En el segmento “vidas de película” hay un lugarcito reservado para el guión de Emmanuel Lucenti. Porque le pasó de todo, dentro y fuera del tatami. Lo que nunca esperó fue una derrota como la sufrida en Tokio, de esas que duelen en serio. Como él mismo dijo, le pegó fuerte en el honor. No es grato marcharse de un Juego Olímpico en menos de 30 segundos y Lucenti padeció ese mal trago en la competencia llamada a ser el cierre de un ciclo deportivo extraordinario, al menos en el máximo nivel.
Fruto de una familia que respira yudo, Lucenti protagonizó una carrera digna de una montaña rusa, con luces y sombras propias de tantos años mezclado en la elite del deporte. La condición en la que llegó a Tokio -física, mental y espiritual- sólo la conoce él. Sus declaraciones posderrota, en caliente, brindan algún indicio en ese sentido. Pero no fueron palabras que puedan sorprender tratándose de un atleta que jamás calló sus pensamientos, en los que -como siempre sucede- hay argumentos incuestionables y otros discutibles. Pero Lucenti es así.
El lugar de Lucenti en el deporte argentino es importante, y en el tucumano es preponderante. El panteón del yudo nacional tiene una reina, Paula Pareto, y una campeona mundial, Carolina Mariani. Tucumán alumbró un enorme yudoca como Eduardo Costa, diploma olímpico, y Lucenti se codea con esa realeza a partir de la vigencia, el sacrificio, la honestidad deportiva y todo el brillo técnico que fue capaz de sacarle a su cuerpo en una disciplina extenuante para el físico y la cabeza. Tuvo una etapa brillante, aquella de la medalla en los Panamericanos de Guadalajara y los Olímpicos de Londres. Fue hace 10 años y ese dato no es menor.
Cuando se le pase el enojo y el cachetazo al orgullo que significó la caída ante Ivanov, cuando mire las cosas en perspectiva, Lucenti podrá analizar el viaje protagonizado, desde el chiquito inquieto que viajaba a los Nacionales infantiles a este hombre de 36 años, padre y dueño de una historia que tuvo de todo: éxitos, podios, festejos; pero también caídas, cambios drásticos y situaciones polémicas. Incluso su relación con Tucumán está cruzada por esa manera de ser. Esa es la esencia de Lucenti, sin dudas uno de los mejores deportistas que dio la provincia. Lo valoraremos cada vez más a medida que tomemos consciencia de la orfandad de figuras que Tucumán sufre. Para Lucenti, por sobre todo, es tiempo de disfrutar y capitalizar lo hecho.
Tan lejos y tan cerca. Para Los Pumas es curioso: la medalla parece cercana, de hecho tienen doble chance, pero a la vez la jerarquía de los rivales propone una empresa formidable. La victoria sobre los Springboks, pura épica rugbística, es la marca registrada de la camiseta. Así, con el cerebro del equipo -Gastón Revol- expulsado y la lógica en contra, Los Pumas hicieron la heroica. Esta noche, contra los fijianos, hará falta más. Se conocen al detalle, al cabo de la convivencia en el Circuito Mundial, y eso le adosa un sentido ajedrecístico al partido. Para la cátedra Argentina va de punto, para el plantel la lectura es otra. De paso, surge la posibilidad de que esta sea la única medalla que Argentina se lleve de Tokio.
El buen arranque de Facundo Olezza en la clase Finn del yachting y la victoria de Diego Schwartzman en la segunda ronda del tenis agotaron el arsenal de celebraciones anoche. Lo demás fue a la columna del debe: la derrota de Las Panteras a manos de las inalcanzables rusas; la goleada sufrida por Los Leones a manos de Australia, la eliminación de Nadia Podoroska, las caídas de las duplas del beach voley, lo lejos que quedaron de los top 20 Romina Biagioli (triatlón), Sofía Gómez Villafañe (mountain bike), Fernanda Russo-Alexis Eberhardt (tiro) y el resto de las tripulaciones en vela. Esa lógica deportiva argentina de la que venimos hablando desde el día 1.
Un dato para el cierre, volviendo a las presiones y a todo lo que implica en el deporte de elite esa sensación de sentirse obligados a ser los mejores en todo momento y en todo lugar. Simone Biles, la estrella de los Juegos, decidió retirarse de la competencia de gimnasia por equipos, alegando problemas físicos al cabo de un comienzo deslucido en sus rutinas. Si le sucedió a Biles, que parece de otro planeta cada vez que sale a competir, ¿cómo pensar que los nervios no podían jugarle en contra a Delfina Pignatiello en su debut olímpico?