El 22 de septiembre de 2009 el Palacio de Justicia de barrio Sur tuvo un amanecer diferente. Era la jornada en la que todas las partes harían sus alegatos y en la que el tribunal daría a conocer el fallo de uno de los juicios más controversiales de los últimos 20 años. Se definía el futuro del santiagueño Pablo “El Loco” Amín, que había mutilado y asesinado a su esposa María Marta Arias el 28 de octubre de 2007 en la habitación 514 del hotel Catalinas Park.

El acusado llegó en silencio. Por primera vez desde el inicio del debate, se cambió de atuendo. Ya no se puso los sacos y pantalones pequeños que lo hacían ver de manera ridícula. En esta oportunidad se colocó una camisa, pantalón de vestir y un saco blanco. Al ingresar a la sala de audiencia, un maremoto de flashes de cámaras fotográficas lo recibió. Movileros de canales y de radio protagonizaron una lucha cuerpo a cuerpo para tratar de “robarle” una palabra al imputado. El público, que colmaba la sala, observaba atónito lo que estaba sucediendo. El tribunal, integrado por Emilio Páez de la Torre, Alberto Piedrabuena y Emilio Herrera Molina, después de poner en orden las cosas, autorizó a las partes comenzaran a alegar.

Los alegatos

Los primeros en dar a conocer su postura fueron los representantes del Ministerio Público Fiscal. “No hace falta investigar demasiado para saber quién fue el autor del homicidio. Son muchos los testigos que vieron cómo el imputado (por Amín) golpeaba el cuerpo de la víctima. Además, le prolongó el sufrimiento con el solo fin de provocarle dolor”, señaló la fiscala Marta Jerez.

“Cuando los policías llegaron al lugar del crimen y encuentran a Amín sentado sobre el cuerpo de su señora, remontaron el arma. Él, de inmediato, decidió entregarse. Eso evidencia que estaba en pleno funcionamiento de sus capacidades psíquicas. El móvil que tuvo fue su ambición. Tenía a María Marta como conejillo de indias para vender su producto. Pero falló. Cuando ella le dijo que lo querían internar, eso desató su ira y cometió un crimen aberrante”, explicó el fiscal Daniel Marranzino. Ambos pidieron que se le dictara la prisión perpetua.

Mario Leiva Haro, representante de la querella, fue claro y conciso a la hora de solicitar que se le dictara esa condena. “Amín sí podía entender que estaba asesinando cobardemente a su mujer. Desde un principio se intentó establecer si estaba loquito (sic) o no. Pero la junta médica, gracias a una serie de estudios y entrevistas, explicó que tenía un trastorno de personalidad; eso no es una enfermedad psíquica ni le impedía comprender la criminalidad de sus actos”, señaló.

“Sabía del proceso que se le venía, y por eso tuvo una actitud manipuladora. Pese a los medicamentos que se le estaban suministrando en el hospital, él seguía diciendo que escuchaba voces y alucinaba. Eso es incompatible con su supuesta enfermedad. Por eso tuvo estas conductas: para tratar de convencer al tribunal de que estaba loquito. Ante las cámaras tiene también ese comportamiento. Actúa para la televisión. No se debe olvidar que tiene un nivel intelectual medio-alto”, destacó.

“El fallo justo implica abstraerse de los prejuicios. No se debe confundir condena con justicia. Esta defensa considera que Pablo Amín es inimputable, porque al momento del hecho no podía dirigir sus acciones, más allá de que comprendiera la criminalidad de sus actos”, sostuvo el defensor Roberto Flores. “Es importante señalar también que la junta médica que lo analizó carece de rigor científico. Son pruebas ilícitas y es patente su arbitrariedad. Ni siquiera tuvieron en cuenta todo lo que hizo la tarde antes del crimen. Por eso, solicito que la exclusión probatoria de ese informe”, agregó Flores, hoy juez del Centro Judicial de Concepción. “¿Por qué habría querido Amín matar a su mujer? Si lo había planeado, ¿por qué no lo hizo en un lugar apartado, donde nadie pudiera descubrirlo? Debe ser absuelto y llevado a un psiquiátrico”, agregó el codefensor Martín Zottoli.

Reacciones

Después de haber escuchado las pretensiones de cada una de las partes, el tribunal se retiró a deliberar. No tardó mucho, solo lo justo y necesario. Cuando ingresaron los jueces, el silencio se apoderó de la sala. Herrera Molina le pidió al secretario Luis Lezana Flores que leyera el veredicto. Amín comenzó a observar con la mirada perdida al público. Cuando escuchó que lo condenaban a prisión perpetua por homicidio agravado por ensañamiento, bostezó. A los segundos, se desató la locura.

“¡Puto! ¡Mirame ahora, puto! ¡Puto!”, le gritaba fuertemente el hermano de la víctima, Claudio Arias, al condenado. “¡Déjenme! ¡Mirame, puto!”, insistía el joven mientras era sujetado por media docena de policías.

El resto de su familia descargó su furia contra Graciela Rodríguez y Vanina Oronel, la madre y la hermana del santiagueño, que también escucharon el fallo a muy pocos metros de distancia. “El Loco” fue trasladado en el acto para evitar que se registraran más incidentes. Los fotógrafos y camarógrafos de medios locales y nacionales saltaban de un banco a otro para tratar de registrar ese momento. Los policías trataban de calmar la situación, mientras los jueces observaban absortos todo lo que estaba ocurriendo. Los magistrados ordenaron desalojar la sala y sólo así se logró restablecer la calma.

