En diciembre de 2001, la economía, las instituciones y la política estallaron en la Argentina. Un “corralito” atrapó los ahorros de la clase media, recrudecieron los saqueos y la represión policial, se declaró el estado de sitio y, finalmente, el presidente Fernando de la Rúa renunció, tras lo cual hubo cinco presidentes entre el 21 de diciembre y el 1 de enero. “Presenciamos la crisis total de la sociedad”, asevera José Vitar, entonces diputado de la Alianza. “Varios de los que estaban siguen, comenzando por Cristina”, puntualiza Pablo Walter, entonces senador de FR. Ambos alertan que hoy se dan señales sociales, políticas y económicas similares, pero coinciden en que, por la “red de planes sociales”, no se reeditará un quiebre igual.
Pablo Walter
“Varios de los que estaban hace 20 años siguen aún, comenzando por Cristina”
“Mi broma, por aquel entonces, era que había llegado al mejor lugar de mi carrera política, en el peor momento posible”, rememora Pablo Walter. El 10 de diciembre de 2001 había asumido senador nacional por la minoría. Se consagró en el cargo, en representación por la minoría, en los primeros comicios en que los miembros de la Cámara Alta de la Nación eran electos por el voto popular, dando cumplimiento a lo establecido en 1994 en la reforma de la Constitución Nacional. Con anterioridad, a los senadores nacionales los designaban los gobernadores, con acuerdo de las Legislaturas provinciales. En las urnas, en representación de la mayoría, fueron consagrados José Alperovich y Malvina Seguí.
Para Walter, que por entonces militaba en Fuerza Republicana, acceder a ese escaño representaba una reivindicación personal. En diciembre de 1999 había fallecido el entonces senador bussista Carlos Almirón y en FR se libraron internas para determinar a qué afiliado propondrían para ocupar esa banca vacía. Antonio Domingo Bussi respaldó a Jorge Malmierca, pero Ricardo Bussi avaló a Walter, quien finalmente se impuso en la compulsa. Sin embargo, el gobernador Julio Miranda designó para completar el mandato a quien por entonces presidía el distrito Tucumán de la UCR: el abogado Miguel Mibelli. La Legislatura aprobó el pliego de Mibelli, aunque hubo disidencias peronistas. Fueron las de dos intendentes actuales: Germán Alfaro (Capital) y José Fernando Orellana (Famaillá). FR envió al Senado la comunicación de que Walter era el nominado por ese partido para ocupar el lugar de Almirón, pero no tenía ratificación legislativo. La Provincia, a la vez, remitió el pliego de Mibelli. La Cámara Alta no trató uno ni otro y durante dos años Tucumán tuvo un senador nacional menos. La representación se completó el 10 de diciembre de 2001. Diez días después, la Argentina era un mundo que se venía abajo. El 21, el radical Fernando de la Rúa renunció como mandatario nacional y, hasta el 1 de enero, el país tuvo cinco Presidentes.
“Por un lado, tenía la satisfacción de ser el senador más joven en la historia”, rememora Walter, que para entonces tenía 34 años. “Por otro lado, entraba a un ámbito como el Senado en un momento de crisis social, económica y de liderazgo que estragaba a todo el país. El Congreso tuvo un rol protagónico. De la Rúa abundaba en errores, dentro del propio oficialismo le habían quitado respaldo y, por supuesto, otro tanto hacía la oposición. Era un cóctel que mezclaba todos los problemas”, repasa, en diálogo con LA GACETA.
El ejercicio de sintetizar en unas pocas variables un diagnóstico de la debacle de hace 20 años hace que Walter repare, sin escalas, en el presente más urgente. “Ahora hay crisis económica, como entonces. La crisis social es, acaso, mayor. La falta de liderazgo presidencial es tan patente como en ese momento. La diferencia, en todo caso, es que hoy el Gobierno está en manos del kirchnerismo / peronismo; y, sobre todo, que hay una oposición responsable en manos de Juntos por el Cambio”, contrasta.
“Si estuvieran invertidos los roles al estilo de 2001, probablemente hoy estaríamos viviendo nuevamente situaciones de zozobra institucional. No hace falta hacer historia para recordar lo que es el peronismo como opositor: lo vivimos ayer nomás, en 2017, cuando arrojaron 14 toneladas de piedras al Congreso para oponerse a la reforma previsional. Después, en el Gobierno, hicieron su propia reforma en perjuicio de los jubilados”, fustigó.
