Daniel Medina
La editorial Puntos Suspensivos Ediciones acaba de publicar Desentierro, el nuevo poemario de Mateo Diosque. Para quienes han leído sus anteriores libros (Retroactiva, en 2017, Hueco, de 2018 y Mariquita, 2019) Desentierro significará mucho más que la confirmación de un talento.
Diosque gira sobre sus obsesiones sin repetirse. Vuelve a ellas, pero solo para alumbrar nuevos matices.
La presentación del libro se realizará este jueves 15 de julio, a las 21, por el Instagram la editorial: @puntossuspensivosediciones
Parte de la potencia del poemario radica en la musicalidad con la que se entrelazan las palabras y los versos. Hay una furia contenida, que se siente incluso cuando no se traslade a las palabras. Porque otra gran virtud del poemario es que no cae, en ningún momento, en lo panfletario. Silvina Giaganti destacó con justa razón esto sobre el anterior libro: “Si bien es un viaje por experiencias lesbo/trans/feministas, no está narrado de una manera que resulta panfletaria, sin fisuras, despolitizada. Diosque se corre de los lugares comunes a la hora de narrar una sexualidad disidente”. Un grito de guerra que se siente, pero no se ve.
Ya he señalado que en muchos de sus escritos se entrecruza lo cotidiano y lo siniestro (o lo siniestro de lo cotidiano). El mundo es siempre hostil y los peligros siempre están latentes. Algo que deja en claro en sus poemas que ante esa hostilidad no se claudica: acá nadie va a tirar la toalla. Acá nadie va a huir:
lo que aparece
en la quietud
me quiero quedar
elijo quedarme
como quien investiga
el ruido intermitente
en la cocina
a las dos de la
madrugada como
quien cuida su casa de
invasiones ajenas. me
quedo. elijo
quedarme como
quien senfrenta a lo
que pasa después de
sus actos. elijo
quedarme. me
quedo
como quien descubre
qué es lo que pasa
cuando las cosas se
tratan de algo más que
de fugarse.
Me parece que un eje de lectura está presente en un paratexto: “a la poesía, mi posibilidad de existencia en el mundo”, se puede leer en las dedicatorias. En el libro hay un segundo lugar de habitabilidad: el cuerpo. Poesía y cuerpo se confunden, se interpretan y se retroalimentan durante todo el poemario.
“de qué manera pongo el cuerpo si mi cuerpo no sentiende ni a sí mismo?”, se pregunta en un poema.
El cuerpo es una incógnita y por ende también hay una identidad que no termina de acomodarse, como esas placas tectónicas que siguen provocando nuevos sismos, después de un gran terremoto.
soy espejo
de mí mismo
mientras
no
te acercás
para notar
que tengo
toda
la identidad
enchastrada
de soledad.
Sobre el poeta pesa la mirada de los otros. Así como algunos no pueden leer un poema, también tienen problema para “leer” un cuerpo. El cuerpo/poema que se escapa del lugar común y de los cánones establecidos.
Y a veces el propio cuerpo también es extraño para quien lo habita:
tengo el lenguaje del aburrimiento
ahora que mi voz no me pertenece. ahora
que la poesía no se me instala
en el cuerpo.
El poemario está atravesado de versos llenos de furia, sexo y horror; también de cierto pesimismo. Pero tanto el pesimismo como el horror son exorcizados en el poema que cierra el libro. Porque escribir es la mejor forma de reencontrarse o de (re)conocerse. Una forma de multiplicarse o de mirarse al espejo.
quiero dar cuenta de
mi propia historia porque
convergen en mi
cuerpo
muchas vidas
que son
todas
mi vida
no murió nadie
he asistido a mí
misma a mí
mismo
en forma de
millones
me he abierto la piel
ahogado en mi
propia sangre
para hacer
con todo eso
mis tantos
yo
no murió nadie
me multiplico
no voy a
mezclar mi
mirada con la de
otros
esa tristeza no
desentierro
me pertenece
esa vergüenza
no es
mía
no murió nadie
no voy a permitir un funeral
vine al cementerio a
recoger lo que sí es
mío
no murió nadie
no habrá entierro
vine al cementerio a
llevarme a casa conmigo
no murió nadie
vine al cementerio a
perforar
féretros
y levantar
en mí a quienes dieron
por muertos.
En una entrevista brindada a LA GACETA en 2019, Diosque respondió de esta manera sobre qué lecturas le habían impulsado a escribir: “La imposibilidad de encontrarme en el discurso literario de los libros que leía me hizo sentir que necesitaba crear uno propio”.
Han pasado dos años de esa entrevista, pero todo indica que las palabras siguen vigentes. Diosque escribe para nombrar vivencias que no han sido nombradas. Escribe para conocerse y para combatir. Hace de la palabra un refugio y un arma.