¿Qué es la plaza? “Es mi infancia… Las hamacas, los amigos, los árboles, los pájaros, el lugar donde siempre quiero volver”, expresa Ramón Oliva, de 76 años. Ahora anda más lento y, sin embargo, trata de no perderse cada mañana el paseo por la plaza Vieja, en La Rinconada, de la que fue su cuidador durante muchos años.
Para Verónica Mansilla, arquitecta experta en urbanismo, la plaza es un lugar de encuentro, donde se prioriza lo colectivo sobre lo individual. Es participación social activa en contraposición a una ética individualista.
“Como espacio público, la plaza es el corazón de la ciudad”, define Marta Casares, arquitecta y urbanista, directora del Observatorio de Fenómenos Urbanos Territoriales de la UNT.
Verónica, Marta y Ramón coinciden en un punto: después de un tiempo de abandono, en los últimos años hay una reconquista de las plazas. La gente ha vuelto a apropiarse de estos espacios: los disfruta, los siente necesarios para su calidad de vida y para relacionarse.
El parque Avellaneda o el Guillermina. La plaza San Martín, la Urquiza o la Belgrano de la capital, la San Martín de Concepción, la de Marcos Paz en Yerba Buena, la Mitre en Tafí Viejo. Ya nadie se sorprende al transitar frente a estos espacios, a cualquier hora, y verlos transformados en un gimnasio a cielo abierto. También son escenario de festejos de cumpleaños, el paseo predilecto de las mascotas y de los chicos en bici, el sitio ideal para leer un libro y para disfrutar del contacto al aire libre.
La pandemia reafirmó este proceso que había empezado a gestarse en algunos paseos -los más importantes- en el siglo XXI; pero que sin dudas desde 2020 se extendió a la mayoría de estos lugares, sostiene la arquitecta Claudia Gómez López, directora del Centro de Estudios del Territorio y Hábitat Popular (Cetyap) de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UNT. “Hoy están llenos de gente, recuperaron su lugar de sociabilidad y son protagonistas en la nueva normalidad”, resalta.
Históricamente la plaza siempre fue el lugar de fortalecimiento de la sociedad. Desde el ágora griega, definida como el primer espacio público. “Las plazas se fueron redefiniendo con el pasar de los años. Durante mucho tiempo fueron el termómetro de lo que ocurría en las comunidades. Después pasaron a ser consideradas un elemento pasivo, más dedicado al ocio, o simples lugares de circulación. En los últimos años, y con la creciente necesidad de la población de mantenerse activa, empieza un cambio significativo para los espacios verdes. Se vuelven esenciales”, explica el arquitecto Luis Lobo Chaklián, quien durante 17 años se desempeñó como subsecretario de Planificación Urbana de San Miguel de Tucumán.
Según Gomez López, la seguridad fue clave en este cambio de percepción. También la incorporación de mobiliario, iluminación y caminerías. “Hasta no hace mucho eran remanentes de la ciudad; las plazas estaban abandonadas, la gente no se acercaba por miedo o porque no tenían nada más que césped y árboles”, opina.
De alguna forma, la pandemia nos ayudó a entender lo negativa que fue la privatización del espacio público, típica del mundo capitalista, sostiene la arquitecta Casares. “La plaza vuelve a ser un lugar de relevancia. Esta valorización por parte de la gente es como una expresión de derecho de pertenecer a la ciudad”, señala. Y reclama que las mejoras lleguen a todos los espacios públicos barriales. Porque no basta con que los vecinos sientan muchas ganas de ir a una plaza. Hay que acompañar estas tendencias con obras, con el equipamiento necesario para todas las actividades.
El confinamiento nos ha dejado muchas lecciones. “Nos hizo revalorizar cuánto necesitamos de la vida en sociedad. Nos gusta estar con otras personas. Por eso, hoy las plazas son protagonistas”, explica Mansilla. Aunque todo cambie a su alrededor, aunque se levanten edificios o el tránsito amenace con invadir la tranquilidad, siempre estarán los espacios públicos. Con más o menos verde. Con más o menos historia. Lo que los define es lo mismo: el acceso universal, la posibilidad que nos dan de ser parte de una ciudad sin distinciones.
Un termómetro social
La plaza Independencia siempre se diferenció de los demás paseos públicos que tenemos los tucumanos. Los ciudadanos naturalmente nos apropiamos de ella. Sentimos que nos pertenece, no importa si somos vecinos de La Cocha o de Trancas. “El tucumano la siente suya a la plaza; la disfruta como lugar de encuentro y también la ve como el escenario más adecuado para expresar sus sentimientos”, apunta Claudia Gómez López.
Coincide con ella Luis Lobo Chaklián: “es sin dudas el termómetro de los momentos de alegría y de enojo de la sociedad; es el espacio donde ocurren expresiones de todo tipo”.
Jerarquizarla era fundamental, coinciden los expertos. Aunque a Gómez López le parecieron excesivos los tiempos de la obra, defiende que se la haya renovado. “Era un sitio histórico que necesitaba ser revalorizado. La plaza era inconveniente para transitarla, para admirarla. Le faltaba mejorar los accesos y brindar más comodidad”, señaló Lobo Chaklián.