La historia de La Argentina es la historia de una aventura iniciada en 2004 por cuatro amigos que comparten, entre otros, el apellido, la mamá, el papá, el abuelo materno -una especie de “precursor”- y el sueño por emprender día a día.
El proyecto se puso en marcha el 9 de Julio, hace exactamente 17 años. Durante ese período, el cuarteto se topó varias veces con diversas complicaciones. Pero estas fueron entendidas como desafíos; y todos fueron superados. Hoy apuntan a una ambiciosa meta: ser la primera firma de Tucumán en recibir la certificación de “Empresa B+”; es decir, de triple impacto: económico, social y ambiental.
“Venimos trabajando con fundaciones desde hace tiempo; con actividades sociales y con el cuidado del ambiente. Esperamos certificar en 15 meses”, cuenta Fernando Decoud (41 años), uno de los socios de La Argentina -los otros son sus hermanos Jorge (39), Germán (36) y Benjamín (31)-.
Precisa que alcanzar la categoría implica sostenerla en el tiempo. Y, en ese sentido, explica que no se trata de algo coyuntural, o exclusivo para la firma, sino que involucra una forma de vida de los socios y de las personas q trabajan en La Argentina. “Lo nuestro pasa mucho por cuestiones sociales y por el cuidado del ambiente. En la puerta de la tienda de 25 de Mayo tenemos recipientes para la separación de la residuos, y en las oficinas hacemos compostaje y practicamos un uso responsable del agua y de la electricidad”, dice.
Añade que el primero en bajar esa política fue Jorge: “él vendió su auto y se compró una bici. Y las chicas y chicos en nuestra empresa ahora tienen muchísimo más cuidado con esas cosas. De hecho, el respeto por el cuidado del ambiente es una condición que consideramos al momento de contratación”.
Fernando suena sólido en su discurso, y se nota que habla con conocimiento de los temas. Pero esto no siempre fue así. “Cuando comenzamos no teníamos ningún conocimiento sobre lo que estábamos haciendo. Lo fuimos adquiriendo con el tiempo y con la experiencia”, reconoce.
En 2004, el papá de los socios les prestó el capital inicial, y acaso parte de la idea la hayan tomado de su abuelo materno, Guillermo Márquez, cofundador de la vieja fábrica de pantalones Vil-Mar. “De alguna manera fue como una continuidad de su laburo; pero nunca fue muy conversado. Hablábamos de empezar un emprendimiento propio, en paralelo a nuestros estudios”, recuerda Fernando.
A poco de arrancar vivieron un crecimiento exponencial. En 2007, a tres años de la fundación, abrieron la primera tienda física en Tucumán. Y alrededor de una década después ya contaban con 16 sucursales, en la provincia, en Salta, en Santiago del Estero, en Mendoza, en Córdoba y en Chaco.
“El deseo por crecer hizo que cometamos muchos errores; pero también hizo que nos profesionalicemos, que dejemos de ser una empresa meramente ‘familiar’ para ser más profesional. Pero mucho de nuestro desarrollo se basó sobre el modelo ‘prueba y error’”, señala.
Agrega que entre 2016 y 2018 atravesaron años muy complicados desde lo financiero. Pero subraya que en 2019 pudieron estabilizarse, para luego acomodarse finalmente.
“Habíamos cometido muchos errores, por tratar de sostener una cantidad de tiendas físicas para las cuales no dábamos abasto. A partir de 2018 decidimos cerrar las tiendas que no podíamos sostener. Nos quedamos con siete -en San Miguel de Tucumán, en Yerba Buena, en Concepción, en Salta y en Santiago del Estero-; y hoy tenemos cierta tranquilidad, y muy buenas perspectivas”, cuenta.
De hecho, La Argentina resultó una rara avis en un sector que resultó muy golpeado el año pasado, debido a las medidas para contener el impacto de la pandemia de coronavirus. “En enero del año pasado nos reunimos con Germán y convinimos en que comience a averiguar sobre friselina para fabricar barbijos. Calculábamos que el cierre iba a llegar en mayo, pero se adelantó. Aun así, cuando la pandemia llegó ya estábamos produciendo barbijos. Luego, en marzo, les vendiamos al sistema sanitario público y privado barbijos y otros elementos de sanidad descartables. Y con las ventas de esos insumos pudimos sostener la empresa, evitar despidos y, sobre todo, continuar el proceso de reorganización que veníamos realizando. Para nosotros, 2020 fue muy buen año, y el actual pinta igual”, celebra Fernando
Pero se contenta más cuando advierte el camino recorrido hasta alcanzar esa tranquilidad como empresa. Porque se trata, en definitiva, de una aventura vivida con sus hermanos, sus amigos. “Son 17 años de haber emprendido este proyecto, de haber transitado juntos todo este tiempo, durante el cual vivimos cosas buenas y malas. Tenemos cuatro personalidades totalmente distintas, que por suerte se pueden complementar. Nos elegimos como socios y nos seguimos eligiendo como amigos. Es divertido laburar en la empresa”, afirma.