Ni la potencia del kamehameha puede detener a las redes sociales cuando un tema se vuelve tendencia. Y mucho menos si, además, queda bajo el caparazón de la reciente ola de revisionismo que sacude a los productos audiovisuales del pasado.
Esta vez fue el turno del animé “Dragon Ball Super”, transmitido por Cartoon Network LA.
¿Qué pasó? La sinopsis arranca en julio, cuando el Ministerio de Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual de Buenos Aires presentó en la Defensoría del Público una nota en la cual alertaba sobre la presencia de una escena con violencia simbólica y contenido no apto para niños de cuatro a 11 años.
En resumen, dentro de la obra un adulto mayor (el Maestro Roshi) intenta superar su desmedida atracción por las mujeres y le pide a otro personaje (Puar) que se transforme en una joven para vencer dicha debilidad. En un relleno habitué para los fanáticos, lo que sigue son una sucesión de toqueteos y negativas.
En respuesta a la notificación, el canal infantil optó finalmente por retirar la obra de su grilla y emprender una revisión exhaustiva. Mientras tanto, a miles de seguidores les ganó la sorpresa (y los unió el espanto).
“Lo ‘políticamente correcto’ está calando hondo en el rubro del cine, tele y producción multimedia. En ese aspecto, fomentar una mayor sensibilidad y ejercer como espectadores el sentido crítico es elemental para evitar perpetuar mensajes denigrantes, maliciosos o poco inclusivos”, comenta el sociólogo Jeremías Alarcón.
Sin embargo, el educador afirma que el modo de encarar este planteo fue errado. “Nuestro peor pecado al comparar lo presente con lo antiguo es juzgar cualquier pensamiento, estereotipo o costumbre desde el etnocentrismo. A partir de ahí son pocos los pasos hasta la censura. Toda pieza de expresión artística o recreativa debe ser analizada con los lentes del contexto sociocultural e histórico de elaboración”, explica.
Además -sin implicar una baja fatal- desde su estreno, en 1986, la animación ha tenido muchísimos recortes al distribuirse para adaptar el contenido a los estándares de cada país y evitar la presencia excesiva de sangre, desnudos o violencia.
Intermedios
El licenciado en Animación Digital Víctor Casmuz afirma que la franquicia representa una obra de culto para muchísimos adultos. Por eso, creer que su público solo agrupa a los niños es un error usual entre quienes pasan por alto las diferencias culturales con Japón.
“Desde la perspectiva de los fanáticos, la remoción de Dragon Ball fue una mera carta para hacer partidismo o política; dado que la escena fue descontextualizada de su contrato de ficción y -por ende- del resto de elementos que contrastaban los disvalores con enseñanzas positivas”, enfatiza el autoproclamado otaku.
Por ejemplo, al mostrar mujeres fuertes e inteligentes (¡salve Bulma!) o el repudio del resto de personajes ante los actos pervertidos.
“La escena es 100% repudiable y cosas similares aparecen en cada capítulo (hay tomas de colas, pechos, cachetadas por el acoso, etcétera). No obstante, antes que reflexionar y replantearnos dichas apologías a la violencia de género, la sensación que queda es la de nunca hallar instancias donde los temas de género importantes sean tratados con la profundidad que requieren por parte del Estado”, agrega.
Prejuicios
A esta idea, el coleccionista de mangas Nicolás López suma su enojo por los prejuicios que aparecieron hacia la industria nipona del entretenimiento. “Las generaciones que hoy rondan entre los 20 y 30 años han crecido con contenidos iguales de repudiables y de producción nacional y estadounidense”, increpa el dueño de una tienda local de cómics y funkos.
En su lista destaca dibujos como “Johnny Bravo” y los “Looney Tunes” (con la violencia física entre sus miembros o Pepe Le Pew).
“Criticar lo extranjero siempre resulta más sencillo que hacer mea culpa. En este recorte de la realidad los animés parecen obscenos, reprochables, pero seguimos chochos con la cosificación de los cuerpos en 'Showmatch' y dejamos que los pequeños escuchen lo que se dice allí (o en sus programas satélites dentro del horario infantil) mientras cenamos”, acota.
Ante el intento de proteger a sus hijos y crear un clima ameno para su desarrollo, la pedagoga Estefanía Cañas señala que los padres suelen caer en la “teoría del espejo”.
“Eso significa que vemos las acciones y las preferencias de los más pequeños desde nuestro propio reflejo. Cargado por los pensamientos, miedos y limitaciones que vivimos al crecer”, explica. Su efecto nos lleva a adoptar una crianza del tipo prohibitiva, con fuertes figuras de autoridad y pocas conversaciones sinceras para conocer sus gustos.
Además, Cañas sostiene que durante la infancia los componentes lúdicos (“el ocio creativo”) colaboran a la socialización, formación identitaria y el desarrollo de la autoestima.
“Los chicos no son robots que por ver una hora de Dragon Ball van a cambiar sus creencias. Al contrario, estas se configuran mediante un montón de experiencias con su entorno, charlas con compañeros y lo que les decimos (o no) los grandes”, aclara.
Por este motivo, antes que tomarnos a pecho las críticas o sugerencias de una u otra animación, lo sustancial es ofrecerles ejemplos que amplíen su perspectiva. “Esto permitirá también que haya refuerzos positivos cercanos y reparaciones simbólicas automáticas al detectar algún hecho que levante nuestras alarmas por sus tintes grotescos, sexuales o de discriminación”, agrega la especialista.
Por otro lado, nunca debemos comparar el pensamiento adulto con el infantil. “El sistema de creencias y la capacidad cognitiva son obviamente diferentes. Lo cual hace que nosotros nos horroricemos por cosas que ellos ni siquiera detectan al no aportarles ni restarles nada a sus fantasías. Este es el caso de los chistes o dobles sentidos que se esconden en bastantes animaciones”, finaliza Cañas.
Regulación
¿Quién se encarga en la Argentina?
La actividad de los servicios de comunicación audiovisual es considerada de “interés público” y existen parámetros a respetar. El organismo encargado de hacerlos cumplir o accionar ante cualquier conflicto es el Ente Nacional de Comunicaciones. Ante situaciones afines a la de “Dragon Ball Super”, mantiene vínculos con distintos organismos e instituciones como el Consejo Asesor de la Comunicación Audiovisual y la Infancia y el Observatorio de la Discriminación en Radio y TV (formado por el Consejo Nacional de las Mujeres y el Inadi). Cualquier ciudadano puede presentar su reclamo, consulta o denuncia al Enacom a través de la Defensoría del Público de servicios de comunicación audiovisual. Conocé más ingresando a www.enacom.gob.ar.
En las aulas
Dragon ball también sirve para enseñar
El mundo de “Dragon Ball” ofrece también cientos de investigaciones académicas sobre el impacto de este anime y sus variadas formas de sacarle provecho. Entre ellos, el libro “Dragon Ball: fenómeno social” (de Vicente Ramírez) sugiere usar este manga como material didáctico de estudio para niños y adolescentes en las instituciones educativas. Sus páginas (cargadas de viñetas y referencias) ofrecen actividades para que los estudiantes reflexionen sobre diversidad sexual y étnica, su identidad, sus derechos y el rol de la familia, valiéndose de los valores y los contravalores expuestos por los personajes.