La memoria de la plaza del barrio Jardín tal vez guarda en un rincón especial la sonrisa soñadora de una changuita inquieta, visitada por los duendes de la poesía y el teatro. La vida le ha abierto la puerta de varios caminos que ha transitado con entusiasmo, con entrega. No solo la creatividad artística bulle en su espíritu, también un afán por organizar, por fundar. En la adolescencia, creó una cooperativa escolar y una biblioteca. “Creo que los hacedores tenemos el compromiso moral de derribar barreras, de abrir puertas, de generar oportunidades, de erradicar prejuicios, brindándonos a los demás, al prójimo, a la comunidad para marcar la diferencia. Para ser una pequeña luz en tanta oscuridad en la que se vive día a día”, dice. Desde 2015, conduce los destinos de la filial local de la Sociedad Argentina de Escritores. “- ¿Quién eres? - me dijo una voz inquisidora. Yo intentaba ingresar al paraíso. Respondí de prisa: - Soy la luminosidad del sol, el brillo incesante de la luna, el fulgor deseado de las estrellas… - Blasfema, - dijo con indignación-. Eres una simple mortal con ínfulas de diosa salva y elegida. Volved a vuestro mundo y llevaros consigo vuestro ego. El abismo me deglutió apresurado. Desde entonces estoy aquí tratando de perfeccionarme en la palabra para encontrar la contraseña”, escribe Alejandra Burzac Sáenz.

- ¿En qué barrio naciste? ¿Se respiraban aromas culturales en el hogar de la infancia?

- En Barrio Jardín, allí vivía en la semana. Viernes a domingo, en las fincas. Mi padre y tíos fueron actores en la época de Pablo Rojas Paz. Mi padrino recitador en festivales, la mayoría de mis familiares desarrollaba algún talento, baile, canto, piano, guitarra… Mamá me mandó a estudiar teatro de pequeña, yo era profundamente tímida. Sirvió. En casa todos leían, papá muchísimo. Teníamos cuenta abierta para libros y revistas. Hacíamos turnos para leer, nadie demoraba más de dos días en leer una novela. Aprendí a leer antes de iniciar la escuela. Aunque nací en la ciudad mis gustos eran campestres, cazar, pescar, escalar, andar en bicicleta de día y leer desde la tarde hasta el amanecer muchas veces. Leía lo que encontraba.

- ¿Cuándo comenzó a visitarte la poesía?

- En los festivales, sentada entre bambalinas escuchando a mi padrino. Amaba ese momento, siempre me llevaban. Empecé a escribir en el primario, cosas de escuela. En el secundario me enamoré de la poesía. En el primer concurso literario que participé gané, un segundo lugar. Era mi primer poema. Aún lo recuerdo con emoción: se llamaba Sentir, era para el día de la Juventud en 1983. Los primeros poemas eran de amor.

- ¿Cómo surge el interés por el quichua? ¿Viviste en Santiago del Estero?

- Fue una casualidad. En verdad quería aprender inglés para ir al Encuentro Internacional de Mujeres en China. Por entonces vivía en Yerba Buena, y fui a la municipalidad a inscribirme. Cuando llegué había dos profesoras matriculando y dictaban el curso introductorio al quichua. Me reí mucho. Pero bueno, ya estaba allí. Me inscribí. No me arrepiento. Estudié en la UNSE.

- Estuviste relacionada con la Asociación Indígena, ¿seguís vinculada con nuestros pueblos originarios? ¿Cuál es tu mirada sobre su condición actual en nuestro país?

- Me vinculé al AIRA por causalidad, siempre fui inquieta, y curiosa. Un conocido hacía un periódico indígena, me invitó a escribir. Yo había hecho radio y fundado algunas cooperativas y otras organizaciones sociales, lo que me hizo ser voluntaria en el Cenoc, allí los encontré a los indigenistas, eran pocos. El Cenoc nos permitía elegir con qué organización colaborar. Me sumé al AIRA en Tucumán. Y empecé a trabajar en programas de reforzamiento indígena en el NOA y NEA, financiado por el Banco Mundial. Luego me recibí de profesora en Lingüística Regional Castellano-Quichua y mis hermanos me incorporaron en la Asociación como miembro, ya hablaba sus lenguas. Sigo vinculada a nivel nacional, aunque ya no recorro las comunidades. Creo que en nuestro país la condición ha mejorado desde entonces pero no lo suficiente. Aún no se tiene conciencia del valor que tienen los aborígenes, siguen luchando por las tierras siendo sus dueños o peleando por sus derechos cuando estos debieran ser naturales. Creo que como sociedad les debemos mucho.

- ¿Hubo alguna circunstancia que determinó que la literatura podía ser tu destino? ¿Por qué la poesía?

- Sí, cuando tenía siete años, solían ir a mi escuela Paul Groussac los escritores a presentar libros. Fueron a promocionar Por el tobogán del arcoíris, de Alba Omil, ahí concebí el sueño de ser escritora, y crear mundos posibles. Y aquí estoy. Me autopercibo poeta.

