El cerro se despeña en coplas. Un suspiro de acordes sopla en el silencio. “Lo siento gemir al viento, cruzando montes de espinas, salgo al camino y le grito para servirle de guía… Allá por el cielo arriba va la luna lastimada, como una copla perdida que ya no tiene guitarra…” En un alpapuyo de El Mollar, deambula la sensibilidad de una changuita que impregna su corazón con el olor de la vida. Voces de copleras, un canto mapuche, rumores de zamba y chacarera, pensamientos de don Ata, arropan su alma que se abrirá camino buceando en las raíces de la cultura y en la psicología social. “Nací en días de carnaval. Mi padre era monterizo. El Mollar, en Tafí del Valle, fue mi lugar preferido antes de cumplir cinco años. En esa estancia de Frías Silva pasábamos los veranos. Allí fui aprendiendo que había por lo menos dos modos de vivir: en el verano jugar sobre las pircas, buscar pushquillos o corota i’ gallo con los hijos de los peones y el resto del año, la escuela primaria y el barrio eran el lugar de otros juegos, de otros chicos, donde aprendía de los libros. La música, el canto, las danzas de nuestro pueblo fueron mi mayor disfrute desde pequeña. Puedo decir que se respiraban aires muy culturales en mi hogar. Padre periodista y medio poeta, madre docente, asiduos lectores de literatura socialista, filosófica, además de pedagogía. Vivíamos modestamente”, cuenta la psicóloga social e investigadora Josefina Racedo, fundadora del Centro de Rescate y Revalorización del Patrimonio Cultural (Cerpacu), que ha sido una animadora constante de nuestra cultura.

- ¿Ya en la infancia se asomaron la guitarra y el canto a tu corazón?

- A los cinco años comencé a travesear la guitarra, el piano, el bombo, instrumentos que había en casa. Por mi afinidad y facilidad con las cuerdas mis padres contrataron un maestro: don Francisco Quinteros, el Ciego Pancho para todos. Me enseñó esos acordes y rasguidos tucumanos para la zamba, la chacarera que no puedo ni quise dejar. Con siete años ingresé en el Conservatorio Provincial, donde me formé académicamente. A los 12, me recibí de piano y el regalo de graduación fue el acordeón de 24 bajos que hasta hoy me acompaña. En 4° año de la Escuela Normal ingresé a la Escuela de Música de la UNT. Me debatía ahora entre la formación teórica, el piano y la flauta traversa y el conjunto folclórico de la Escuela, al que organizaba cada año. Fui muy buena estudiante, ávida por conocer y hacer saber a otros lo que pensaba y conocía. La música era mi eje. Pasaba horas en un rinconcito de la casa, escuchando radio, anotando poesías que me gustaban de libros o revistas. Todo tenía lugar dentro de mí. En el verano del 61 me inicié como maestra en la escuela N° 38 de El Mollar. Enseñaba a leer y escribir y además con mi acordeón, los cantos patrios. Mi música estaba en las reuniones, casamientos, bautizos… Así fue mi “formación” musical, como lo había sido mi infancia: los dos mundos a los que no podía ni quería separar.

- ¿Qué circunstancias te llevaron a estudiar psicología? Luego te orientaste a lo social, ¿por qué?

- Elegí psicología casi de casualidad. Inicié la carrera docente en el 63 en la cátedra de Neurobiología. Hasta 1976 me concentré en ser investigadora científica: el ideal de terapeuta nunca lo construí. Tuve buenísimos profesores que no nos indicaban un único camino. El psicoanálisis era una materia más dentro del conjunto de teorías, filosofías, tests... se llamaba Psicología Profunda. En el 68 ingresé por concurso en la Colonia de Laborterapia y fui su primera psicóloga.

- Conociste a Pichón Rivière, ¿cuáles fueron sus aportes a la psicología?

