Mikis Theodorakis, el destacado compositor que alcanzó renombre mundial a partir de la canción de la película “Zorba, el griego” de 1963, una música unida indefectiblemente en la memoria popular al baile efectuado por el actor Anthony Queen en pantalla, murió ayer a los 96 años en su casa de Atenas, tras varios años de lucha contra una enfermedad cardíaca.

El compositor también dejó su sello en filmes como “Serpico”, de Sidney Lumet y “Z” y “Estado de sitio”, lo cual lo ligó a la obra del director Costa Gavras, además de musicalizar “Canto general”, el poemario de Pablo Neruda. Su activismo político incluyó la lucha contra las sucesivas ocupaciones italiana y nazi en plena Segunda Guerra Mundial y su oposición a la dictadura militar en país -entre 1967 y 1974-, que le valió detenciones, torturas y años de exilio. Sin embargo, en las últimas dos décadas recibió fuertes cuestionamientos por haberse pronunciado a favor de la centroderecha y criticado a los judíos, muchos de ellos descendientes de familias a las que ayudó a escapar en los 30 y 40 de campos de concentración.

Más allá de las polémicas, a lo largo de su trayectoria el creador construyó un puente fundamental entre los ritmos tradicionales de su país y la música clásica, algo que se reflejó tanto en sus temas más populares como en sus sinfonías.

Theodorakis había nacido en la isla de Quíos en 1925 y desde muy pequeño recibió educación musical a partir de la facilidad demostrada para ejecutar instrumentos y su gusto por los ritmos populares. Tras la contienda bélica, se radicó en París para continuar sus estudios musicales y realizó sus primeras bandas sonoras y algunas sinfonías que lo convirtieron en un nombre conocido y respetado.

A principio de los 60 regresó a Grecia, donde volvió a tomar contacto con el folclore local y fusionarlo con la música clásica, una amalgama que alcanzó su forma definitiva en “Zorba, el griego”. La dictadura en su país lo llevó a emigrar nuevamente a fin de esa década. A mediados de los 70 regresó a su país y continuó con su impresionante andar artístico; en paralelo emprendió diversas campañas en favor de los derechos humanos y en contra del desarrollo de la energía nuclear, sobre todo luego de la explosión de la central rusa de Chernobyl, en 1986.

En los últimos años, Theodorakis padeció problemas cardíacos. Sin embargo, no evitó que siguiera participando de diversas manifestaciones populares contra el Gobierno de su país y de dejar sentada su opinión contra el populismo.