Hay dos incisos en el artículo 43 de la Constitución provincial que son primos hermanos y que nacieron en 2006 a la luz del pragmatismo del que hacen gala los peronistas: el 12 y el 16. Del primero se acuerdan con desprecio los opositores en cada elección provincial, y el segundo casi igualó en fama a aquel en los últimos días. Es que el 12 alude al sistema de acople ideado como un traje a medida de los intereses del PJ para ganar elecciones. En tanto, el 16, complementario en finalidad, fue incorporado para permitir que sus candidatos, siendo funcionarios ejecutivos, saquen ventajillas electorales a partir del ejercicio ininterrumpido de sus cargos. Fija que ningún funcionario podrá ser obligado a tomar licencia previa al comicio por el hecho de ser candidato. O sea, a seguir usufructuando el puesto y sus beneficios, o cajas.

Cuando se trata de acceder al poder o de continuar en él, el peronismo desnuda su vocación por ejercerlo y de jugar al límite para beneficio propio. Impone reglas y obtiene ventajas debido a la legalidad que le otorga el rango constitucional del artículo 43. Serán incisos polémicos, y hasta objetables y cuestionables desde lo ético, pero el PJ contó con la mayoría y la representatividad suficiente para incorporarlos en la Carta Magna con pragmatismo político y picardía institucional. Le faltó la reelección indefinida y el combo era completo.

Por eso llama la atención y provoca curiosidad que entre compañeros -aunque en veredas electorales enfrentadas- quieran “pizarrearse” entre sí instándose a tomar licencias por ser precandidatos, cuando todos ellos saben -porque portan idéntico gen justicialista- que el inciso 16 los une en sangre y en intencionalidades. Entonces, avanzar con esa propuesta obliga a preguntar cuál es la real intención de los pedidos de licencias impulsados por peronistas, ya que las elecciones son nacionales y que “el 16” tiene validez sólo para los comicios locales.

Cuando se reformó la Carta Magna hace 15 años, el PJ gobernaba la provincia y el municipio capitalino, con José Alperovich y Domingo Amaya, respectivamente; por lo que legisló para facilitar la continuidad del justicialismo en el poder y para dificultar el acceso de la oposición. Esa situación mutó, hoy San Miguel de Tucumán no está en manos del PJ, pero sí en manos de un peronista que conoce la génesis de los incisos y que intuye por qué lo presionan. Está más que claro porqué Alfaro no va aceptar nunca tomar licencia para dedicarse a la campaña electoral automarginándose de la administración municipal. La Constitución me ampara, diría. Carta Magna que, por cierto, ayudó a redactar su esposa, Beatriz Ávila, como convencional constituyente en 2006.

Sí está claro para los muchachos de Perón cuál fue la razón de imponer este inciso en el capítulo de la Bases del Régimen Electoral, por lo que es natural que el intendente desconfíe de otro peronista -como Fernando Juri, esta vez adversario-, para que lo reemplace si toma licencia. ¿Facilitar así que le obstruyan el manejo directo de la gestión? Negativo. Si el presidente del Concejo Deliberante fuera del PJS vaya y pase, porque manejaría a control remoto la intendencia, pero es un “enemigo” político el que le sigue en el orden de sucesión. No es el mismo caso de sus pares Mariano Campero y Roberto Sánchez, que pueden salir de licencia -lo harán mañana- ya que la gobernabilidad está asegurada -como dicen- porque dejan en sus sillones a concejales del palo, a Rodolfo Aranda y a Alejandro Molinuevo. Están protegidos de eventuales travesuras. Sus espaldas están a salvo de recibir puñaladas.

Además son integrantes de un partido que defiende y demanda transparencia y conductas éticas en la función pública. Desde ese ámbito, los radicales pueden cuestionar a Alfaro por no tomar licencia para dejarlo mal parado frente a la sociedad de cara a la interna abierta de Juntos por el Cambio, porque el hoy socio lleva a cuestas las “mañas” del peronismo, las que relucen en los incisos 12 y 16.

Casualmente, la condición de peronista del capitalino es la que hay que sopesar a la hora de observar también la interna del Frente de Todos, porque todo tiene que ver con todo. Y porque más de uno se pregunta a quién le saca votos peronistas Alfaro, si a Manzur o si a Jaldo.

Dos interpretaciones para posibles respuestas:

1- la avanzada manzurista en el Concejo Deliberante intenta debilitar al intendente con la sanción de una ordenanza que lo obliga a tomar una licencia extraordinaria por ser precandidato a senador; arrancándole así, momentáneamente, la botonera municipal para que en tiempos electorales no aproveche el manejo de los recursos municipales. Los compañeros se conocen, se empaparon en el mismo manual de acción. Entonces, ¿pretenden debilitarlo porque estiman que les está restando adhesiones peronistas a Manzur en el interior?

2- con la maniobra el manzurismo trata de fortalecer a Alfaro como opción opositora al exponerlo en el mismo nivel protagónico que el oficialismo; es lo que sucede cuando se lo bendice como el principal rival político; al fin y al cabo son compañeros que entienden el mismo código de comportamiento aun como adversarios circunstanciales. Entonces, ¿desean fortalecerlo como opción opositora porque así le resta votos peronistas a Jaldo en el interior?

En el alfarismo pueden pensar que es válida la primera alternativa, mientras que en el jaldismo apostarán por la segunda.