- Conocí al doctor Enrique Pichon-Rivière en octubre de 1966. Había iniciado su gobierno de facto la llamada Revolución Argentina. La llegada de Pichon coincidió con el estupor, angustias y desazones que vivíamos miles, preocupados por saber qué pasaba, qué hacer, como ayudar a los que veíamos castigados por esa inhumana decisión: el cierre de 11 ingenios. Un grupo le planteó estos interrogantes. Nos propuso abrir una escuela de psicología social para seguir aprendiendo. Y así nació en abril de 1967 la Primera Escuela Privada de Psicología Social de Tucumán. Hasta fines de 1971 viajó mensualmente acompañado de Ana Quiroga, su discípula inicial, luego compañera y desde su muerte en 1977, continuadora del desarrollo de esta concepción psicológica. Su teoría psicológica dio un vuelco a las concepciones vigentes, tanto las psicoanalíticas, como las conductistas, fenomenológicas. Plantear que no hay sujetos que se construyan por fuera de lo social, sino que la organización social interviene de manera determinante en la organización psíquica de cada uno, que a su vez busca transformar ese orden social, fue revolucionaria.

- ¿Quiénes tuvieron un papel importante en tu formación?

- En mi formación universitaria, el maestro fue el doctor Mijail Neme, médico y psiquiatra. Hombre humanista, estudioso y con una mirada holística de la enfermedad mental. Con Pichon-Rivière descubrí de a poco los procesos dialécticos en todo conocimiento de la realidad. Fui su discípula. Enseñaba desde la práctica. De él aprendí el valor de lo social en la salud mental. Y elegí continuar mi vida como psicóloga social. Ana Quiroga siempre me ha planteado preguntas que me orientan a resolver algún entuerto o debate en la tarea institucional o cultural. Constantemente investiga e impulsa en mí ese hacer. Fui su discípula, hoy somos amigas.

- ¿Leda Valladares te introdujo en el rescate de nuestra cultura vallista?

- Conocí a Leda Valladares por los 60, recomendada por mi pertenencia al Valle de Tafí. Buscaba “artistas naturales” como llamaba a los copleros. Si bien no fue quien me introdujo en el rescate de nuestra cultura vallista, despertó en mí las ganas de conocer profundamente la vida de las familias campesinas; la música en sus distintas expresiones era la vía regia para esta tarea. Entre 1977 y 1983 tuve que vivir en Buenos Aires por la cesantía en la Universidad. Encontré en Leda una maestra que me daba materiales de estudio sobre la cultura, o las investigaciones de Carlos Vega. Por ella, a fines del 77 me contacta el doctor Fernando Pagés Larraya, psiquiatra, investigador del Conicet. Recorrí todo el Norte y Cuyo haciendo un relevamiento del estado de la salud mental; allí puse en práctica lo aprendido en psicología social. Esa experiencia orientó la tarea de investigar la vida cotidiana de comunidades campesinas, que es lo que en definitiva me marcó.

- ¿Cómo se gestó la creación del Cerpacu?

- En los 80, dictaba cursos en la Escuela que fundó Pichon, dirigida por Ana Quiroga. Fue creciendo el proyecto de devolver esos conocimientos al gran sector ciudadano que desconocía por completo qué pasaba en tantos lugares. La reincorporación a la UNT en 1984 fue la oportunidad. En 1985 nace el actual instituto de investigación Cerpacu (Proyecto de Rescate y Revalorización del Patrimonio Cultural en su inicio) bajo mi dirección. Su objetivo principal fue rescatar y revalorizar el patrimonio cultural portado por hombres y mujeres en su hacer diario. Era una tarea urgente, ya que ese portador de cultura está vivo hoy, con condiciones concretas de existencia limitadas por la pobreza o vive en pueblos donde el olvido -cuando no la negación de sus necesidades-, es un hecho histórico en nuestro país. Iniciamos tareas en el Valle Calchaquí con un registro de músicos y cantores. Cursos, publicaciones, organización de Jornadas, programas de Radio, documentales hacen a una breve síntesis de su desarrollo en 30 años.