- ¿Cómo se produce tu acercamiento a la SADE y tu llegada a la conducción?

- Con la SADE tuve múltiples contactos, en la adolescencia era recitadora en la Peña El Cardón, allí también funcionaba la SADE. A los 22, empecé a colaborar. En 2003, me eligieron tesorera, y así fui comprometiéndome. Considero que soy una mujer de organizaciones, tengo un profundo respeto y amor por las que formo parte. La SADE corre por mis venas, la llevo en el corazón.

- ¿Cuáles son los ejes principales de tu gestión?

- Muchos. La presido desde 2015. Primero fue reconstruir. Después democratizar la institución, incluir a la mujer, darle espacio. Hacer de la SADE un lugar de realización para todos los socios. Formar jóvenes en gestión cultural para que la institución tenga futuro. Trabajar con los libros y autores, promocionarlos. Crear ciclos, programas radiales, bibliotecas, buenos vínculos nacionales, internacionales. Y hacer un trabajo permanente en las escuelas en la provincia llevando textos de autores tucumanos a los docentes y alumnos. Despertar la pasión por la lectura, crear nuevos lectores.

- ¿Se puede hablar de una literatura tucumana?

- Indudablemente, hay una literatura tucumana, con distintos matices. Está en el ritmo del texto, en la poesía. Uno rápidamente sabe si el autor es tucumano y a qué ciudad pertenece. Se pueden identificar por la cadencia, la temática y el vocabulario. La escritura está impregnada de la musicalidad tomada de su paisaje. Eso la delata.

- También has incursionado en el campo editorial. En los últimos años, se han publicado una buena cantidad de poemarios, ¿a qué crees que se debe?

- Dirijo una editorial social desde 2004, se publica más poesía que cuento. La poesía no pierde fuerza ni vigencia. Todo ser humano es susceptible a la poesía, va directo al alma como la música. Tiene un poder encantador. He visto cómo se gana el silencio en cualquier espacio, en un escenario, en las escuelas bulliciosas, en las calles. La poesía es la máxima expresión del alma.

- ¿Por qué te seduce el microrrelato? ¿De qué hablan estos textos y los de tu poesía?

- Me atrae la brevedad, el desafío que implica. Como las palabras me apasionan siempre me fue difícil usar pocas. Hacer microrrelatos es un ejercicio de desapego. Mis textos, en general, están atravesados por una mirada de género. Aunque estoy escribiendo relatos hiperbreves que son de humor. Juego con la ironía cuando escribo. Me divierte. Los poemas son variados. Al principio eran de amor, el erotismo estaba presente. Después vinieron los existenciales, filosóficos, metafísicos, esotéricos. Van variando conmigo. Me acompañan en mis aprendizajes. Los últimos, que escribí antes de la pandemia, son de muerte, están en corrección, me tomo mucho tiempo para eso, años. Se llama Réquiem.

- ¿Cuál es tu máxima aspiración como escritora?

- No tengo una aspiración máxima, es simple, espero conmover.

Caprichosa fue la creación en ponerme un cuerpo

Si me hubieran preguntado qué quería ser

hubiera dicho pájaro,

o agua,

o cualquiera de esas cosas

que no se pueden asir muy fácilmente.

Fiera salvaje o colibrí

Rosa, tallo o cactus

y no mujer,

no hembra

no madre…

Por librarme de llevar el peso de la vida

en las entrañas

y en la existencia.

Caprichosa fue la creación en atraparme

desde el instante mismo en que he nacido

sin darme siquiera una chance

de libertad, plenitud y vuelo.

Y aquí estoy con esta hembra humanidad

circulando en descontento

en carnes blandas

perdiendo belleza y esplendor

día tras día.

Atrapada

obligada a ser mujer

en mundo hombre.

Condenada a ser paria,

guerrillera

disparando desde la oscuridad

pequeñas consignas de libertad

que mueren en los oídos apagados

de los hombres.

Caprichosa fue la creación…

y yo rebelde…

palabra en mano,

palabra en boca

sigo en fuga.

Alejandra Burzac Sáenz

› UNA TRAYECTORIA

Escritora, ensayista, editora y gestora cultural tucumana, Alejandra Burzac Sáenz nació el 3 de mayo de 1969. Es directora en Tucumán de la Academia Norteamericana de Literatura Moderna (Nueva Jersey, EE.UU.); preside la SADE Filial Tucumán. Es corresponsal del NOA de la Academia Argentina de Literatura Infantil y Juvenil. Publicó “Sami la novela diaguita” en coautoría con Rodolfo Vargas Aignasse. Es autora de “Ella” (minificciones), “Instintos naturales” y “Eterna búsqueda” (poesía). “Origen, entrada y consolidación del quichua santiagueño” y “El Avá Neê” (ensayo). Fundó y dirige la editorial Trascendernoa, que publicó más de 85 títulos.