En diciembre del 2019 nos enteramos que en China había aparecido una partícula microscópica que llamamos virus y que alteró la vida del planeta como nunca había ocurrido. Un año y medio después entramos en una segunda etapa en la que el virus convive con nosotros mientras tratamos de volver a una nueva normalidad con el plan de vacunación de mayor importancia en la historia de la humanidad, utilizando vacunas innovadoras nunca antes probadas y nuevos tratamientos que podrán en un futuro ser utilizados para otros agentes infecciosos.

Los virus no son considerados seres vivos dado que son parásitos obligados, necesitan un huésped para sobrevivir. Hace miles de millones de años que existen y afectan a todo tipo de seres vivos. Son básicamente información que ingresa en las células del huésped y codifican sus proteínas para multiplicarse.

Un virus nada especial

El Sars-Cov-2 es un virus como cualquier otro, no tiene nada muy especial, su tasa de letalidad es cien veces menor al ébola y su transmisibilidad es cinco veces menor que el sarampión. Lo único particular es que mata mayormente a gente añosa y que casi no ataca a los niños. Esta característica obviamente es muy positiva aunque se desconoce aún por qué sucede.

Era lógico y esperable que el virus aumentara su contagiosidad. Las mutaciones se originan al azar pero las variantes más contagiosas son las que prevalecen por selección natural. Al virus no le sirve matar a su huésped por lo que no tiende a aumentar su letalidad.

Siendo así, ¿por qué afectó tanto al planeta? Vivimos en una era en la cual la ciencia nos otorgó la posibilidad de vivir más allá de nuestra expectativa biológica que es de aproximadamente 40 años. El derecho a la longevidad que le reclamamos al Estado fue puesto en jaque por este virus. El Estado mostró sus limitaciones por falta de conocimiento y no pudo mantener plenamente ese derecho.

Otros coronavirus, el llamado NL63 tiene la misma llave de entrada a las células. Hace décadas que convive con nosotros y solo produce un resfriado menor. Una hipótesis es que los niños se enferman menos porque fueron infectados por este virus que les otorga una inmunidad parcial al Covid. Entonces, ¿podría haber sido un paliativo infectarse deliberadamente con este virus antes de tener las vacunas? Probablemente, sin embargo, por desconocimiento o exceso de prudencia nadie lo hizo. Con la vacunación masiva se observó que quienes se vacunaron contra el Covid tienen menos resfríos producidos por este coronavirus.

El hombre que más vidas salvó

En 1796 Edward Jenner, un médico rural inglés, observó que las personas que tenían contacto con las vacas desarrollaban un tipo de viruela leve y luego no cursaban la enfermedad en su forma más grave.

Este hecho que podría haber sido observado por cualquier otra persona, le permitió a Jenner desarrollar la primera vacuna y convertirse en la persona que más vidas ha salvado en la humanidad. Desde entonces la población ha crecido diez veces.

El Sars-Cov-2 es el virus más estudiado de la historia, se publicaron decenas de miles de trabajos científicos pero poco de este conocimiento llegó a quienes pueden tomar decisiones para beneficiar a la sociedad.

Muertes colaterales, muertes evitables

En la medida que la pandemia termine quedará en evidencia que murió más gente por los efectos colaterales que por el virus mismo. Los chequeos postergados, las cirugías no realizadas, los efectos de las restricciones en lo psicológico y en lo económico causarán más daño que el mismo virus en forma directa. Sólo que gran parte de este efecto se diluye en el tiempo y se manifiesta de múltiples formas, por lo que se torna menos evidente

¿Se podría haber evitado la segunda ola? Quizás no totalmente, pero sí se podría haber evitado el aumento abrupto que tanto daño produjo. Se cometieron errores que sin duda influyeron en el aumento de casos. Un ejemplo es sobre los criterios utilizados en la vacunación. Muchos estudios indican que los contagiados por Covid conservan protección por lo menos por ocho meses. Otros estudios indican que los contagiados que se aplican una dosis de la vacuna tienen mayor protección que los no contagiados con dos dosis. Es como vacunar a alguien ya vacunado. El hecho de que no tengan anticuerpos no significa que no tengan protección. Los anticuerpos son como los misiles que vagan por la sangre; son producidos por los linfocitos B, que no se detectan en los estudios de anticuerpos.

Si los contagiados conservan inmunidad, ¿por qué vacunar a los contagiados cuando hay escasez de vacunas? Las personas con protección representan más del 35% de la población, por lo que haber tomado en cuenta este factor en la vacunación habría sido fundamental para evitar o moderar la segunda ola.

