La ciudad, ¿podrá la ciudad duplicar en dos años la cantidad de árboles que se han plantado desde 2015? El desafío planteado por la Municipalidad hace pocos días implica una fuerte expectativa para esta urbe del subtrópico que necesita sombra, oxígeno y cuidado ambiental. También genera inquietudes acerca de cómo se podrá lograr este objetivo de poner 50.000 ejemplares en calles y plazas de esta superficie de 90.000 km2, y del estado en que se encuentran los 60.000 plantados en los últimos seis años.

Se estima que en todo el ejido urbano hay unos 400.000 árboles, según dijo el presidente de la Sociedad Amigos del árbol, con lo cual en este lustro de que hablamos y hasta 2023 se habría renovado el 25% de los ejemplares de la urbe, en caso de que la mayoría hayan sobrevivido. Como bien dicen los expertos de la Municipalidad que llevan a cabo desde el año 2000 la reforestación dentro del llamado Plan Director Verde, “hay ejemplares que mueren, que se caen con la tormenta, que se secan, que no soportan los cambios climáticos, que se llenan de plagas…”. A eso habría que agregarle la acción antrópica agresiva, sobre todo en el área céntrica, cuando se cambian cañerías o cableados subterráneos o cuando se avanza con obras de construcción, que terminan dañando el arbolado.

La propuesta de renovación también tiene que superar dificultades derivadas de los clásicos problemas que hay en nuestro medio para cumplir con el mantenimiento. Cabe recordar que a nivel provincial se prometió, precisamente hace cuatro años, repoblar con 1.5 millón de especies arbóreas el territorio tucumano hasta 2019. El proyecto, llamado “Tucumán, nuestro jardín”. Cuando LA GACETA fue a visitar en 2019, por ejemplo, el Acceso Sur, donde se había prometido plantar 153 ejemplares, sólo había cuatro. Y así en otros lugares. Los funcionarios hablaron del grave problema del vandalismo y dijeron que este tipo de proyectos necesitan de una fuerte participación de la sociedad. Este caso, que no ha sido bien explicado todavía, bien puede servir de ejemplo sobre cómo debe encararse el trabajo- En este sentido, el presidente de la Sociedad de Amigos del Árbol bien ha planteado que con “un camioncito y 20 operarios que debe tener la ciudad no se puede gestionar de la mejor manera posible” la población arbórea, así como ha señalado que en general se ha mirado al árbol más como elemento ornamental y menos como se aprecia ahora, un bien vinculado al clima y al medio ambiente. “Ese cambio de paradigma no se está dando de manera generalizada”, dijo el especialista, que advirtió que la ley provincial de Arbolado Urbano sancionada en 2017, aún no ha sido reglamentada. También una bióloga de la Fundación Miguel Lillo ha señalado que la mayor limitación está dada por los recursos de que disponen los municipios para gestionar el arbolado.

Las autoridades municipales, entusiastas con su proyecto, han destacado que cada vez hay más organizaciones y particulares que se comprometen con el arbolado, y de hecho es frecuente que cada tanto se vean pequeñas o grandes campañas para plantar árboles, como la reciente en la avenida Perón de Yerba Buena, bajo el lema “plantá un árbol, sembrá un futuro mejor”.

La cuestión, sobre todo, parece estar en el seguimiento de los planes y en el mantenimiento, para no fracasar. El presidente de la Fundación Forestar ha pedido que haya mucha más atención y más recursos para estos programas: que cada municipio tenga su vivero propio y que haga seguimiento de sus plantaciones, que sea una política de Estado. Bueno sería que se coordinen esas tareas entre municipios las empresas de servicios y las organizaciones ambientalistas. Así, con seguridad, se podrá alcanzar el objetivo de ver crecer esos 50.000 árboles y “sembrar futuro”.