Martillo y cincel por largos ratos. Pinceladas de arte en cortos lapsos. Así tomó forma el triunfo 3-0 de Argentina anoche ante Ecuador, que lo clasificó a una de las semifinales de la Copa América, en la que se verá las caras, el martes, con Colombia. Pudo definir a su favor y darse tranquilidad duradera con las varias opciones de gol con que contó. Pudo sufrir lo indecible cuando el rival pareció vulnerar su temerario planteo. Hizo clic y terminó holgado, feliz, gozoso.
La Selección había clasificado a los cuartos de final, convenciendo de a ratos en sus partidos de la fase de clasificación y preocupando por sus lagunas en el juego en varios pasajes. Las dudas del DT Lionel Scaloni por formar el equipo hasta último momento le pusieron un toque incierto a la previa. En el medio de esto, no ayudaron a la necesaria paz del clima interno las declaraciones de Marcelo Gallardo, haciendo público su deseo de, algún día ser el entrenador nacional, frases que torpemente algunos dirigentes avalaron en Twitter.
Pero siempre que la pelota se echa a rodar, huelgan las palabras, las teorías y las conjeturas.
Desde que se supo que el rival sería Ecuador, había una coincidencia: no sería un rival sencillo. Contradicciones del caso: en el primer tiempo, lo fue por algunos tramos. En otros, estuvo para el cachetazo. Aparte del gol de Rodrigo De Paul, a poco del final de la etapa, hubo al menos cinco oportunidades claras para que Argentina saque ventajas. La más increíble se dio en el minuto 22 (¡y fue de locos, como el significado que tiene ese número en la quiniela!). Carlos Gruezo lanzó un temerario pase hacia atrás, y la pelota fue a parar nada menos que al pecho de Lionel Messi. Corta carrera, salida desesperada del arquero Hernán Galíndez, toque de zurda del rosarino, con inexorable destino de gol. Salvo que la pelota dio en el palo y luego fue despejada. Antes se eso, Lautaro Martínez y Germán Pezzella se habían perdido ya el primero. Después, lo tuvo a mano Marcos Acuña. Y después del gol, a Nicolás González le ahogaron el grito supremo. Pero el rocoso, entusiasta, incansable, áspero, ágil Ecuador tuvo lo suyo: dos veces pudo marcar por cabezazos de Enner Valencia.
En el complemento las cosas se hicieron todavía más difíciles. El equipo de Gustavo Alfaro siguió dándose ánimos, por construcciones propias y desaciertos del rival. Entonces Scaloni hizo los cambios correctos y Argentina canjeó cornisa por horizonte de arcoiris. Martínez puso el 2-0 a 7’ del final. Y, con tiempo cumplido, la zurda de seda de “Lio” acarició la pelota de tiro libre. Chau Ecuador. Colombia, allá vamos.