazitario”, como si se pudiera jugar con algo tan penoso como el Holocausto. Desde que se implementó la medida, que obliga a mostrar el pase sanitario en principio con dos dosis y ahora con tres para realizar gran cantidad de índole social, se colocaron 617.389 dosis. Casi 8.900 por día. En ese período, 129.353 tucumanos recibieron la primera dosis, 234.330 la segunda, 42.179 la dosis adicional, y 211.527 el refuerzo. Es decir, la gente se vio obligada a salir a vacunarse. Hoy, el 92% de los tucumanos ya tiene una dosis y que casi el 80%, dos. ¿Funcionó el plan del gobierno? A todas luces fue exitoso. ¿Fue simpático? No, para nada. Y lo reconocieron en el mismo gobierno. La medida es antipática. Pero redunda en el bien común, que es la salud pública. Hoy, ese tendría que ser el horizonte que todos deberíamos mirar. Cuidarnos nosotros y cuidar al otro.

Así como se contaban chiste de “gallegos” están los chistes sobre argentinos, y uno de los mejores es que indica que un negocio muy redituable es comprar un argentino por lo que vale y venderlo por lo que cree que vale. En Argentina todos sabemos de todo. Somos expertos en cualquier tema. Y la pandemia y los malos humores sólo hicieron que esta tendencia se incrementara. Pero llama la atención que tengamos la necesidad de refutar a personas que se pasaron la vida estudiando justamente estos temas. Con sólo leer los comentarios en entrevistas que se realizan a diario nos damos cuenta. Nos hemos acostumbrado a tomar como fuente lo que se dice en redes sociales, o a lo que reproducen personas que no tienen el conocimiento como para opinar sobre un tema tan delicado. Y las desinformaciones derivan en enojos, en enfrentamientos y en actos tan cobardes como las amenazas que sufrió el ministro de Salud Luis Medina Ruiz que, con errores y aciertos, hoy es el responsable de cuidar la salud de los tucumanos.

Nadie cree que esta pesadilla vaya a terminar antes que el fin de este año. Deberemos vivir con las consecuencias. Pero hoy tenemos herramientas para combatir el coronavirus, como ayer fueron el sarampión o la gripe y son las únicas que nos dan esperanza: las vacunas. Sin embargo, y a pesar de tenerlas a disposición, parece que en esta comarca estamos acostumbrados a la frase atribuida a Domingo Faustino Sarmiento: “la letra con sangre entra”.