El último informe del panel de expertos sobre cambio climático de Naciones Unidas (IPCC, por sus siglas en inglés) presentado el lunes constituye un dramático aviso sobre cómo ya está cambiando el planeta de forma irreversible. Ahora, es turno de los dirigentes políticos del mundo entero. Para que nuestros hijos vivan en un mundo menos hostil del que se avecina se requiere una transformación radical. Poco sencillo, debido a las repercusiones económicas y sociales. Básicamente, los científicos de la ONU han hecho un anuncio impactante: la crisis se aceleró y el planeta se calentará 1,5 grados centígrados en 19 años. Además, han coincidido en que no hay ninguna duda de que es la actividad humana -a través de la quema de combustibles fósiles, principalmente- la que provoca la acumulación de gases de efecto invernadero que atrapan el calor en la atmósfera y elevan la temperatura.
Lamentablemente, la humanidad ha llegado a un punto de no retorno: haga lo que haga, será inevitable frenar esa marca de 1,5°. En este descomunal desafío, deben tomarse decisiones en negociaciones a escala europea y mundial. No obstante, ni nuestro país ni Tucumán pueden estarse al margen de los esfuerzos que se necesitan. De hecho, para nuestra provincia se espera un escenario peor al augurado por los investigadores internacionales, pues aquí la temperatura media anual podría crecer 2 grados centígrados, lo que nos sitúa en unos umbrales de tolerancia críticos para la agricultura y la salud.
Como prueba el documento del IPCC, cuanto más se caliente el planeta, peores serán las consecuencias. Ante ello, el doctor en geografía Ricardo Grau -director del Instituto de Ecología Regional (IER), que es una unidad ejecutora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y de la Universidad Nacional de Tucumán- plantea que, si bien es verdad que Argentina produce menos del 1 % de las emisiones de gases de efecto invernadero, también es verdad que Argentina es un país chico. En relación a nuestra población (unos 45 millones de habitantes) y a la población mundial (8.000 millones), no somos eficientes, considera. Desde su mirada, la relación entre las emisiones y el nivel económico es más bien alta.
Esto se debe, en primer lugar, a que no tenemos un uso eficiente de la energía, explica. Hoy, en otras partes del mundo, se está tratando de que la gente pague impuestos sobre el consumo de energías no renovables. En cambio aquí, se subsidian las boletas de luz y de gas. "Si se quiere mitigar el calentamiento, esto es contraproducente. Estamos penalizando a nuestros habitantes del futuro", declara.
Otro motivo radica en nuestra fuerte matriz ganadera, señala Grau. Los rumiantes, durante su proceso digestivo, emiten metano (a través de los eructos de las vacas). El metano es un contaminante fuerte. Aunque se encuentra en la atmósfera en menor cantidad que el dióxido de carbono, es unas veinte veces más potente. Así las cosas, su contribución resulta proporcionalmente importante. "Hay cuatro países en el mundo que tienen más vacas que personas: uno de esos es Argentina, con 53 millones de cabezas de ganado vacuno. Ese componente de nuestra estructura productiva nos vuelve un país contaminante. Debemos transformarnos gradualmente en una economía basada en un ganado más eficiente. Debemos movernos en esa dirección", dice.
Asimismo, el geógrafo entiende que es crucial que se empiece a pensar en las oportunidades que nos ofrece esta situación de cambio climático. Argentina tiene ventajas. Hay grandes zonas relativamente despobladas donde las energías solar y nuclear pueden desarrollarse, observa. Además, si Tucumán será 2 grados centígrados más cálido, se podrían explorar los mercados y las condiciones agroecológicas para cultivos tropicales. "Todo cambio impone adaptaciones. Así como es necesario tomar nota de los riesgos, también es necesario hacer un escaneo de las oportunidades", sintetiza.
A nivel global, la Cumbre Mundial del Clima de Glasgow (COP26), que debe concretarse se en noviembre, será el momento de la verdad. Ahí se sabrá cuánto y qué están dispuestos a hacer los países ricos. La mirada va a estar puesta en el Acuerdo de París, cuyo objetivo es que la temperatura media del planeta no suba más de 2 °C con respecto a los niveles preindustriales, intentando limitar ese aumento a 1,5 °C. El trabajo del IPCC asegura que en todos los escenarios analizados se supera la barrera de 1,5 °C en los próximos 20 años. De hecho, los investigadores han planteado la catastrófica posibilidad de que se haga muy poco al respecto: en ese caso, la temperatura subiría 4,4 °C. China, Estados Unidos y la Unión Europea son considerados los principales emisores de gases de efecto invernadero.
El ecólogo Alejandro Brown insta a ponerse en camino de reducir esas emisiones. No obstante, él observa, en un leve disentimiento con Grau, que Argentina ocupa un porcentaje menor entre los emisores de gases contaminantes y que además debe atender un doble juego: "tenemos que trabajar en la eficiencia energética y en la reducción de gases. Esas son las dos aristas acuciantes. Pero no podemos afectar nuestro sistema productivo. Más de la mitad de la población argentina se encuentra debajo de la línea de pobreza y los niveles de desempleo son altísimos. De hecho, para enfrentar los avatares del cambio climático vamos a requerir recursos económicos (divisas), gente capacitada y un país organizado".
Para Marilyn Leiva -doctora en geografía y profesora de la cátedra de climatología de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT- el Gobierno tucumano debería generar y promover leyes que cuiden el medio ambiente y reduzcan las emisiones de dióxido de carbono. "Esas leyes van a afectar al sector industrial, principalmente", apunta. Con respecto a las instituciones, dice que hacen falta investigaciones locales y campañas para concientizar a la población. "A partir de las acciones del Gobierno y de las instituciones, se puede tener una sociedad más educada, en un sentido ambiental, y que pueda tener un comportamiento amigable con su entorno.
El estudio que se ha hecho público esta semana fue elaborado por 234 investigadores de 66 países. Los científicos han revisado más de 14.000 artículos para realizar su síntesis sobre los efectos que ha tenido el calentamiento. En detalle, el informe plantea que ya se están observando cambios en todas las regiones de la Tierra. Muchos no tienen precedentes en miles de miles de años. Y algunos, como el aumento continuo del nivel del mar, no se podrán revertir hasta dentro de varios siglos o milenios.
Asimismo, se ofrecen nuevas estimaciones sobre las probabilidades de sobrepasar el nivel de calentamiento global de 1,5 grados centígrados en las próximas décadas. Y se concluye que, a menos que las emisiones de gases de efecto invernadero se reduzcan de manera inmediata, rápida y a gran escala, limitar el calentamiento incluso a 2 grados centígrados será un objetivo inalcanzable. Los cálculos indican que con un calentamiento global de 1,5 grados se producirá un aumento de las olas de calor, se alargarán las estaciones cálidas y se acortarán las estaciones frías; mientras que con un calentamiento global de 2 grados los episodios de calor extremo alcanzarían con mayor frecuencia umbrales de tolerancia críticos para la agricultura y la salud.
La temperatura de la superficie global de la Tierra ha aumentado alrededor de 1,1 ° C en comparación con el promedio de 1850-1900, un nivel que no se ha visto desde hace 125.000 años (antes de la era de hielo más reciente). Este es solo uno de los hechos contundentes que aparecen en el resumen del IPCC.
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