Bill Bojangles Robinson fue bailarín de tap y artista de vodevil, el más amado por la comunidad negra de Nueva York. Recién a sus 50 años Robinson fue descubierto por el público de Broadway, que lo proclamó “Rey de los bailarines de tap”.

Había nacido un 25 de mayo y por este motivo, desde 1989, se estableció celebrar en esta fecha el Día Internacional del Tap.

En Argentina la disciplina se desarrolla sobre todo en Capital Federal, de la mano del desarrollo del teatro musical.

Leo Robaglio es un referente destacado de la disciplina en el país, como docente y como presidente de la Asociación Argentina de Tap (Aatap), y habló unos minutos entre dos clases virtuales con LA GACETA.

Robaglio comenzó su formación en Córdoba, con Mónica Bailey. En Buenos Aires estudió con Elizabeth de Chapeaurouge y Bebe Labougle, entre otros maestros, y a nivel internacional, con Jason Samuels Smith, Sarah Reich, Andrew Nemr, Thiago Marcelino, Geraldo Junior y Derick Jacinto, entre otros.

La premisa

“En el tap La música es fundamental, es su premisa. No sólo es una danza sino que es hacer música con los pies. Como tiene ese plus no importa cómo bailes, pero sí cómo suena -explica mientras canta onomatopeyas-. Somos percusionistas”, define el maestro.

“Bailar tap te ayuda mucho para la memoria porque hay que memorizar secuencias. Entre muchos beneficios, aporta musicalidad, coordinación y equilibrio”, enumera.

Acerca de la creencia de que el tap se baila solo con jazz o con música estadounidense, Robaglio la desmiente: “tap se puede bailar a partir de casi todo género musical, hasta reguetón y rock”.

La virtualidad

Tras más de un año de fluctuar entre las clases virtuales y presenciales en Buenos Aires, Robaglio señala: “primero fue de locos porque empezamos con colegas a tratar de entender cómo trabajaban las aplicaciones para dar clases; después nos convertimos en masters de plataformas como zoom, como todo docente”.

“El tap -destaca- tiene una complicación que el resto de las danzas no tiene. Más allá de que a los alumnos hay que verlos cómo se mueven, además hay que escucharlos. Tardamos mucho tiempo en entender que había que configurar el audio de Zoom para poder escuchar al alumno, porque se ponían a zapatear y automáticamente se muteaba el micrófono, no entendíamos por qué”.

En estos días Robaglio dice que ya se acostumbró a dar clases virtuales: “marco con números; me quedo haciendo un snap con los dedos y los chicos van bailando. Hay clases de 20 alumnos; tengo que tratar de ver qué están haciendo en esos cuadraditos en pantalla y hacer un balance general. Para escuchar a cada uno tenés que pedir uno por uno que abran su micrófono. Es muy personalizado. Es un desafío diario”.

El maestro ha dado clases en Chapeau!, que dirige Sebastián Fernández: “he ido seguido a Tucumán. Di un seminario en Chapeau! y la última vez fui invitado por el Ente Cultural para el Festival Internacional de Jazz (2019) antes de la pandemia”.

“Para el Festival de Jazz hice una miniperformance, pero además di clases a gente que no sabía nada de tap. Esa fue la gran sorpresa porque asistieron desde chicos de 18 años hasta gente de más de 50 y sacaron las clases. Me sorprendieron tantas ganas de aprender. Fue un éxito. Los movía un interés y fueron a ver de qué eran las clases”, recuerda.

En las cuentas de Instagram @aatap y @leorobaglio se encuentra toda la información acerca de la disciplina.