He leído en LA GACETA (30/04),  la opinión de la Sra. Catalina Lonac, vicepresidenta de Los Balcanes S.A, de que los cañaverales serán el futuro petróleo. Como ciudadano tucumano, le solicito a la Sra. Lonac que ponga el mismo interés y empeño en eliminar y/o controlar los riesgos e impactos que afectan a la salud de las personas y al ambiente que provoca la  industria sucroalcoholera local. Tenemos: 1) Vinaza y cachaza 2) Quema de cañaverales y 3) Rastras cañeras. Los efectos negativos de la vinaza y la cachaza son conocidos. La práctica de la quema de cañaverales daña la salud de las personas y contamina el aire suelo y agua. Además impacta sobre la vegetación, la fauna silvestre y su biodiversidad, las estructuras edilicias, monumentos públicos, el tránsito vehicular, el tráfico aéreo, las redes de alta tensión, etc. Los productos de la combustión son: humos, monóxido y dióxido de carbono, óxidos de azufre y de nitrógeno y trazas de metales pesados y compuestos tóxicos que provienen de la descomposición terminal de los agroquímicos utilizados en el cultivo de la caña de azúcar. Las investigaciones científicas realizadas (Facultad de Medicina de la UNT, Hospital Centro de Salud y otros) detectaron que la quema de cañaverales produce, especialmente en los niños, patologías respiratorias y oculares. Sobre  las rastras cañeras, las condiciones y conductas inseguras con las que se desplazan por las rutas originaron numerosos y graves accidentes de tránsito, como lo demuestran las pericias que se hicieron en su momento. Por sus funciones ejecutivas y de CEO en esta industria, la Sra. Lonac debe conocer lo que nos sucede y el pasivo y la deuda ambiental que generó y genera esta actividad. Teniendo en cuenta el modo en que se la opera y administra actualmente, no es sustentable desde lo ambiental. Los tucumanos tenemos derechos ambientales con rango constitucional y leyes de protección del ambiente, que la industria sucroalcoholera no cumple o lo hace a medias. Lo grave: lo hace con la permisividad del Estado tucumano y a sabiendas.

Juan Francisco Segura

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