¿Cuál es la estrategia de Manzur? Dividir. Él contra una oposición fragmentada, cuadro en el que se preocupa especialmente por ubicar al vicegobernador, no sólo diciéndole macrista sino hasta traidor. De esa acusación en el peronismo ya no se vuelve, no hay regreso amigable posible. Cuantas más alternativas opositoras más dividido estará el voto, y mejor será para él en caso de que obtenga un buen caudal de sufragios, los suficientes como para declararse ganador de las PASO, por más que sea una elección para acomodar las listas finales.

En esa votación, el gobernador necesita, de mínimo, 300.000 votos para consolidar su liderazgo en el peronismo y mostrarle al Gobierno nacional que no se ha equivocado al respaldarlo con un desfile incesante de figuras nacionales que vinieron a levantarle el brazo. Está obligado a conseguirlo; por lo que es entendible que juegue a fondo, el todo por el todo, al límite y con el manual del pragmatismo peronista encima.

¿Tiene razones Manzur para preocuparse por lo que pueda hacer y conseguir Jaldo? El propio mandatario, con sus acciones y palabras, indica que sí. La mención permanente del tranqueño lo revela, máxime cuando es al único “opositor” al que ataca agresivamente, por más que sea en el marco de una interna del Frente de Todos. Es que el nivel de confrontación que alcanzó la disputa en el PJ se aproxima más a una suerte de polarización, porque la lucha supera las fronteras del partido y del propio oficialismo, azuza y roza hasta a los independientes.

Manzur se trepa a su condición de titular del PJ para “verticalizar” el voto peronista mostrando al presidente de la Legislatura como un enemigo de la causa; y a la vez se asienta en la vacunación masiva para seducir al ciudadano independiente.

Jaldo, en cambio, apela al sentimiento del peronista al sostener que la gestión del gobernador no representa ni deja bien parado al PJ y se muestra hasta más crítico con la gestión del gobernador que los propios opositores a fin de captar la atención del electorado independiente. El miércoles, en el programa de Panorama Tucumano, pidió públicamente la renuncia del ministro de Seguridad haciéndose eco de la demanda social por la inseguridad; pero a la vez elogió y se abrazó con la ministra de Salud, Rossana Chahla, para dejar bien en claro al peronismo que su único adversario es Manzur, no el resto de los compañeros.

Es seguro que el vicegobernador no se moverá un ápice de su estrategia de “pegarle” a su compañero de fórmula. En ese marco, aludiendo al trasfondo peronista del inciso 16, ¿qué hará con el proyecto del alfarista Walter Beraducci que plantea la licencia obligatoria del gobernador por ser precandidato? Podría darle curso para quedarse con el manejo del Estado, casualmente desatendiendo aquel “espíritu peronista” del inciso porque hoy es enemigo de Manzur. Aunque difícilmente el proyecto llegue a discusión en el recinto, menos en esta época electoral, donde las tensiones y los nervios afloran. Sí, en cambio, le podría hacer un guiño al alfarismo al facilitarle el tratamiento en comisión de la iniciativa, lo que cabría interpretar como cierta actitud cómplice con el intendente.

El mensaje inquietaría al manzurismo por algo que se viene comentando entre los oficialistas: un supuesto acuerdo para un posible corte de boletas; Jaldo diputado, Alfaro senador: el vicegobernador obteniendo votos en la Capital, donde perdió poder de fuego, y el intendente captando sufragios en el interior, donde necesita afinanzarse. Nadie lo admite, pero no hay que ser muy perspicaz para llegar a esa conclusión. La conveniencia es mutua, aún sin pactos. Al fin y al cabo son dos compañeros que hablan el mismo idioma hasta con distanciamiento social, el del pragmatismo político. Además ambos son hijos de los incisos 12 y 16, los constitucionales primos hermanos.

También tienen en común la atención puesta en el 23 porque estas internas son de acomodamiento y para emerger mejor posicionados. Curiosamente ocurre lo mismo en todo el país: estas PASO, como nunca antes, van a servir para determinar nuevos liderazgos nacionales, provinciales o municipales, o para ratificar otros, y todos con vista a 2023.

En la misma encrucijada están los del PJ, los del PRO y los radicales. Estos dos últimos, por ejemplo, están enfrentados entre sí en Buenos Aires, donde detrás de Santilli y de Manes chocan las aspiraciones presidenciales de Rodríguez Larreta y del jujeño Gerardo Morales. Uno saldrá mejor parado seguramente.

En Tucumán, vaya por caso, a esa ola “presidencial” se subió Alfaro al cobijarse bajo las alas del jefe de Gobierno porteño y al conseguir el aval de Patricia Bullrich. Y lo dice abiertamente: apuesto a futuro con Rodríguez Larreta porque Macri ya fue. Justamente, el respaldo de Macri a José Cano y a Silvia Elías de Pérez le añade un condimento más a la interna de Junto por el Cambio en la provincia: radicales macristas vs peronistas larretistas. Como para que observen detenidamente desde la Capital Federal esta disputa extraña.

Curiosidades políticas, donde los intereses se cruzan entre bandos porque, como en todos los puntos del país, lo que se está dirimiendo en estos comicios intermedios son los futuros liderazgos políticos. Con Cristina fuera del cuadro del 23 y con Alberto Fernández en caída libre, Manzur no puede desaprovechar la oportunidad de tratar de ser uno de esos emergentes. Jaldo es la piedra en su zapato. Con 300.000 votos, de mínima, se lo puede sacar de encima. El tranqueño querrá seguir siendo piedra.