Walter advierte, también, que el oficialismo maneja bloques parlamentarios con mayor número que los que la Alianza hace 20 años. Y que el peronismo cuenta con la mayoría de los gobernadores. A estos dos elementos intrínsecos suma una tercera circunstancia: la contención social de los sectores pobres de la sociedad a través de programas sociales. “No sólo hay una red a través de esos planes sociales, sino que los líderes de las agrupaciones sociales son parte del mismísimo Ministerio de Desarrollo Social de la Nación”, subraya. Lo hace en referencia a Emilio Pérsico, líder del Movimiento Evita y secretario de Economía Social del mencionado ministerio. “En 2001, esos líderes aparecían todos los días crispados y tomando las calles”, diferencia.
En esos elementos se encuentran, sustancialmente, las razones por las cuales hoy no puede darse una situación como la de hace dos décadas, plantea el ex candidato a diputado nacional de Juntos por el Cambio, por la Ciudad de Buenos Aires, en los últimos comicios. Pero también advierte que el Gobierno tiene activada una bomba de tiempo por su crónica incapacidad para mejorar la calidad de vida de los sectores pobres de la sociedad. “El Gobierno parece decidido a limitarse en brindar contención social, porque se revela incapaz de generar mecanismos para que se deje atrás la pobreza, como la creación de fuentes genuinas de trabajo. Sólo en el tango, ’20 años no es nada’. En la realidad de la Argentina, en cambio, la pobreza está peor, la desocupación está peor, la perspectiva económica está peor y la explosión del narcotráfico es incomparable”, cuestionó.
“Los programas sociales, entonces, funcionan como un muro de contención en dos sentidos: evitan los desbordes como los de 2001, pero lo que hay detrás de ese muro son millones de argentinos a los que hay que darles subsidios cuyos costos son insoportables. No hay recursos que aguanten esa presión, a la vez no hay fondos para destinar a la producción, que genera desarrollo y empleo. Y el Gobierno sólo sabe inventar impuestos para las empresas y las clases medias para pagar planes sociales. Ese círculo vicioso es muy peligroso”, alerta.
Volviendo a 2001, Walter rememora que el Senado que integró tenía entre sus miembros a los ex presidentes Raúl Alfonsín, Carlos Menem y Eduardo Duhalde, la futura mandataria Cristina Fernández de Kirchner, a los ex gobernadores José Luis Gioja (San Juan), Jorge Capitanich (Chaco), Carlos Verna (La Pampa) y Ramón Puerta (Misiones), que fue uno de los “cinco presidentes” de finales de 2001. “Era un senado de alta composición política. El Congreso tenía más relevancia que en los últimos años, cuando devino escribanía de poco debate y mucha ratificación de las decisiones de la Casa Rosada”, contrapuso.
“Ese Congreso encontró una situación social muy adversa y crispada. Fue muy impresionante observar la preocupación del sistema por dar respuestas al reclamo social del ‘Que se vayan todos’. En unos casos se avanzó; en otros, sólo se insinuaron cambios. Había una feroz demanda para terminar con los privilegios y las prerrogativas del sistema político, que lo hacían muy irritante para la sociedad. Entonces, por una iniciativa que impulsamos entre varios senadores, se creó una comisión integral: la integrábamos Gerardo Morales y yo, recuerdo. E hicimos público el despilfarro por pensiones graciables, subsidios, contratos… El Senado tenía más comisiones que senadores por las prerrogativas económicas que traía aparejado ser una autoridad en alguna comisión. Terminamos con muchas de esas cuestiones, que eran menores si se sopesaba su impacto en el Presupuesto nacional, pero que eran ejemplificadoras en un país corrompido desde el Senado hasta la última comuna de Tucumán”, contextualizó.
“Pero la ola pasó y buena parte de las reformas fueron dejadas de lado. Mucho de lo que se había eliminado fue restituido por debajo de la mesa”, lamentó.
Por caso, una doble situación que une 2001 con 2021 le resulta particularmente chocante al ex senador tucumano. “En un país donde de la política no se va nadie, y donde varios de los que estaban hace 20 años siguen estando, comenzando por la presidenta del Senado, acaba de dejar su banca un hombre de calidad humana y de valores superiores como Esteban Bullrich, como consecuencia de la enfermedad que lo aqueja: ELA. Le ofrecieron la posibilidad de seguir en el Senado y sus palabras siguen retumbando en las conciencias argentinas: no hay hombres imprescindibles, hay actitudes imprescindibles. No deja de ser trágico: aquí se van los que no debieran irse”, concluyó.
