“Miren acá”, advierte Gerardo Isas. Postergadas por una inoportuna capa de pintura blanca emergen formas y colores de otro tiempo. Un pequeño tesoro pictórico. Alguien tapó esos delicados diseños en stencil, trazados -casi con seguridad- allá por el siglo XIX, y hoy representan un hallazgo. Estamos en uno de los camerinos, detrás del escenario de la Sociedad Francesa, y por una ventanita se cuela el sol del mediodía. La casona inaugurada en 1895 está colmada de detalles, rincones que sólo el ojo entrenado detecta. Recorrer este espacio en el que las fronteras entre Tucumán y Francia desaparecen es un placer. Hay mucha memoria allí, la clave es sintonizar la frecuencia con la que se expresa.
Además de ser arquitecto y docente de la UNT, Isas es el presidente de la Sociedad Francesa. Y también un anfitrión atento para abrir puertas, encender luces y servir de guía por la propiedad. El bullicio de San Juan al 700 se amortigua en los salones de techos altísimos y molduras elegantes, y mucho más desde el patio hacia el fondo, en el jardín que muy pocos tucumanos llegaron a conocer. Pronto eso cambiará.
La historia de la institución, que es un retazo de la historia moderna de la provincia, revive en un libro presentado el fin de semana pasado, en el marco del Mayo de las Letras. Se llama “Primera persona del plural”, un juego de palabras referido a las actas de las reuniones de comisión directiva de la Sociedad. Isas las usó como fuente para escribir el libro, un trabajo minuciosamente documentado cuyo recorrido se inicia en 1879, año de fundación de la Sociedad, y llega hasta 2008. La selección de fotos es magnífica, y por los 10 capítulos desfilan multitud de personajes, familias, episodios decisivos o anecdóticos, visitantes ilustres, costumbres y tradiciones, como la celebración del 14 de julio, aniversario de la Revolución Francesa. Es más que el devenir de una comunidad de inmigrantes; representa un enfoque novedoso y por demás valioso al Tucumán de los últimos 140 años.
ESPACIOS. Arriba se ve el patio, en una foto tomada desde el fondo. Se está haciendo limpieza y algunas refacciones. Abajo, Isas muestra el subsuelo, donde se ensaya una obra teatral.
“Primera persona del plural” se publicó en 2017 y fue reeditado en 2019, con la presencia del entonces embajador Pierre Guignard en el acto de relanzamiento. El volumen añadió un anexo con el nombre de todos los socios que pasaron por la Sociedad. Pero faltaba una presentación en el Ente Cultural -financiador de la obra- e Isas la concretó en compañía del Doctor en Letras Carlos Alvarado Larroucau.
Paso a paso
La llegada de tantos franceses a Tucumán es un fenómeno casi incomparable con las oleadas inmigratorias recibidas en otras provincias. La industria azucarera y el ferrocarril fueron imanes que atrajeron a jóvenes profesionales y comerciantes franceses convertidos, en muchos casos, en sólidos empresarios. Clodomiro Hileret sobresale entre ellos y su marca repica muy fuerte en las épocas fundacionales de la Sociedad. Fue uno de sus principales mecenas. Pero el “francés favorito” de Isas es Felipe Bertrés, cuyo perfil encaja en la pata educativa del proyecto francés en Tucumán, un hilo al que se atan Amadeo Jacques, Emile Uttinger y el enorme Paul Groussac. Es más; la Sociedad contó con su propia escuela, en cuyos inicios los niños sólo hablaban en francés. Comenzó a funcionar en 1904 y en 1918 pasó a la órbita provincial.
Al edificio de la escuela se ingresaba por Junín y confluía con la sede de la Sociedad en el patio, una cuadrícula preciosa que mantiene mucho de su estructura original: las galerías, parte del piso, los azulejos en las paredes. “A estos lugares hay que tocarlos lo mínimo e indispensable”, apunta Isas. Son esos criterios modernos de preservación los que guían las refacciones que se llevan adelante en la propiedad.
El salón principal es un clásico que generaciones de tucumanos transitaron impulsados por las más diversas convocatorias. Las tablas del escenario son las originales de 1895. Las transitaron innumerables compañías teatrales y músicos, con el recuerdo siempre vigente de la etapa 1997-2000, cuando en la Sociedad Francesa funcionó el Centro Cultural La Zona, tiempos en los que se sucedieron en la presidencia de la entidad Amanda Guillou (la madre de Isas) y Carlos Castillo.
Equipado con el aporte del Instituto Nacional del Teatro, el escenario es una parte importante del proyecto cultural y educativo que está desplegando la directiva, ya que la sede alberga las clases de la escuela de teatro que dirige Sebastián Fernández -cuando las restricciones lo permiten, por supuesto- y una agenda de puestas que coordina Marcos Acevedo (también descendiente de franceses). Se agrega un ciclo de cursos mensuales dedicado a filósofos franceses a cargo de Susana Maidana.
Para disfrutar
Hay varias paradas recomendables durante un paseo por la Sociedad Francesa: el monumento al armisticio que puso fin a la Primera Guerra Mundial; la placa que conmemora a los tucumanos-franceses que combatieron allí (recuperado del panteón del Cementerio del Oeste); el bellísimo salón en el ala sur, naturalmente iluminado gracias a una claraboya; el subsuelo, en el que se ensayan obras de teatro; la escalera desmontable que permitía acercar el piano al patio, epicentro de aquellas fiestas de la comunidad en las que se bailaba, se jugaba al palitroque y, por sobre todo, se tejían relaciones.
Detrás del patio y del enrejado, donde durante décadas vivieron los conserjes y sus familias, los espacios se están reconvirtiendo en aulas-talleres y en el jardín posterior, ese que celosamente se resguardaba de ojos extraños, está en marcha la construcción de un teatro natural, con el césped en forma de gradas. Porque tradición no es sinónimo de inmovilismo.