“Quiero pedir disculpas por lo que dije. Estoy arrepentido. Les agradezco a todos los tucumanos porque me trataron muy bien”, dijo Claudio Arias, aún con lágrimas en los ojos y mucho más tranquilo. “Creo que el fallo está bien. Él (por Amín) lo tenía armado a todo desde el primer momento. Eso se terminó de demostrar hoy (por ayer)”, aseguró Juan Manuel Arias, el mayor de los hermanos.

“Él amenazó a mis hermanos Claudio y Ricardo durante el debate. Ahora podría haber gritado, pero se sintió avasallado. Entendía perfectamente y escuchó los insultos hacia él y su madre. Ella, aunque no fue partícipe del hecho, sabía la clase de hijo que tenía y no nos advirtió”, agregó Juan Manuel. Ricardo también se mostró conforme con la sentencia. “Si él iba al hospital Borda, iba a ser una venganza. En cinco años se volvía loco en serio. Esto es justicia. Va a estar acá por el resto de su vida. Pero si en algún momento se rumorea que sale por buen comportamiento, no cruza el Río Salí. Yo, personalmente, lo hago boleta a este infeliz. Si quiere seguir viviendo, que se la ‘banque’ en Villa Urquiza”, señaló.

El cronista de LA GACETA Luis María Ruiz, que realizó la cobertura del debate, en un análisis, transmitió lo que le dejó el juicio. “Si se trató de un ardid para zafar de la cárcel, no funcionó. Con sus frases sin sentido, sus gestos exagerados y sus amenazas a diestra y siniestra, Amín no sólo fastidió al tribunal; también se perjudicó a sí mismo”, observó. “Durante los últimos meses, sus abogados no pudieron conversar con él. Cada vez que los recibía en el penal, el homicida de María Marta Arias les relataba fantasías sobre castillos en Europa, apellidos ilustres y otros delirios. Así, debió haber sido muy difícil elaborar una estrategia defensiva”, agregó.

“Si simuló a lo largo de este tiempo, Amín también dañó a su madre y a su hermana. Durante el juicio, ambas contaron con tristeza que el joven ya no las reconoce. Eso debe causarles un hondo dolor a las dos únicas personas que lo acompañaron durante el proceso. Ayer no juró muertes ni escupió a secretarios judiciales. Se lo notó sin energías, casi entregado. Quizás comprendió a último momento que sólo había logrado engañar a quienes más confiaban en él”, destacó.

Los fundamentos

A los 15 días de haberse dictado la sentencia, el tribunal dio a conocer los fundamentos del fallo. “El acusado presenta una memoria selectiva, pues no se acuerda de la parte de la mutilación ocular de su esposa. La amnesia es parcial en lo que le conviene”, señalaron los magistrados al argumentar el porqué de la condena.

Herrera Molina, Piedrabuena y Páez de la Torre entendieron que los dos empleados del hotel sorprendieron al homicida golpeando el cuerpo de su esposa en el primer piso del edificio. Los encargados llamaron a la Policía y el homicida se entregó no bien escuchó que un agente remontaba su arma. “Todos estos factores indican que tenía conciencia de la situación y de las consecuencias jurídicas de su comportamiento homicida. (...) Mantuvo capacidad de comprensión del suceso de su obra macabra, y la quiso consumar”, describe el dictamen.

Los jueces se fundamentaron, en parte, en el análisis realizado por la junta médica, que había señalado que el santiagueño era portador de un trastorno límite y antisocial de la personalidad. Esa era también la hipótesis de los fiscales de cámara Jerez y Marranzino, y del abogado querellante, Leiva Haro. “Pablo Amín presenta algunos rasgos psicopáticos, como frialdad, manipulación, egocentrismo, etcétera”, señalaron en la sentencia. Y agregaron: “si en la época de la confección del dictamen (de la junta médica), simulaba delirios, esa actitud persiste en cuanto a la simulación de estar en enajenación, asumida en diversas audiencias que se sucedieron en este proceso, marcando histrionismo y agresividad calculada”.

Los magistrados señalaron que, meses antes del juicio, se habían entrevistado con Amín en Villa Urquiza, y este les comunicaba que quería salir de Máxima Seguridad para poder socializar con otros presos. En cuanto al móvil del crimen, el tribunal llegó a elaborar una hipótesis: “la reticencia de María Marta Arias a exhibirse de ejemplo de curación (padecía de lupus, una enfermedad crónica) con la ingesta de los productos vendidos de Herbalife, lo que habría sido el factor de furia”.

Los jueces, finalmente, decidieron que el condenado fuera trasladado al penal de Villa Urquiza, aunque no precisaron ni ordenaron qué tipo de tratamiento debía recibir. Su madre y su hermana fueron las primeras en visitarlo luego de que fuera condenado. “No se preocupen. Dentro de 10 días salgo y vamos a comer un asado al cerro, todos juntos”, les dijo. Le quedaba todo un desafío: sobrevivir en un mundo hostil y obscuro como la cárcel. Pero tuvo más de una receta para hacerlo durante más de 14 años.