Es asombroso el equilibrio en los ecosistemas: cada elemento forma parte de un enorme entramado que funciona de manera simbiótica. Con el paso del tiempo y la acción antrópica, algunos de esos componentes mutan o desaparecen; es el caso del Tapirus terrestris, mejor conocido como tapir, un mamífero que lleva 70 años extinto en Tucumán.
Y si todavía no lo conocés, te contamos un poco de él: es el mamífero terrestre más grande de Argentina, con un peso que ronda los 300 kilos. Pero no hay que temer. Es herbívoro y, en zonas donde habitan humanos, suelen tener hábitos nocturnos. Su nariz, similar a una trompa, le sirve para tomar el alimento y olfatear, una de sus virtudes más grandes, puesto que poseen poca vista. Tienen un rol importantísimo en la naturaleza: en algunas investigaciones en la Amazonía brasileña se ha comprobado que estos mamíferos prefieren pasar más tiempo en bosques afectados por los humanos que en aquellos dónde la acción antrópica (la acción del hombre en la naturaleza) es menor. Allí, estos seres defecan más y distribuyen semillas en esos espacios. Básicamente, reconstruyen o moldean el ecosistema en el que viven.
Por esto se los llama “arquitectos del paisaje”; en Tucumán, eran actores importantes de las yungas, pero desaparecieron debido a la presencia humana y del ganado y a la destrucción del piedemonte. Sin embargo, hay buenas noticias: a fin de año se liberarán los primeros ejemplares que retornarán a la vida silvestre en la provincia.
Reintroducción
“Este es un proyecto de reintroducción de la especie, el primero en su tipo en el NOA. Se hace porque han cambiado las condiciones que llevaron al tapir a su extinción: creemos que hay mucha más conciencia social sobre estos temas; además, las Yungas han sufrido cambios en todos estos años. Antes había muchas más zonas cultivadas y mucha ganadería en la selva de las yungas, situación que se fue modificando desde los ‘90, cuando se produjo un fenómeno de emigración rural generalizado. Eso ha generado mejores condiciones para que vuelvan especies que se habían extinguido”, explica Juan Pablo Juliá, director de la Reserva Experimental de Horco Molle.
Otra razón que aportó a su extinción fue la caza: “viven muchos años, pero se reproducen muy lentamente. Tienen una cría cada año y medio, que no llega a la madurez sexual hasta los cuatro años. Entonces, se reproducen lentamente; en los lugares donde los cazan desaparecen rápidamente”, agrega.
El tapir se encuentra en el norte de Argentina, más específicamente en Salta, Jujuy, Chaco, Formosa y Misiones. También vivían en Corrientes, Tucumán, Santa Fe y Santiago del Estero, pero en las dos primeras ya desaparecieron completamente, y en las dos últimas no han sido avistados en los últimos años.
Son especies clave
Juliá comenta que en biología hay especies consideradas clave, porque tienen una influencia mayor en relación con la de otras especies dentro de los ambientes donde viven. También explica por qué los tapires son “arquitectos del paisaje”: “sea por ramoneo (el animal se alimenta de plantas y ramas) o dispersión de semillas, de alguna manera le dan forma a la selva de las yungas; así colaboran para mantener niveles altos de biodiversidad, y generan ambientes para muchas otras especies”.
Como la liberación de los primeros ejemplares se realizará en noviembre, en la Reserva, perteneciente a la Facultad de Ciencias Naturales de la UNT, iniciaron la construcción del primer cerco de presuelta: esto quiere decir, que los animales se aclimatarán a su nuevo hábitat (cercado) durante un mes antes de su liberación definitiva en el Parque Sierra de San Javier; además, se están probando los collares de telemetría para poder conocer la ubicación de los animales una vez liberados. Los collares GPS fueron desarrollados en conjunto por las facultades de Ciencias Naturales y de Ciencias Exactas y Tecnología y poseen un enlace a la red de telefonía celular para monitorear los tapires y, a su vez, evaluar el proceso de reinserción de los tapires.
“Vamos a trabajar para liberar ejemplares en forma continua los próximos 10 años. Calculamos que en la Sierra podrán vivir tranquilamente entre 40 y 50 tapires, entre los que liberemos y los que nazcan ahí”, se esperanza el biólogo.
Zona protegida
Hace pocos días se aprobó en el Concejo Delibarente de Yerba Buena una ordenanza que declara de interés municipal la defensa y la preservación de los tapires; también se instituye a la Ciudad Jardín como Zona Protegida del Tapir, y se encomienda al Departamento Ejecutivo Municipal la realización de campañas de concientización a la población en general. “Todo surgió porque en el verano comenzamos a ver bandadas de tucanes, algo a lo que no estamos acostumbrados. Entonces fuimos a la Reserva de Horco Molle y nos contaron que se habían empezado a soltar parejas de esos animalitos. Hicimos un proyecto, que salió, y preguntamos en qué más podíamos ayudar: así surgió el proyecto de ordenanza de los tapires, cuenta Gonzalo Marcos Cisneros, concejal de Yerba Buena.
“El tema con el tapir es que hay mucha gente que cuando lo vea se va a asustar por sus dimensiones. La idea es concientizar a la población para que, cuando lo vean en el cerro, sepan qué es y lo conozcan”, explica.