José Vitar
“Lo que presenciamos fue la crisis total de la sociedad argentina”
Luego de ser un preso político del fascismo a mediados de la década de 1920, Antonio Gramsci escribió entre finales de ese decenio y mediados del 30 (murió en el 37) sus “Cuadernos de la Cárcel”, en los cuales acuñó una expresión que alcanzaría estatura canónica: la “crisis orgánica”. La que también llama, en tono aún más inquietante, “crisis de hegemonía”. A modo de apretada síntesis (y a riesgo de reduccionismos), Gramsci apunta con esta categoría a la disgregación de un sistema imperante. Cuando José Vitar, electo en 1999 diputado nacional por la Alianza, evoca el estallido de hace 20 años, el concepto gramsciano le resulta ineludible. “Eso es lo que presenciamos en diciembre de 2001: la crisis total de la sociedad argentina”, le dice a LA GACETA.
“Hubo un final de época. La crisis fue política, institucional, económica y social. Y por primera vez desde retorno de la democracia el sistema republicano tuvo que atravesar un durísimo desafío y estuvo a punto de quedar en el camino”, recuerda.
La crisis política quedó expresada en el estallido interno de los partidos políticos. “En 2003, en las elecciones que finalmente consagran a Néstor Kirchner como Presidente, los candidatos del peronismo son él, Carlos Menem y Adolfo Rodríguez Saa. Y del radicalismo, a través de diferentes partidos, surgieron también tres candidatos presidenciales: Ricardo López Murphy, Elisa Carrió y Leopoldo Moreau”, detalla.
“La crisis social se expresó en las calles. Los sectores medios, que vieron sus ahorros atrapados en el ‘corralito’, salieron con sus cacerolas; y se encontraron en las calles con los sectores populares, que serán la base de los posteriores movimientos sociales. En ese encuentro entre sectores tan distintos está materializado, también, el alcance que tuvo la crisis económica”, puntualiza el ex parlamentario.
Ese clima social detonó la crisis social, explica: entre el 21 de diciembre de 2001 y en 1 de enero de 2002 la Argentina tuvo cinco presidentes distintos y dos asambleas legislativas, que reunían en plenario a los senadores y a los diputados de la Nación.
“Hay situaciones que hoy parecen anécdotas, pero que en aquel momento generaban una incertidumbre descomunal. En 2002, el New York Timen publicó un editorial en el que presagiaba el desmembramiento de nuestro país y el surgimiento de tres países diferentes a partir de esa eventual partición: una Argentina ‘pampeana’, que iba estar conformada por las provincias de la Pampa Húmeda; una Argentina minera, que iba a aglutinar a las provincias del NOA, del NEA y de Cuyo; y una Argentina petrolera, que iba a estar compuesta por las provincias de la Patagonía. Ahora provoca risas, pero en ese momento leerlo en el New York Times no le causaba gracia a nadie”, puntualiza.
“En los corrillos del poder, además, se ventilaban toda clase de rumores; y los más insistentes hablaban de presuntos movimientos en las Fuerzas Armadas. Me perturbó tanto todo esto que le pedí una audiencia a quien en ese momento era el titular del (ex) Servicio de Inteligencia del Estado -SIDE- Carlos ‘El Gringo’ Soria, que después sería gobernador de Río Negro. Le pregunté que sabía de estas cuestiones. Y me contestó que no tenía que preocuparme. Que lo del New York Time era ‘una operación del establishment’ argentino. Y que las Fuerzas Armadas estaban en ruinas, lo cual a su criterio era ‘lo único bueno que había hecho Menem’ como Presidente”. Soria fue asesinado por su esposa, Susana Freydoz, el 1 de enero de 2011. Ella le dio un tiro en la cara, después de la cena de Fin de Año.
