La ralentización de las actividades a causa de la pandemia no ha doblegado la curva en los niveles sin precedentes de las concentraciones de gases de efecto invernadero que atrapan el calor en la atmósfera. Lo dice la Organización Meteorológica Mundial (OMM), que al haber oficializado los datos de 2020 ha confirmado que el dióxido de carbono (CO2) continúa en incremento, causando así la subida de las temperaturas, los sucesos meteorológicos extremos, la fusión de los hielos y el aumento del nivel del mar.
También lo dicen los instrumentos del Observatorio Mauna Loa -situados en Hawai, Estados Unidos, centro de referencia mundial en la materia- que marcaron el pasado 3 de abril un nuevo récord histórico de 421,21 partes por millón (ppm) de dióxido de carbono (CO2).
Aparte de este dato puntual, la concentración media global de este gas indicador del cambio climático está marcando en 2021 niveles históricos, pese a que durante el último año se han reducido levemente las emisiones procedentes de la industria o los vehículos con motor de combustión, según destacan los datos difundidos esta semana por el Instituto Scripps de Oceanografía, de la Universidad de California, en San Diego.
La cifra realmente importante es que el promedio de CO2 en la atmósfera en marzo de 2021 fue de 417,14 ppm, es decir, un 50% más de CO2 en la atmósfera que en el período 1750-1800, eferencia de la época preindustrial. Los datos analizados en los últimos meses por la NOAA (Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos) indican esta misma evolución.
Para peor, la agencia meteorológica de Reino Unido (Met Office) -otro de los organismos de referencia mundial- predice para este año que las concentraciones de CO2 alcanzarán este mayo (mes en el que se registran habitualmente las máximas anuales) una media mensual de 419,5 ppm.
Hay que tener en cuenta que cualquier impacto de esta mejora sobre las concentraciones de CO2 en la atmósfera-que son el resultado de emisiones acumuladas pasadas y actuales- es inferior a las fluctuaciones normales que se producen en el ciclo del carbono. Es decir, la incidencia o su beneficio es inferior a la variabilidad natural a la que están sujetos los sumideros de carbono naturales, como la vegetación.
En 2019, el último año pre pandemia, los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera habían aumentado, tal como venía sucediendo año tras año, y el promedio mundial anual había superado el umbral de los 410 partes por millón, según el Boletín de gases de efecto invernadero de la OMM.
El dióxido de carbono permanece en la atmósfera durante siglos e incluso aún más tiempo en los océanos. La última vez que la Tierra registró una concentración comparable de CO2 en la atmósfera fue hace casi cinco millones de años. La temperatura era entonces de 2 a 3 °C más cálida y el nivel del mar era entre 10 y 20 metros superior al actual. Pero no había 7.700 millones de habitantes.
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