Tratamientos poco aplicados

Los protocolos de investigación sobre potenciales procedimientos han sido muy escasos. Solo una mínima cantidad de pacientes fueron incluidos en estudios de determinados tratamientos.

En materia de tratamientos, hubo fundamentales avances. El uso de anticuerpos monoclonales previamente seleccionados por su alta efectividad contra el virus ha mostrado ser efectivo. Quizás los altos costos y las dificultades en la producción limitó su aplicación pero es una tecnología que podrá utilizarse en el futuro contra muchas otras enfermedades. En Argentina se desarrolló el Suero hiperinmune producido por caballos previamente infectados por el virus, que a pesar de sus beneficios y del apoyo del gobierno no ha sido muy utilizado.

¿Cuántas muertes y sufrimientos provoca una decisión cuando no se toman en cuenta los estudios científicos? ¿En cuántas otras oportunidades aconteció lo mismo? ¿O en cuántas otras áreas se comenten errores por falta de conocimiento?

La pandemia nació en China por la fatal negligencia de no haber controlado el comercio de animales salvajes. Ocurrió en el lugar, momento y forma más probable. Muchos la estábamos esperando; era inevitable que sucediera y podría haber sido mucho peor.

Disociación

Como nunca antes, la crisis dejó de manifiesto la disociación entre la ciencia y la sociedad, quedando en claro que una baja inversión en ciencia es un error que se paga caro.

La pandemia reveló de manera evidente la importancia de investigar y generar nuevos tratamientos para tratar la inflamación. La inflamación es un arma de doble filo, por un lado nos protege pero si es exagerada nos puede matar. La inflamación es un proceso muy complejo pero merece ser estudiado profundamente dado que es la principal causa humana de sufrimiento y está relacionada con muchas enfermedades.

A pesar de las múltiples evidencias directas e indirectas de los beneficios de la vitamina D para fortalecer al sistema inmune y evitar la excesiva respuesta inflamatoria, sabiendo además que el 70 % de la población tiene déficit de esta vitamina, habiendo suplementos económicos y de fácil administración, la pregunta es, ¿por qué no se promociona?

Un mapa preciso del contagio

Durante la pandemia se produjeron enormes mejoras en los métodos de detección del virus. Necesitamos métodos económicos, fáciles de realizar, confiables y rápidos. La posibilidad de detectar el virus en forma electrónica es una perspectiva que sería revolucionaria para detener la pandemia. Los testeos que no se pueden hacer en domicilio terminan movilizando gente infectada y siendo contraproducentes. Nuevos dispositivos portables utilizando tecnología de microfluidos permiten detectar al patógeno en pocos minutos conectando el dispositivo a una aplicación de celular. Ya está disponible un test para detectar en 15 minutos la gonorrea, una enfermedad bacteriana de transmisión sexual que preocupa dado que se han descubierto cepas resistentes a los antibióticos. También ha habido avances en los dispositivos e-skin que se colocan como parches en la piel para medir variables fisiológicas. En el caso del Covid-19 se han utilizado para medir los niveles de oxígeno en sangre cuyos niveles pueden bajar por la enfermedad.

Avances más allá del Covid

Muchas otras pandemias no infecciosas se beneficiarían de los mismos avances si se invierte en mayor escala en su solución.

Las vacunas genómicas tienen una historia de 50 años, coincidió su maduración con la pandemia y se logró probarlas en miles de millones de personas en poco tiempo, algo impensable antes de la epidemia. La vacuna de Pfizer necesita una refrigeración menor de 60 grados centígrados lo que dificulta su conservación y distribución. Este inconveniente se resolvió en poco tiempo produciendo liposomas que trasportan el ARN a las células que se mantienen a temperaturas arriba de cero grado. En los próximos años saldrán al mercado nuevas vacunas utilizando esta tecnología para el HIV, zika, gripe y vacunas terapéuticas contra diversos tipos de cáncer como el melanoma, próstata, mama y otros.

Una era postinfecciosa

Los grandes avances que obtuvimos gracias a la inversión desde el comienzo de la pandemia nos dan la perspectiva de una era en la que hayamos vencido a las enfermedades infecciosas.

Nuevas y mejores vacunas, nuevos tratamientos, nuevos antibióticos, superiores y más rápidos métodos de detección como un mayor conocimiento del funcionamiento de nuestro sistema inmune permitirían que este hito sea posible.

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Daniel Pozzi – Doctor en Ciencias Biológicas

y Neuropsiquiatría. Autor de Humanidad 2.0.