Cuentan los viejos pescadores que los amaneceres no son los mismos que hace 30 años. Aseguran que el naranja predominante en esa explosión de colores era más fuerte, de tonalidad ocre, mientras que ahora es un naranja más brillante. Parece ser una explicación muy simple de los efectos de la contaminación del aire. La polución, las partículas de tierra que abundan por la falta de lluvias, las quemas de cañaverales y basurales, no sólo se transformaron en una pesadilla para los asmáticos y alérgicos; también atentan contra ese increíble espectáculo que ofrece el nacimiento del día.

Las consecuencias del cambio climático han dejado de ser una charla de viejos pescadores trasnochados y de ecologistas. Han avanzado y se transformaron en tema de agenda de los especialistas ambientales, como el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU advirtió sobre el “impacto irreversible” y el peligro para la humanidad que representa el límite del calentamiento global de +1,5°C fijado por el Acuerdo de París. Estas consecuencias están entrando en la mesa cotidiana de las familias, así como forman parte de la conversación de las generaciones más jóvenes que luchan por un futuro mejor. El informe de los especialistas intergubernamentales detalla cómo se está devastando la Tierra. “Lo peor está por llegar y afectará a las vidas de nuestros hijos y nietos mucho más que a las nuestras”, dice.

Ya los jóvenes marcan el camino y apuntan con sus dedos acusadores a los que atentan con el medio ambiente. Se molestan porque el tema no forma parte de los discursos de los candidatos que pugnan por llegar a las cámaras de nuestro país. Y basan su inquietud con un ejemplo que atenta contra todos los argentinos: la histórica bajante del río Paraná. Los dirigentes provinciales y nacionales están más preocupados en las complicaciones económicas que se están generando -que son importantes, por cierto- que en salvarlo, ya que agoniza por la aterradora disminución del caudal.

Nuestra región no está ajena a esa situación. La cuenca Salí-Dulce también presenta un panorama paupérrimo por una sequía. En Santiago del Estero hay alarma y, mientras se implora por las lluvias torrenciales de Tucumán (que por ahora están lejanas), se regula cada vez más el paso del agua para preservar el recurso, lo cual está ocurriendo también en varias zonas tucumanas. Al mismo tiempo, son preocupantes las noticias de usurpaciones de tierras en El Cadillal, las cuales van acompañadas de tala de árboles, pese que están en una zona protegida, de bosques nativos. Ese es un daño incalculable que tiene un costo altísimo para todos los tucumanos. Un predio, a través de un fallo judicial, puede recuperarse, pero un árbol originario no, o por lo menos, no en un corto plazo.

Jóvenes españoles lanzaron hace pocos días una insólita campaña. Pidieron a sus compatriotas que cortaran los elásticos de los tapabocas porque las aves se están enredando con ellos y eso causa una gran mortandad. Justamente, son las nuevas generaciones las que permanentemente están realizando acciones concretas. Mientras se espera que los dirigentes reaccionen, bueno es tomar ejemplo del empuje de los jóvenes. La activista sueca Greta Thunberg dijo que el informe sobre el cambio climático permite ver “la realidad de frente”. Aunque dice que es necesario “actuar ya”, el texto es también una fuente de “esperanza” porque muestra que hay “cada vez más gente que está dispuesta a decir las cosas como son”.