Transitar dos años de pandemia no resultó fácil para ningún ser humano en el planeta. Entre el cierre y la apertura de restricciones se fue conformando en la gente una sensación de hartazgo, y en algunos casos, mezclada con desconfianza. Lo cierto es que ningún sistema sanitario tiene la fórmula correcta, y las indicaciones junto con las medidas oficiales varían de semana en semana.

A raíz de las nuevas variantes y de la tercera ola que golpeó con fuerza en las estadísticas de contagios, las personas van modificando sus comportamientos y posturas; algunos consideran que los cuidados ya no son tan necesarios como antes y manifiestan su resistencia frente a las nuevas disposiciones; otros, en cambio, por el creciente aumento de casos deciden extremar las precauciones como al inicio de la pandemia. Los primeros, motivados por el descontento; los segundos, por el temor a volver a contagiarse y la incógnita de no saber qué provocarán en el organismo las nuevas cepas.

Tal es el caso de Héctor Albornoz, trabajador de un bar de microcentro, quien comentó a LA GACETA que nunca bajó la guardia en los cuidados: “evito los lugares de mucha concurrencia, me sigo cuidando más allá de estar vacunado. Puede suceder que por un mínimo descuido me contagie, pero si tengo que ir a un restorán o a una fiesta elijo no ir”. Héctor, además, opinó que la suba de los contagios se debe al descuido de las personas que consideran que la pandemia ya pasó. “La gente se relaja, sale a lugares concurridos, se va de vacaciones a la costa donde hay miles de infectados, van a las canchas de fútbol y comparten del mismo vaso. Son cosas que saben que no tienen que hacer y lo mismo lo hacen”. También aseguró que no hubo control exhaustivo del aforo en las fiestas y eventos. “Los fines de semana se pierde el control. A las empresas lo único que les importa es no perder plata”, sostuvo. Sin embargo, considera que la situación puede revertirse si se adquiere responsabilidad social. “La solución está en la gente, creo que es algo individual. Los que organizan festivales y fiestas masivas no van a suspender los eventos, es su empresa y es lo que tienen que hacer. Queda en cada uno ir o no ir y ser conscientes”, puntualizó.

De ese lado de la grieta, también se encuentran las personas que son pacientes de riesgo o que tienen a alguien con esa condición dentro de su grupo familiar, y por el panorama preocupante de circulación, optan por casi no salir de sus casas más que a cumplir las obligaciones impostergables.

“Nosotras nos seguimos cuidando como antes”, comentan Graciela Gallo y Marta, mientras aguardan su turno para colocarse la dosis de refuerzo. Y continúan: “esto nos pasó, la gente no usa barbijo y si le pedís que se lo coloquen se enojan”. “Ahora ya no se sabe quien tiene y quien no, están casi todos infectados. Hay algunos que están contagiados y lo mismo salen”, expresan a modo de queja.

Graciela cuenta que su marido es paciente de riesgo por afecciones cardíacas y, además, su hijo es deportista de alto rendimiento por lo que deben cuidarse al máximo. Marta, por su parte, opina que la sociedad se relajó en los cuidados. “Han tenido la sensación de libertad, de que ya había pasado lo peor y creo que eso de estar encerrados tanto tiempo al principio tendría que haber sido mejor organizado, ahora la gente ya está harta”, aseguró.

El aislamiento, la falta de vida social y la reducción en el contacto físico entre las personas, llevó a que algunos ciudadanos se muestren reacios a seguir cumpliendo nuevas disposiciones. Se observa una especie de resistencia y descreimiento.

Sin embargo, las posturas no son tan radicales y hay matices, sobre todo entre los jóvenes. Ulises González opina que “controles debe haber, pero creo que la apertura de los bares, de los pubs y los teatros tiene que ser más ligera porque no hay tanta mortalidad. No sé si es por las vacunas o porque el virus ya ha mutado de una manera que no nos daña tanto”. Ulises manifestó, además, que debido a los contagios masivos, se produce un gasto innecesario de insumos, los cuales podrían destinarse a personas graves que realmente lo necesiten. “Creo que el aislamiento es necesario solamente en algunos casos, a veces con barbijo y alcohol ya es suficiente para evitar el contagio. Por un par de síntomas se ven colas y colas en la fila de testeos, estamos colapsando un lugar en el que el personal tendría que ocuparse de cosas más importantes”, aseguró. Y sugirió que lo más conveniente sería “bajar un poco el trauma de la gente”. “Si uno tiene síntomas se queda en casa un par de días, en vez de estar hisopándose a cada rato”, concluyó.

Abigaíl Prchal, licenciada y doctora en psicología, en dialogo con LA GACETA dijo que hay dos cuestiones. “Por un lado, hay una cuestión de identidad política muy visible, estar a favor o en contra. Por otro lado, hay cierto analfabetismo científico: la mayor parte de la gente no conoce completamente lo que es la ciencia y la incertidumbre que hay alrededor. Para la mente humana es muy difícil manejar probabilidades”, dijo. Agregó que hay que tener en cuenta la cuestión de cansancio y hartazgo. “Tiene mucho que ver la forma de ser del argentino. Es muy social, necesita volver a su actividad social y cercanía. Para cualquier persona que haya pasado por una situación traumática como la pérdida de alguien cercano, es lógico que esté muy asustada frente a la posibilidad de contagio”, apuntó.

Para concluir, Prchal sostuvo que “los medios cooperan con la posverdad y potencian los miedos y la incertidumbre en la gente”. (Producción Periodística, Graciela Di Vico)


Cambios en las conductas

Síntomas potenciados por las restricciones

“Hay un sector de la población que nunca tomó enteramente conciencia. Hay un antes y un después a partir de la pandemia, muchos sintieron que sus síntomas se potenciaron a partir de las restricciones. El aislamiento generó que se potencien algunos episodios depresivos, ansiosos, crisis de angustia y TOCs. Los seres humanos de por sí son muy transgresores, y las restricciones generaron actitudes disruptivas como no respetarlas. Además, hubo un cambio de posición subjetiva con respecto a la primera etapa y a ésta, en la primera hubo pánico colectivo, en la segunda fastidio hastío, agotamiento y cansancio”. María José Acuña, psicóloga Cognitiva Conductual.