Gracias a información relevada por la empresa argentina Sistema de Monitoreo Agrícola (SIMA) Agtech, que cuenta con una base de datos de más de cuatro millones de hectáreas en ocho países de Latinoamérica, se pudo determinar cuáles son los lugares de la Argentina que registran mayores niveles del indicador “EIQ’’, el cual permite evaluar el impacto ambiental generado por una aplicación de fitosanitarios. En tanto, los principios activos de insecticidas son los que tienen un valor más elevado de este coeficiente.

Se trata de las zonas productivas de la provincia de Entre Ríos y, en menor medida, del sur de Santa Fe. El mayor nivel responde de forma directa a los diferentes cultivos que se siembran, a la rotación de estos, a la cantidad de aplicaciones e, incluso, a los diferentes productos que se utilizan durante la campaña.

Para este estudio, la compañía se basó en el coeficiente “EIQ’’, un indicador que permite evaluar ese impacto. Asimismo, SIMA analizó la cantidad de aplicaciones que se hace por cada cultivo y determinó que en promedio, para los tres principales, el valor de EIQ por aplicación es de 9,40, lo cual para la escala de referencia utilizada se puede catalogar como de “impacto bajo”.

En términos generales los principios activos de los insecticidas, con 30,3 de EIQ son los que ocupan el primer lugar del podio, en tanto que los de fungicidas tienen en promedio un valor del indicador de 29,6 y, por último, con un valor de 19, están los herbicidas.

Analizando la información por cultivo, se puede observar cómo el uso de los disímiles Principios Activos modifican el resultado final del impacto ambiental. En este caso se distinguió lo que sucede con los herbicidas en los distintos cultivos.

Detalles

El EIQ ponderado por área aplicada, para cada cultivo, muestra cual es el valor del indicador cuando se miden solamente los herbicidas. Si bien pudo verse que hay algunos principios activos que se usan en los tres cultivos, las dosis utilizadas, las mezclas y la cantidad de aplicaciones realizadas son distintas y eso, obviamente, es lo que hace que los resultados difieran.

Resulta interesante el caso del glifosato y el 2.4D, por ejemplo. Una sola aplicación del primero en el cultivo de soja genera menos impacto ambiental que una sola aplicación del segundo en el mismo cultivo (17.19 frente a 30.52).

Pero cuando se evalúa el indicador ponderado por el área total aplicada -el cual considera el número de aplicaciones, el área en cuestión y la dosis-, el glifosato genera algo más de impacto que el 2,4D (49.64 vs 43.27). Este resultado básicamente se explica debido a un mayor número de aplicaciones con glifosato (1.56) que de 2.4D (1).

“Resulta importante que se tenga presente que el indicador por sí solo no nos dirá nada. Entender qué hay detrás de cada número es fundamental; incluso para poder tomar decisiones de qué aplicar, cómo y cuándo”, señalaron, a modo de conclusión, los técnicos de SIMA Agtech.