Resulta difícil contextualizar la magnitud del desafío que implica mitigar el cambio climático descarbonizando de manera perentoria la matriz energética mundial, cuando todavía los principales combustibles fósiles (petróleo, carbón mineral y gas natural) abastecen el 87% de toda la demanda de energía primaria del planeta.
“Sin embargo, a pesar de lo titánico del esfuerzo que esto representa -sobre todo cuando se plantean metas de lograr la neutralidad de emisiones de carbono para 2050-, todo parece indicar que el mundo ya ha asumido que es el camino que hay que encarar, y por distintos lados se ven claras señales de que se están acelerando los pasos en este sentido”, señala un interesante informe elaborado por personal de la Sociedad Argentina de Técnicos de la Caña de Azúcar. (Satca).
Revisando el segmento de generación eléctrica, responsable de al menos un tercio de la demanda de energía primaria del planeta, llama la atención que por quinto año consecutivo las inversiones en energías renovables de carbono neutro hayan venido superando a las tradicionales accionadas por hidrocarburos fósiles.
Para este año se estima que las renovables dominarán ampliamente la inversión en nueva generación de electricidad, y se espera que contabilicen el 70% del total de los U$S 530.000 millones que se gastarán en toda nueva capacidad de generación. Esta iniciativa viene apalancada por la comunidad financiera internacional, que procura alinearse en torno de la sustentabilidad de sus inversiones más que en los tradicionales indicadores de rentabilidad de corto plazo.
Otro tanto está sucediendo con el segmento movilidad, demandante de al menos otro tercio de la energía primaria mundial. El cambio de paradigmas es asombroso, y su eje pasa por una acelerada transición de la motorización de combustión interna fósil hacia una electromovilidad, con distintas alternativas de alimentación acordes a las características propias de cada país o región.
Los principales referentes del negocio automotriz mundial están poniendo plazos cada vez más cercanos a la próxima década para este recambio: incluso sorprenden decisiones estratégicas, como la que acaba de anunciar la empresa automotriz Audi: en 2026 lanzará el último de sus modelos a combustión interna.
Para posicionarse frente a estos desafíos que impone el mundo, es interesante el abordaje estratégico y pragmático asumido por los responsables de la cadena sucroenergética brasileña, que presenta grandes similitudes con su contraparte argentina.
Por medio de las ventajas competitivas para la producción de biocombustibles y de su larga trayectoria en ese segmento, Brasil se posiciona como abastecedor privilegiado para la futura movilidad de carbono neutro. Desde el punto de vista ambiental demuestra un claro balance positivo en emisiones, tanto para la actual flota de vehículos flexibles, como para abastecer de hidrógeno extraído en el propio vehículo a la futura bioelectromovilidad, por medio de las redes de distribución y expendio existentes.
Un aspecto fundamental que tienen en cuenta las empresas brasileñas en este abordaje son las características socioeconómicas y de infraestructura propias de su país. Con tantas necesidades básicas insatisfechas -que la producción de bioenergías puede contribuir a resolver-, queda poco margen para invertir en nuevas redes de recarga directa de electricidad a las baterías de los autos, o en costosísimas redes de almacenamiento, distribución y expendio de hidrógeno, como las que tienen previstas implementar los países desarrollados.
Ambigüedad
En comparación, resultan contradictorias las señales que da Argentina a la hora de afrontar estos desafíos globales. Sorprende la relevancia que se asigna a la obtención de combustibles fósiles, en contrapartida con el cepo que pretende imponerse al desarrollo de bioenergías, a pesar de contar también con ventajas incomparables para su producción y con el efecto multiplicador en la economía. Asimismo, sorprende la desmesurada apuesta a la tecnología de transición del Litio para automóviles enchufables, en un país con déficits evidentes en sus redes de distribución eléctrica.
Cuando en mayo de 2006, la Argentina decidió emprender el camino de sumarse a la corriente mundial de apostar por las energías renovables, y puso en vigencia la Ley Nº 26.093 (Régimen de Regulación y Promoción para la Producción y Uso Sustentables de Biocombustibles) se posicionó al país dentro del selecto grupo que a nivel internacional quería un cambio paradigmático en el uso de las fuentes de energía, para bien de las generaciones futuras.
Las acciones -y las dudas- que se perciben hoy en día en los actores que deben tomar una decisión de significativa trascendencia para los próximos años en el tema energético, parecen estar a contramano de lo que piensan y hacen los que lideran un cambio para bien de la humanidad.