Los conceptos en el fútbol son más o menos los mismos, según el resultado que un equipo registre. Si gana se habla de merecimientos, de actitud de equipo, de aciertos, y hasta se deja en segundo plano un probable pobre funcionamiento. Si empata, puede sostenerse que opuso resistencia, o falló en las chances que tuvo en el partido, o que hizo lo que pudo. Si pierde, según el contexto, habrá jugado mal, o el rival se llevó un triunfo injusto, incluso se menciona hasta el perjuicio que el árbitro puede haberle producido.
River: un triunfo de los más grandesLo de River anoche (corazón valiente) estaba cantado desde lo conceptual: heroicidad ante una victoria con sólo 11 jugadores disponibles, arquero inventado y juveniles alistados como titulares. Pudo ser resistencia ante un empate frente a un partido que debía jugar en inferioridad de condiciones. O apoyatura moral ante una derrota, porque se veía venir después de todo lo que pasó con el plantel debido a la covid-19. Pero no, fue épica pura. El partido de los formatos conceptuales potenciales decantó para el local. Lo que no se soslaya es que es insólito que el fútbol se siga jugando en un estado de las cosas que ya supera la fantasía. Específicamente, la Libertadores se está desarrollando entre balas, gases, sangre y covid-19, como lo expresó Ezequiel Fernández Moores en su columna del domingo pasado en LG Deportiva. Es duro, pero es la realidad.
Con River cual Espartaco arrojado a la arena para enfrentar a los leones, hubo rebelión con un fútbol corajudo, que pudo más que este desatino de la Conmebol.