El coronavirus ha puesto a prueba nuestra paciencia: esperamos con el barbijo puesto estar vacunados y que llegue el día en que volvamos a salir a la calle como antes, sin miedo y con abrazos. Y mientras esperamos, seguimos a prueba. Aunque no sólo es nuestra tolerancia la que se mide desde hace meses, sino un cúmulo de otros sentimientos. Si nos fijamos en las relaciones, ellas también están en capilla. "La pandemia ha incidido en todas las parejas; en algunos casos, de una manera compleja y en otros, más resiliente", dice la psicóloga y sexóloga Mariana Luna (matrícula profesional 2472), especialista en terapia de parejas.

Que sea de uno u otro modo depende -básicamente, prosigue- del matrimonio, de las personas y del ciclo vital que se esté atravesando. "En una familia con niños chicos, el estrés, el cansancio y la falta de sueño tienen una incidencia considerable", apunta la especialista. Un segundo factor que menciona son aquellos que han atravesado situaciones ocasionadas por el virus propiamente, como la muerte de una persona querida o la pérdida de un trabajo ("hubo duelos que han generado conflictos a nivel individual y en el vínculo, por consiguiente"). En tercer lugar, Luna dice que no estamos educados emocionalmente para compartir tiempo con el otro: "por lo general, los cónyuges se ven a la noche, con todo el cansancio del día; especialmente en la mujer, que todavía tiene a su cargo las tareas de cuidado de los hijos, en mayor porcentaje que el hombre".

- Pareciera que la vida cotidiana no ayuda, ¿no?

- La pandemia nos ha puesto a convivir con esa rutina mencionada anteriormente, a compartir el día a día, a estar horas encerrados. Ante eso, observamos adultos que quieren resolver sus conflictos desde una posición infantil y con una gran dificultad para tolerar las frustraciones. Esto ha desencadenado crisis significativas en los matrimonios que no tienen una buena comunicación, un buen convivir y una buena intimidad emocional y sexual. Este virus ha sido un detonante total.

De hecho, desde hace días las revistas y programas de chimentos comentan la historia de los actores Benjamín Vicuña y María Eugenia "China" Suárez, que acaban de anunciar su separación luego de unos cinco años de convivencia y dos hijos en común, de entre uno y tres años. Entre las razones que se comentan, se oye una y otra vez que "venían mal por la pandemia". Pero, ¿acaso es común pasar del nacimiento de un hijo a una disolución familiar en apenas meses? ¿Por qué? ¿Han incidido las cuarentenas? "La crianza de niños de cero a tres años genera cambios. Sin embargo, hay poco conocimiento y aceptación de esas modificaciones. De repente, el ideal contrasta de manera brusca con la realidad", contesta Luna.

El hecho de ocuparse de otra persona y no poder ocuparse de la propia individualidad genera frustración, prosigue. A su vez, esa frustración desemboca en crisis individuales. Y esas crisis individuales provocan crisis matrimoniales. "Esto se ve a a diario. La pareja no llega ni a entendimientos ni a acuerdos; falta empatía", aprecia.

- Se oye como un conflicto vinculado plenamente a la mujer.

- Por un lado, aparece la realización personal. Por el otro, la pareja. Y por otra parte, los hijos. Cuesta integrar estos aspectos. Hay que aceptar que los chicos, en sus primeros años, requieren tiempo. A veces, algunos adultos no están preparados para responder. Cuando se enfrentan a la realidad, colapsan. Quizás a la mujer le cueste integrar esos tres aspectos y al hombre le cueste asumir esa demanda.

Lo cierto es que somos poco conscientes que vivimos entrelazando tareas, sintiendo que todo va demasiado deprisa, teniendo cosas pendientes. El agotamiento nos acompaña a diario en nuestra crianza, en nuestra familia. Vivimos en automático y cualquier capricho infantil es capaz de sacar nuestra peor versión. "He visto muchísimos matrimonios que han quedado embarazados en esta pandemia. Creo que eso tiene que ver con dos factores, fundamentalmente: la falta de consciencia en los cuidados y la falta de consciencia al elegir tener hijos. Se suben al 'caballito de la familia' y los niños llegan sin decisión y sin elección", apunta la experta. Y enseguida destaca una tercera causal, tan relevante como las anteriores: a veces, parece que los hijos vienen a salvar el matrimonio. "Son conocidos los casos de nacimientos en plenos conflictos... suponen que ese niño hará que 'la crisis se diluya... que se enfoquen en un futuro'", comenta. Desgraciadamente, no es así: ningún hijo puede salvar una pareja. Para eso se necesita un proceso personal y un proceso de a dos, explica.

- ¿Qué parejas salen fortalecidas de este aprendizaje y cuáles no?

- Las parejas fortalecidas son aquellas que han logrado transformar la realidad. Esto se logra al aceptar lo que nos toca. Y a partir de esa aceptación, se deben gestionar los cambios necesarios para readaptarnos a un nuevo estilo de vida; a trabajar desde la casa, con los niños y sin ayuda. En el consultorio esto se ve a diario. Los fortalecidos son aquellos que pudieron dar respuestas. Las parejas conflictuadas, en cambio, son aquellas que no aceptan y cuestionan 'el encierro, los ruidos, los chicos', etcétera.

En definitiva, lo que la psicóloga y sexóloga ha planteado hasta aquí es que si queremos que nuestra convivencia en pareja y familiar sea positiva y feliz, tenemos que empezar por ser madres y padres felices. Adultos que se quieran, respeten, sean empáticos y, finalmente, responsables.


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