1.- El inicio (1995-1999)
Llegada a la Legislatura, luego de Canal 10
Aunque su desembarco en la función pública se remonta a 1986, cuando tenía solo 31 años y asume como uno de los directores de la televisora Canal 10 (llegó a presidir la emisora, donde se desempeñó hasta 1991, cuando el entonces rector de la UNT Rodolfo Campero le pidió la renuncia), el desembarco de José Jorge Alperovich en la arena política provincial fue con un cargo electivo: en 1995 fue electo legislador por la UCR. Desde entonces jamás dejó de desempeñarse en cargos políticos (en la mayoría de los casos, consagrado a través de las urnas). Hasta ayer. Por primera vez en 26 años, quien llegó a ser el hombre más poderoso de la provincia, y el que durante más años se desempeñó como gobernador en la historia de Tucumán, es un ciudadano de a pie.
2.- El salto (1999-2001)
El Ministerio de Economía y su proyección
Julio Miranda (PJ) se impone en una de las más controversiales elecciones en tiempos democráticos sobre Ricardo Bussi (FR), que denunció fraude. En el orden nacional, la Alianza impone a Fernando de la Rúa como Presidente de la Nación. Los últimos meses de Antonio Bussi en la gobernación habían estado signado por los conflictos salariales con los empleados públicos y tanto la plaza Independencia como las escalinatas de Casa de Gobierno eran espacio de acampadas y protestas. Miranda apostó entonces por un radical como ministro de Economía, para buscar sintonía con el nuevo gobierno nacional. La puesta al día de los sueldos y la regularización en la cadena de pagos a proveedores instalaron rápidamente al titular de la cartera económica como una de las figuras más destacadas de la gestión. Miranda lo aprovecharía dos años después.
3.- El despegue (2001-2003)
La hora del Senado y de la preservación
En 2001, los argentinos eligieron por primera vez en las urnas a los miembros del Senado. Miranda eligió a Alperovich para encabezar la propuesta oficialista (lo secundó Malvina Seguí). Y se impuso en las urnas. Alperovich estaba condenado a perder protagonismo, sin embargo, el hecho de “despegar” de la gestión provincial terminó siendo central en su carrera política. La segunda mitad de la gestión de Miranda fue un cúmulo de calamidades sociales y aberraciones institucionales. Tras el fracaso de la Alianza y el estallido económico y social de la Argentina, Tucumán fue noticia global por la veintena de niños que murieron por desnutrición. A la vez, el oficialismo aprobó una ley que habilitaba la reforma constitucional, que fue truncada por la Justicia, donde además se tramitaban denuncias de presuntos pagos de coimas para conseguir la sanción de la norma. No conforme con ello, el Gobierno intentó separar de sus funciones al entonces fiscal Anticorrupción, Esteban Jerez, lo que desató protestas multitudinarias en contra. Al final del mandato, la única figura preservada para presentar como candidato a gobernador era la de Alperovich.
4.- La consagración (2003)
Un gobierno pleno en logros y lleno de “peros”
En 2003, el binomio José Alperovich - Fernando Juri se impuso en las urnas a una oposición dividida entre un frente liderado por la UCR, que postuló a Esteban Jerez; y FR, que candidateó a Ricardo Bussi para la gobernación y a su padre para la Intendencia de la capital. La consagración de Alperovich significó la puesta en marcha de uno de los proyectos políticos más exitosos en términos de triunfos electorales y acumulación de poder en lo que va de la recuperación de la democracia. Las sucesivas victorias en las urnas dan cuenta de que se trató de una gestión exitosa. Sin embargo, los logros de la administración estuvieron siempre signados por numerosos “peros”. Muchos de ellos, escandalosos.
• Hito I: crisis sociosanitaria
Se revirtió el colapso, pero con escándalos
A diferencia de Miranda, Alperovich asumió la gobernación con un Gobierno nacional peronista. Sin embargo, la sintonía demoró en llegar con Néstor Kirchner, quien tardó en digerir el triunfo de FR en las parlamentarias nacionales de 2003. Sin embargo, Ginés González García, como ministro de Salud, planteó temprano que o se regalaban los medicamentos (el plan “Remediar”) y se desplegaba asistencia social y alimentaria, o todo el país iba a ser un Tucumán a macroescala. Con ese diagnóstico, la ayuda para los sectores vulnerables no demoró en llegar. Y de parte de Ginés arribó mucho más que eso: él sugirió a Juan Manzur para la cartera de Salud provincial, porque venía de desempeñar ese cargo en La Matanza. La situación sociosanitaria mejoró sustancialmente. “Pero” estalló un escándalo por el cambio en el registro estadístico de la mortalidad neonatal. El radical José Cano, entonces legislador, denunció que los niños que nacían pesando menos de 600 gramos eran anotados como “nacidos muertos” porque era “inviable” su sobrevida. Alperovich lo desmintió y lo llamó “infame”. Pero las pruebas para refutar al opositor nunca aparecieron: los registros habían sido mudados al subsuelo de la Maternidad, que se había inundado.
