Al hablar de “traer una nueva vida a este mundo” la primera escena que se nos viene a la mente es la de una mujer embarazada. Pero, ¿y el detrás de escena? ¿En dónde queda el resto del reparto?

Al igual que con otros ámbitos que competen a la pareja, la fertilidad también debe pensarse “de a dos”. En el caso de los hombres, existen una serie de problemas que dificultan la paternidad.

“Entre los factores más frecuentes de infertilidad masculina está el varicocele (dilatación anormal de las venas que yacen por encima de los testículos). Este afecta al 35 o 40 % de los pacientes y es capaz de corregirse con una pequeña cirugía”, explica el doctor Gonzalo Terol, del Instituto tucumano de fertilidad.

Otras motivos son de origen idiopático (el 25 %) o infeccioso, sumado a dificultades eyaculatorias, testículos no descendidos, desequilibrios hormonales, el consumo de ciertos medicamentos o la presencia de alteraciones cromosómicas y genéticas.

Incomparable en su papel de “el mal del siglo XXI”, el estrés también afecta de lleno al deseo de agrandar la familia. “Este puede crear desequilibrios hormonales e impactar negativamente en la producción de testosterona y en la cantidad de espermatozoides”, enfatiza el andrólogo.

El entorno y yo

Durante estos últimos años, los profesionales afirman que la calidad del semen ha empeorado. No solo por nuestro mal estilo de vida (con excesivas dosis de alcohol o falta de ejercicio) sino también por la contaminación ambiental y la exposición constante a sustancias tóxicas. “En ese sentido hay investigaciones sobre el impacto de los celulares (por el gran poder de sus ondas electromagnéticas de radiofrecuencia) como un factor extra que contribuye a la infertilidad masculina. Sin embargo, el tema aún se está estudiando”, explica el urólogo.

Además, la alimentación poco variada tiene su grado de culpa. Para contribuir a una fertilidad integral es importante consumir frutas, verduras y lácteos.

“Por ejemplo, hay dietas como la mediterránea que ayuda a mejorar la calidad seminal por sus altos niveles de ácidos grasos, omega 3, antioxidantes y vitaminas, y la baja presencia de grasas saturadas”, acota.

Potencial mutuo

Una situación recurrente que mina el camino de la concepción es el rechazo o desinterés que muestran los varones a hacerse estudios.

“Gran parte de los pacientes acuden a consulta porque sus parejas les insisten (‘vengo porque ella me trajo’, responden). No obstante, cuando el especialista se toma el tiempo de explicar y despejar las dudas, ellos empiezan a comprender la importancia del factor masculino y acceden a hacerse todos los análisis necesarios”, retrata Terol.

Las estadísticas muestran que el 33,3 % de los casos de infertilidad corresponden a alteraciones en la mujer, mientras que otro 33,3 % a los hombres. El tercio restante es a causa de ambos (complicaciones mixtas).

“Muchas veces los médicos cometemos el error de decirle a las parejas que el problema lo tiene uno de los dos. Esto no es así”, afirma el coordinador del grupo NOA de la Sociedad Argentina de Andrología.

Al contrario, lo que prima es la noción de potencial fértil. Es decir, cuando un miembro tiene bajo potencial y el otro alto, el déficit se compensa y el Evatest da positivo. Pero, cuando ambos integrantes tienen bajo potencial la mayoría de las veces el embarazo no llega.

¿Cuestión de edad?

A diferencia de décadas atrás, las aspiraciones personales y expectativas de las nuevas generaciones son distintas. Lo que significa también una modificación en la visión, importancia y tiempos para concretar una familia.

“Es un hecho que el deseo reproductivo se ha postergado, no solo por la idea de consolidarse en lo laboral sino por diferentes cambios sociales. Esto se acentuó desde 2013 con la sanción de la Ley N° 26.862 de Reproducción médicamente asistida, dado que los tratamientos de fertilidad resultaron más accesibles”, detalla.

En medicina reproductiva no hay un periodo exacto para afirmar que el hombre es “menos fértil”, pero quedó demostrado que la calidad del semen empeora al correr los años.

“Esto se llama edad paterna avanzada y algunos trabajos la estiman entre los 35 y los 50 años. No hay un límite biológico, aunque sí es importante aclarar que -a mayor edad- el ADN del espermatozoide se modifica. El resultado es una menor tasa de fertilización y embarazo, además de ocasionar problemas genéticos en la descendencia”, agrega.

Imposiciones

La “dulce espera” tampoco se libra de los prejuicios culturales. “Al comprenderse siempre el embarazo desde la perspectiva femenina, los hombres suele rechazas la idea de que ellos pueden ser infértiles. Incluso, la mayoría lo ven como una amenaza a su hombría, se enojan o creen que fallaron en su rol de procreadores. Para ellos la carga de la herencia o la transmisión de un legado es bastante importante”, describe la psicóloga Ana Laura Caruso.

Por esta razón, el aspecto emocional es un pilar fundamental durante los tratamientos reproductivos. “Frente a estas circunstancias, la ansiedad o la angustia repercuten en el desempeño sexual y, al final, generamos un ciclo vicioso (de desgano, malestar y poco deseo) en que el sexo se instrumentaliza. Hay parejas que hasta programan alarmas para acostarse durante los ciclos de ovulación perdiendo hasta el factor del juego y erotismo”, reflexiona la terapeuta.