Una obra de arte cumple con su cometido cuando interpela y enriquece a quien la observa. “Revés de trama”, de Carlota Beltrame, logró eso y más, porque también invita a la reflexión. Nos conmina a visitar nuestro pasado y las dos desacralizaciones de la casa de los Laguna (una, su demolición en 1903, cuando un tucumano presidía la República y Lucas Córdoba gobernaba la provincia; la segunda, cuando el 15 de febrero de 1971 un grupo subversivo copó la casa, con Levingston e Imbaud en el ocaso de sus mandatos fácticos...). Lleva a mirar el presente, cuando nos indignamos con noticias falsas (“un homenaje”... dijeron; “hay pintadas”... retrucaban, mostrando fotografías intervenidas; “han colocado una placa”... transmitían a viva voz...), e impostamos horror por pereza intelectual, al pensar que traducir en randa una foto histórica nos hace cómplices de lo transcrito, como si del ídolo de una religión animista se tratara. Y también nos invita a repensar sobre nuestro futuro como sociedad, cuando vemos a tantos dirigentes que, encrespados por los hilos sutiles, los nudos diminutos y los bordados amorosos de “Revés de trama”, claman por un oxímoron de proporciones homéricas, la censura de un hecho artístico en nombre de la democracia...

Esteban Lavilla


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