Las niñas de las infantiles de hockey de Tucumán Rugby rondan dispersas a un lado de la cancha hasta que una firme orden de Anahí Totongi las concentra para la foto con la bandera que declara, con todo el orgullo que cabe, que Victoria Sauze les pertenece: “aquí nació deportivamente nuestra Leona”. A lo lejos, desde la galería de la cantina, observan Miguel Barrera, presidente del club, y María Angélica Posse Silva, de la Subcomisión de Hockey. “Pensar que ‘Vicky’ no quería saber nada con el hockey. Por eso, Ricardo (Sauze, papá de Victoria) me empezó a perseguir para ver si la podía convencer, y yo le decía que no la podía arrastrar de los pelos a la cancha”, cuenta ella. Efectivamente, recuerda con nitidez cuando Victoria parecía gustar de cualquier deporte menos del hockey. “Venía a las colonias de vacaciones y jugaba al rugby o al fútbol. Se apoyaba en la reja de la cancha de hockey y me hacía señas como diciéndome ‘yo ahí no entro’. Y mirala dónde está ahora”, se ríe “Petisa” Posse Silva, que asegura no perder oportunidad de recordárselo.

Juegos Olímpicos de Tokio: “Vicky”, entre lágrimas y risas

Hija de dos grandes deportistas como Ricardo Sauze y Romina Valdez, “Vicky” heredó la destreza para jugar a casi cualquier cosa. Sabía pegarle a la ovalada, y los que la vieron con la redonda aseguran que era muy habilidosa. De hecho, era la única mujer en el equipo de varones que competía en los intercolegiales. Hasta que fueron algunas amigas las que fueron arrastrándola hacia el hockey.

“Con el hermano, se la pasaban todo el día en el club jugando a cualquier cosa. Y ya desde entonces se destacaba”, certifica Alfredo Ortega, el entrenador que en su momento la pasó de juveniles a Primera. “Tenía muchas condiciones físicas y de coordinación. Y aunque empezó tarde en el hockey, a los 12 años, siempre mostró mucha predisposición para aprender y corregirse permanentemente. Siempre se quedaba a practicar en el club el tiempo que fuera necesario. Es gracioso, porque primero no quería jugar y después no había manera de que se fuera. Y esas son las que llegan más alto: las que se esfuerzan y pasan más horas entrenándose y perfeccionándose”, destaca Alfredo.

Y acaso uno de los grandes desafíos fue congeniar ese desarrollo deportivo con el personal. Miguel, que fue profesor de “Vicky” en un par de materias en la facultad de Ciencias Económicas, da fe de los malabares que tuvo que hacer ella para combinar sus estudios con la vida de una atleta de alto rendimiento, que encima reside a 1.200 kilómetros del aula. “Es muy difícil, porque tenía que venir desde Buenos Aires a rendir. El padre le conseguía los apuntes y se los mandaba, ella preparaba las materias y viajaba para rendir”, detalla Miguel, y cuenta que en esa vorágine llegó a extremos tan insólitos como bajarse de un avión que llegó tarde y que la llevaran a toda velocidad para llegar al examen, o que tuviera que rendir en un aeropuerto. “Le cancelaron un vuelo y como el profesor al otro día viajaba a Buenos Aires, le tomó examen en Aeroparque”, cuenta Ricardo. Ejemplos como esos, varios.

Por eso, “Petisa” no duda en ponerla como ejemplo de que, con voluntad y esfuerzo, se puede. “Y también de que a veces a las cosas hay que darles tiempo. A veces las madres nos enloquecemos porque nuestras hijas jueguen y sientan la misma pasión que nosotras desde pequeñas, pero ‘Vicky’ es una muestra de que a veces esa pasión llega después”.