- ¿Qué dejó la experiencia de traer a Aimé Painé, a Luis Calcumil o presentar el libro “Gerónima” sobre el que se hizo una película muy premiada?

- Aimé Painé, Luisa Calcumil jugaron un papel fundamental en la tarea central del Cerpacu. A través de ellas hicimos saber aspectos de la cultura mapuche, no solo desconocida para la gran mayoría sino desvalorizada. Aimé, cantante mapuche, recobró la dignidad de los mayores; eligió el camino más difícil, pero supo afrontar los obstáculos. Dueña de una inteligencia excepcional. Gran pérdida para la cultura su temprana muerte en 1985. No quedó ningún registro sistemático, solo sus grabaciones de charlas, conversaciones, todas referidas a la cultura mapuche. Estudiosa e investigadora de la historia social de su pueblo, en especial de las tareas de exterminio del siglo XIX. Luisa, actriz, cantora. Su unipersonal Es bueno mirarse en su propia sombra provocó un fuerte impacto en jóvenes y docentes, como la expresión del rescate de la identidad. Aimé y Luisa fueron puntales importantes para la labor del Cerpacu, especialmente con los jóvenes.

- ¿Cómo se gestó tu amistad con don Ata? El hecho de que haya permitido que prologaras “La capataza” habla del aprecio que te tenía.

- El conocimiento personal de mi padre con Atahualpa cuando vivía en Tucumán me acercó a él. En 1983 inicié en Buenos Aires una etapa de amistad; participé de la Fundación que creó como legado de su obra. Quizá ese afecto mutuo tuvo que ver con la manera de acercármele. Era un trato más bien familiar, de disfrutar sus pensamientos y anécdotas, sin empresarios de por medio. Así, en 1987, organizamos el homenaje desde la UNT. Hasta abril de 1992, vino varias veces no solo a dar recitales. Habló con los jóvenes en el Centro Cultural, en Aguilares, recibió distinción en Simoca, visitó amigos… Creo que un solo periodista lo entrevistó en ese regreso a Tucumán, fue Roberto Espinosa. La Capataza fue una iniciativa suya, eligió todos los textos y confió en Ediciones 5; creo que esa confianza la tuvo en mí también cuando me pidió que prologara el libro. En Tucumán, compartió el lanzamiento del Movimiento por la Verdadera Historia los primeros días de abril de 1992. El 5, partió rumbo a Buenos Aires, La Capataza se presentaría en la Feria Internacional del Libro el 22 de abril. A los pocos días hizo su último viaje a Francia.

- ¿Está valorado Yupanqui en la cultura argentina?

- Nunca fue aceptado por la inteligentzia cultural. Había varios motivos. Decir verdades, ser escuchado y apreciado por el pueblo; su afinidad ideológica con el marxismo, incorporarse al partido Comunista y renunciar, confiar en los proyectos del peronismo y denunciarlos luego… Está valorado por aquellos sectores del pueblo que se vieron y se ven reflejados en sus poesías, en su música. Europa lo apreció inicialmente como un indiano talentoso, décadas después, como maestro. Enseñó lo que sabía a quienes demostraban genuino interés y compromiso con el conocimiento de la música del pueblo.

- ¿Esta pandemia provocará cambios positivos en el mundo o profundizará las desigualdades?

- Si esta pandemia provocará cambios positivos en el mundo o profundizará las desigualdades son dos ideas, según desde dónde se tome posición. Hasta ahora, sé que hay cambios que ya se están produciendo en la vida cotidiana, inevitables. La cuestión es verlos y asumir que es mejor seguir teniendo proyectos que se afiancen en la realidad que al final, esa es la vida. Las desigualdades que existen no se van a resolver sin un cambio de fondo en la estructura social. Se agudizan las crisis en todo el mundo y los que acaparan el poder y las riquezas no lo van a soltar ni a distribuir, así que es probable que tengamos que seguir trabajando para resolver esas tremendas diferencias.