El 2 de septiembre de 1587 fray Francisco de Victoria, obispo del Tucumán con sede en Santiago del Estero, efectuó el primer embarque de manufacturas santiagueñas con destino al Brasil a través del Río de la Plata, rompiendo de esta manera el cerco económico impuesto por la corona española y quedando así inaugurado el puerto de Buenos Aires y abiertas las puertas del país al comercio internacional. Al cumplirse un nuevo aniversario del Día de la Industria Nacional, debemos homenajear a este insigne prelado de origen judeoportugués que echó las primeras semillas de la emancipación económica y el que es, además, el verdadero pionero de nuestra industria del azúcar al introducir la caña y las primitivas maquinarias para su elaboración: “hierro, acero, calderos de cobre e peroles”. Junto con él no podemos dejar de evocar a los numerosos artesanos y mercaderes hispanoportugueses que, víctimas de la intolerancia religiosa, fueron arribando a estos territorios en el transcurso de los siglos XVI y XVII, contribuyendo, con el tiempo, al desarrollo e independencia de las vastas y olvidadas comarcas del Plata, Tucumán y Cuyo. “Tantos innumerables hebreos han entrado y de nuevo entran con mayor crecimiento por aquellas partes”, decía un testimonio del Santo Oficio limeño del siglo XVII (José Toribio Medina). No tardaron en integrarse y formar empresas con vecinos y encomenderos. Importantes documentos coloniales de archivos españoles y americanos nos permiten identificar como “cristianos nuevos” a la mayoría de los mercaderes y a la mayor parte de los pobladores de la Colonia. Es necesario recordar, propósito, que en el año 1580 están unificados los reinos de España y Portugal; el rey Felipe II decide trasladar el Santo Oficio a Portugal por la existencia allí de una numerosa comunidad de “cristaos novos” (conversos sefaraditas) “sospechosos de la fe”. Como consecuencia, muchos deciden emigrar a las colonias hispanohablantes. “Sinceros o no, con o sin licencia, pronto llegaron a manejar todos los hilos del comercio colonial”. “Eran hacendados, herreros, plateros, mercaderes y gente de mar”. José Ramos Mejía dice que “en 1600 constituían la mayor parte de la población blanca, siendo vanas las persecuciones intentadas por la autoridad civil y eclesiástica; pronto adquirían la calidad de vecinos desposados con las mozas de la ciudad”. Raúl A. Molina señala que “numerosos portugueses, hebreos en su mayor parte, tornaron a reabrir los caminos de Córdoba y de Santiago el estero, dando comienzo así a la función de distribuir las mercancías y el ganado que un destino inexorable desvía al Potosí”. A pesar del empeño de la corona por trasladar a la península toda la plata de las minas potosinas a través de la línea Lima-Panamá-Sevilla, la única permitida, buena parte de ella se escurría ahora por la ruta del Tucuman-Río de la Plata-Brasil, rompiendo el cerco monopólico impuesto por la metrópoli. Ricardo de la Fuente Machaín señala que: “no es aventurado afirmar que a estos lejanos colaboradores debemos el rápido incremento de nuestra capital y hasta la base de nuestra grandeza comercial, pues cuando los pobladores, faltos de medios para exportar sus productos, se ahogaban bajo las pilas de cueros provenientes de las estancias, fueron los portugueses quienes, al iniciar su aprovechamiento, dieron estabilidad a la ciudad y enseñaron a sus habitantes dónde estaba la fuente de la riqueza nacional”. En el Tucumán los mercaderes residentes, en base a la abundante mano de obra aborigen y africana, explotan la industria de los telares, la venta de manufacturas, la ganadería y los productos de la tierra. “El Tucumán de una producción que sólo apuntaba al autoabastecimiento, pasa aceleradamente a un economía de largo alcance ya que Potosí, Brasil y Europa son las puertas por las cuales los territorios rioplatenses se integran a la economía mundial”. Parece una constante histórica que las colonias se liberan de la metrópoli cuando comprueban que esa ya les es innecesaria. Los “portugueses” fueron responsables, en gran medida, de todas estas transformaciones. Ellos desempeñaron, a sabiendas o no, el papel de edificadores de la independencia económica de las Provincias del Sur, las que, en poco tiempo más, habían de luchar con las armas por una emancipación mayor.

Arturo Garvich


Las Heras 632


San Miguel de Tucumán