Pañuelos al viento, bombos legüeros, ponchos, tacones sonando, palmas y mucha (pero mucha) alegría, fueron los protagonistas de ta edición del “Paseo de la Zamba”, organizado ayer por la Municipalidad de San Miguel de Tucumán, que reunió a compañías de toda la provincia.
El clima que se vivió fue uno que hacía mucho no existía: música, gente en las plazas, canto, baile... Aquel ambiente de festival, tan tucumano, que empezaba a quedar en el olvido gracias a la covid, volvió. Con la zamba como protagonista y Nuestra Señora de la Merced presidiendo el acto, pasadas las 16 partió la caravana de bailarines y vecinos desde la plaza Belgrano.
“Al jardín de la República”, “Viene clareando”, “Zamba del grillo” y “Luna tucumana” fueron las cuatro canciones que acompañaron a la muchedumbre que bailaba: niños desde los dos años hasta adultos mayores, todos unidos en una caminata en la que reinó la tradición.
De los barbijos traspasaba la felicidad de aquellos que podían expresarse a través de la danza. Y lo hicieron todos: quienes iban en la comitiva, sus familias a los costados, vecinos que salieron al escuchar la música y los fanáticos de este baile, que llevaron sus propios pañuelos y fueron vestidos para hacer unos pasos.
Una vez que la caravana llegó a la plaza San Martín, empezó la verdadera fiesta: en un escenario dispuesto frente al gran busto del prócer, sonaron diferentes talentos tucumanos que brindaron su voz para la agitación de pañuelos. La gente no desbordaba la plaza, pero sí sorprendió a los presentes la concurrencia, inusitada en los últimos tiempos. Cientos de personas ya esperaban a que la comitiva llegara, y otras tantas que habían ido a disfrutar de la tarde se acercaron al oír música. Y es que sí, no hay tucumano que se resista a un buen folclore en vivo.
Qué lindo es volver
No hubo muchos momentos en los que las parejas dejaran de mirarse a los ojos y pararan a descansar. Seguramente fue, para muchos, la primera vez que bailaron en mucho tiempo y en un espacio público. No quisieron desperdiciar ni un segundo. “Volver a estar con toda la gente a la que le gusta esto, ver más gente joven y adultos también, es algo mágico, maravilloso. Es muy lindo poder volver a compartir”, comentó a LA GACETA César Jiménez. Su compañera de baile, Zulema Trujillo, se sumó: “las ganas de bailar son inmensas. Es lo que más nos gusta. Es una emoción muy grande la de volver”.
“Estábamos medio tristes porque no íbamos a un evento como este hace mucho. Entonces volver, después de un año y medio, es algo maravilloso”, explicó Gloria López, de la academia “El Bagualero” . Su profesor, Marcos Suárez, definió el regreso como una sensación hermosa: “los chicos (hay alumnos desde los cuatro) ya hace rato querían salir. Me preguntaban cuándo podían presentarse, y este es un evento especial para que ellos puedan mostrar lo que saben hacer”, agregó.
Zamba para todos
Hacía falta sólo un acorde para que niños, jóvenes y adultos se pusieran frente a frente y empezaran a agitar pañuelos (alguno que otro lo hizo con su tapaboca). La convocatoria llegó a muchos amantes de este baile, que se congregaron para danzar. Este es el caso de María Leontina Lobo, una de las cientos de jóvenes que se acercaron a bailar con amigos. “Me enteré de la convocatoria por Facebook -recuerda-; bailo folclore desde chica y vine con mis amigos a bailar, a pasar un lindo día. Y es lindo porque todos se sienten liberados, están pasándola bien... Se siente como un milagro, ya era hora de que salgamos a bailar, a hacer lo que nos gusta”.
“El año pasado no se hizo; hoy aprovechamos todos para disfrutar este momento”, contó Lucas Paz en descanso. Ayelén Gerez, una de sus amigas y compañera de baile, recordó que ver a su abuela bailar la incentivó a empezar a tomar clases. Ayer se lució al son de “Zamba para olvidar”: “me parece lindo poder bailarlo. Se siente lindo ser joven, salir fuera de lo común y meterse en algo como el folclore”, acotó.
Con cuidados
A pesar de los amontonamientos, fueron aislados los casos que no respetaron las medidas de bioseguridad. Se vio gente compartir botellas o mates y personas sin barbijo, pero en general, fue una experiencia agradable para los presentes: algunos sentados en el césped, otros de pie y muchos alrededor de los bailarines, pasaron una tarde divertida, muy primaveral, en la que se demostró, una vez más, que las tradiciones se mantienen vivas. La pandemia y la covid sólo potenciaron las ganas de volver.