Con red o sin red
Para contextualizar la “crisis orgánica” de 2001 y conectarla con el presente, Vitar se remonta a una circunstancia posterior a la renuncia de Carlos “Chacho” Álvarez como vicepresidente de la Nación, el 6 de octubre de 2000. “Yo tuve después un breve paso por el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación y el equipo que trabajó allí, muy brevemente por cierto, propuso que el conjunto de los programas sociales dispersos que había entonces fuera unificado en un solo plan social para dar contención a los hombres y las mujeres que se desempeñaban como jefes de sus hogares. El autor de esa idea era el economista tucumano Daniel Kostzer, que estaba en Ministerio de Trabajo. Avanzamos en la propuesta e hicimos seminarios reservados, que incluyeron a técnicos del Ministerio de Economía, inclusive. Pero después vino López Murphy, anunció ese ajuste drástico y durísimo que es tristemente recordado, y nosotros nos fuimos del ministerio. Hasta Federico Storani renunció y él era un hombre del radicalismo”, rememora.
El dato es central. “A la idea que la Alianza nunca aplicó la toma Eduardo Duhalde cuando es nombrado Presidente de la Nación por la asamblea legislativa. Al proyecto lo encuentra y lo impusa Aníbal Fernández, que a partir de allí da inicio a un proceso a articulación con los movimientos piqueteros”, puntualiza.
El contraste que marca Vitar entre uno y otro momento es tan violento como real. “Hay movilizaciones desestabilizadoras desde el conurbano bonaerense, que se llevan adelante con pasmosa facilidad, porque durante el gobierno de la Alianza no había prácticamente ninguna contención social. Hoy, en cambio, hay 7 millones de argentinos subsidados por el Estado. Y a la mitad de esos planes sociales los manejan los movimientos sociales, con el Movimiento Evita a la cabeza”, describe.
“Entonces, si hoy se reeditaran las condiciones que detonaron la crisis total de la Argentina hace 20 años, el Gobierno probablemente se salve”, vaticina. En la charla se le plantea, justamente, que ahora hay también un marcado aumento de la pobreza y del desempleo. Que también hay profundas internas dentro del oficialismo y que la figura del Presidente de la Nación está cuestionada. Y que así como en 2001 estalló la “Convertibilidad” y el “1 a 1” con el dólar, hoy la relación entre la moneda estadounidense y el peso argentino es “200 a 1”. “Pero la red de planes genera una contención social concreta. En la época de De la Rúa no existía nada de eso”, responde.
“El estallido de la ‘Convertibilidad’ se veía venir. Pero fue una bomba de tiempo que la Alianza fue incapaz de desactivar. En primer lugar, empezó siendo un plan antiinflacionario y terminó convirtiéndose en un modelo económico. Grueso error. En segundo lugar, ya en 1996 estaba agotada. Era, en términos metafóricos, una vaquita que ya no tenía leche. ¿Pero quién abandonaba la convertibilidad y devaluaba la moneda?”, inquiere.
“A Kirchner le fue menos complicado encarar el Gobierno y plantear un nuevo plan no sólo porque la paridad cambiaria ya había estallado, sino porque literalmente él estaba arrancando de cero. Con la crisis total hubo un país que terminó y otro que recién comenzaba. Y en medio de esas ruinas había poca expectativa”, evalúa el ex diputado.
Estable, pero no superada
Vitar recuerda también que la violencia social y la cultura del escrache se instalaron como nuevas culturas por aquellos tiempos.
“Los usuarios de los colectivos, cuando pasaban por frente del Congreso, abrían las ventanillas e insultaban. Decían de todo. Me acuerdo claramente de un episodio con Oraldo Britos (N. de la R.: fue diputado nacional por San Luis entre 1995 y 2003), cuando una turba lo persiguió para lincharlo y él alcanzó a meterse en el bar Casablanca y lo protegieron los mozos y un policía que estaba de casualidad por ahí”, se aflige. “Pero no fue sólo contra los políticos: también fue contra los bancos. E inclusive, contra los propios empleados bancarios. Fueron tiempos muy duros”, rememora.
“La crisis del sistema político argentino, de todas maneras, no se ha terminado”, advierte Vitar. “En todo caso, parece haber alcanzado una suerte de meseta, de punto de estabilidad, a partir del surgimiento de un nuevo bipartidismo. Es curioso: ese era el escenario que Kirchner consideraba como necesario para la Argentina. Claro que él, idealmente, pensaba en un esquema como el de los Estados Unidos, donde republicanos y democráticos tienen diferencias respecto del tamaño del Estado, de la presión fiscal y de si la política exterior debe tender a ser bilateral o multilateral; pero coinciden respecto de las políticas de Estado. Aquí no tenemos eso, pero cuanto menos asistimos a la conformación de un esquema de grandes fuerzas de centro izquierda y de grandes fuerzas de centro derecha. Es un comienzo”, dice, con cierta esperanza.