• Hito II: la obra pública
Muchas viviendas y poca transparencia
Con el precio de los “commodities” en niveles inigualables (la soja alcanzana los 600 dólares por tonelada), la Argentina agroexportadora de la presidencia de Néstor Kirchner vivió (como casi toda América Latina) una bonanza irrepetible. Eso se tradujo en un crecimiento de los fondos para obras públicas, que en Tucumán tuvo impacto directo. El caso emblemático es el megabarrio Lomas de Tafí: 5.000 viviendas. Es, en sí misma, una nueva ciudad. “Pero” junto con la reactivación de las obras públicas proliferaron las maniobras estatales para eludir los procedimientos de transparencia, como las licitaciones públicas. Por caso, todo el emprendimiento de Lomas de Tafí fue adjudicado por contratación directa, en nombre de que si no se iniciaban las obras cuanto antes, el Gobierno nacional le daría los recursos a otras provincias. La operatoria mereció la denuncia de Esteban Jerez (para entonces, diputado nacional -2003-2007), quien objetó que la adjudicación directa se justificara en nombre de que las empresas beneficiarias tenían solvencia financiera y, a la vez, la Nación les otorgara un “adelanto” de obra por el 15% del contrato. Más aún: el alperovichismo modificó la Ley de Obras Públicas de la provincia y derogó la obligación de publicar los llamados a licitaciones públicas en los medios de difusión de la provincia, decisión que fue respaldada por las cámaras empresarias en Tucumán. Con el correr de los años y de las gestiones, la situación sólo tendería a agravarse: se venderían terrenos estatales, en pesos, a inversores privados para que construyeran hoteles de lujo. A cambio, les entregarían, como aliciente, una porcentaje de la inversión en bonos de crédito fiscal (para cancelar impuestos), en dólares. Y no a nombre de la empresa, sino al portador. Luego, se aprobó la autorización a las empresas privadas a tercerizar trabajos contratados por el Estado. Es decir, ya no sólo la adjudicación directa birlaba la licitación pública, sino que ahora se convertía en una mera formalidad: no importaba quién figuraba como el adjudicatario de la obra, el empresario podía derivarla a otro empresario, sin que el Gobierno interviniese.
• Hito III: la hegemonía
Fundación y consolidación del alperovichismo
Ya en el poder, Alperovich forjó una sólida hegemonía política para su proyecto de Gobierno. No sólo condenó al ostracismo a su predecesor, Julio Miranda, sino que también planteó el “divorcio” con su socio político, Fernando Juri. En 2005, fruto de los logros detallados (entre otros), arrasó en las elecciones de diputados nacionales: el oficialismo se quedó con las cuatro bancas en disputa. La lista era encabezada por Beatriz Rojkés de Alperovich. Ella sería, luego, la candidata a presidir el PJ en una interna contra el propio Juri. Se impuso la Casa de Gobierno. En los sucesivos binomios, Alperovich escogió a Manzur como compañero de fórmula. La primacía del alperovichismo supuso un capítulo inédito en las dinámicas políticas de la provincia. “Pero” todas las energías del Gobierno estuvieron centradas sólo en la acumulación de poder. No se reparó en la cronicidad de problemáticas sociales como la pobreza, en el crecimiento de la marginalidad y en el recrudecimiento de la inseguridad y del narcotráfico. La inseguridad fue, precisamente, uno de los déficits más tremendos de la gestión. Aún hoy el alperovichismo sigue estando marcado por el caso de Paulina Lebbos, todavía impune, por el cual ha sido condenada la cúpula de Seguridad del primer gobierno de Alperovich.
• Hito IV: la deuda licuada
Menos pasivo no se tradujo en grandes obras
Cuando Alperovich asumió, la deuda pública provincial equivalía al 100% del Presupuesto General de la Provincial. Cuando dejó su cargo, en 2015, el pasivo equivalía a menos del 25% de la partida general de gastos del Estado. Eso se debió, por un lado, a su sintonía con el Gobierno nacional, que le otorgó generosas refinanciaciones a la provincia. Por otro, al crecimiento exponencial del Presupuesto provincial: en 2003 era de $ 1.250 millones (Ley 7.290). En 2015 ascendía a $ 31.400 millones (Ley 8.745). El año anterior, la deuda pública era de $ 4.100 millones. “Pero” la caída del pasivo y la mayor holgura en las finanzas provinciales no se tradujo en obras de envergadura para la provincia, encaradas con fondos propios, como muestra el resto de las provincias del NOA.
• Hito V: la reforma
Una constitución llena de institutos inconstitucionales
En 2006 se concretó la reforma de la Constitución provincial, con la que Alperovich logró lo que nadie. Antes: habilitó para sí no una sino dos reelecciones consecutivas. Fue un hito en la vida institucional provincial, pero sobre todo en la construcción de la hegemonía oficialista. Se estableció que los DNU quedaban firmes sin tratamiento legislativo; el gobernador organizaba el Consejo Asesor de la Magistratura; no había opositores en el Jurado de Enjuiciamiento, hacían falta más votos legislativos para llevar a juicio político al mandatario que a los vocales de la Corte; la Junta Electoral Provincial tenía mayoría de miembros del poder político, y en adelante se podía reformar la Constitución mediante una simple vía legislativa. Todos estos institutos fueron declarados inconstitucionales y fulminados de nulidad por la Justicia provincial.
• Hito VI: temible en las urnas
Era imbatible en los votos y la empleomanía
Mientras fue gobernador, los hitos de Alperovich valieron mucho más que los “peros” para los tucumanos. En 2007, consiguió la reelección con el 78% de los votos emitidos y contó con tres de cada cuatro bancas legislativas. En 2011 logró su tercer mandato con el 70% y se quedó con los dos tercios de la Cámara. “Pero” esos resultados se obtuvieron, por un lado, con un sistema electoral de licuación de la representatividad: el “acople”. Con un centenar de boletas por cuarto oscuro, en la provincia de 1,4 millón de habitantes hay legisladores con menos de 14.000 votos. Con los “acoples” como listas colectoras de votos, gana quien más “acoples” arma. Por tanto, quien más dinero tiene para volcar a la campaña más chances tiene de ganar. Por otro lado, el alperovichismo disparó la empleomanía estatal: en 2003, la planta de empleados públicos era de 43.486 agentes (Ley 7.290). En 2015 era de 76.385 (Ley 8.745).
5.- El error
Cuando dijo “adiós” debió haber sido del todo
Luego de 12 años de poder ininterrumpido, consagró en el poder al binomio Manzur - Osvaldo Jaldo. Los dos habían sido ministros suyos. Fue en el marco de las elecciones más escandalosas que se recuerden, al punto que en septiembre de 2015 fueron declaradas nulas por la Cámara en lo Contencioso Administrativo y luego validadas por la Corte provincial. Manzur y Jaldo, a su vez, lo consagraron senador nacional en octubre. En 2018, Alperovich reclamó su derecho a ser gobernador otra vez en 2019, luego de que Manzur y Jaldo anunciaran, el 17 de octubre, que buscarían la reelección. “Pero” Alperovich no había advertido que su performance electoral siempre estuvo atada al manejo del Estado: en junio de 2019 salió cuarto, detrás de Juntos por el Cambio y de Fuerza Republicana.
6.- La debacle
Denuncia por abuso y dos años de licencia
En 2019, después de las elecciones provinciales, una sobrina de Alperovich que había sido colaboradora de su espacio en el Senado lo denunció, en Ciudad de Buenos Aires y en Tucumán, de presunto abuso sexual, tanto en episodios supuestamente consumados en la capital del país como en esta provincia. El senador desmintió las acusaciones, afirmó que era objeto de “amenazas” y de “exigencias indebidas”, pero también reveló la identidad de la denunciante, en contra de la voluntad de ella. Pidió licencia en el Senado y pasó los últimos dos años sin volver a ocupar su escaño. Ahora que no tiene fueros, el colectivo feminista “Ni Una Menos” exige que se acelere la causa y el llamado a indagatoria de quien llegó a ser el hombre más poderoso de esta provincia.