El asma es la enfermedad crónica más frecuente de la infancia; afecta a las vías respiratorias o bronquios (”tubos” por dónde entra y sale el aire de los pulmones).

“En una crisis, los músculos que rodean las vías respiratorias se vuelven rígidos y el revestimiento de los conductos aéreos se inflama -explica Marcelo López Mariscal, especialista en clínica pediátrica de OSPEDYC-; en consecuencia pasa menos aire, y desencadena los síntomas”. Estos son variables y pueden afectar a las personas de diferente manera.

“Una persona puede presentar respiración silbante, pecho apretado o fatiga, mientras que otra puede tener sólo tos -destaca, en el sito Asma Zero, Julio Nadeo, jefe de la Unidad Neumonología Pediátrica del hospital Schestakow, de San Rafael, Mendoza-. Pero aún cuando no hay síntomas visibles, hay una inflamación subyacente de las vías respiratorias, que no desaparece cuando los síntomas se van”.

“Los síntomas a menudo disminuyen o desaparecen por completo a medida que el niño crece, pero si el asma no está bien controlada, puede llevar a problemas pulmonares duraderos”, añade López Mariscal

Los desencadenantes pueden ir desde una infección viral a las emociones y el estrés, pasando por alergenos como polen, humo del cigarrillo, polvo doméstico, humedad, caspa de algunas mascotas (la mayoría de los niños asmáticos son alérgicos), los cambios bruscos de temperatura y el ejercicio, entre otros. Por otra parte, cada persona puede reaccionar a detonadores diferentes en momentos diferentes.

Comunicación y empatía

Por eso es fundamental que los chicos aprendan a manejar su enfermedad.

“Explicar de qué se trata es muy importante para tranquilizar a la familia y lograr un buen manejo; es fundamental cómo el medico les transmite la información a los padres, y (dependiendo de su edad, claro) a los chicos”, destaca a LA GACETA Santiago Assaf, neumonólogo infantil.

“Y definitivamente ayuda a la adherencia de los chicos al tratamiento explicarles que sirve poder jugar sin agitarse e ir al colegio sin estar con síntomas; poder reírse sin tener tos... que son de las cuestiones que más frecuentemente ellos se dan cuenta, y te cuentan”, agrega y resalta: “a eso hay que agregarle la tranquilidad de que sepan que todo paciente con un tratamiento adecuado tiene una muy buena evolución”.

“El asma está con frecuencia está subdiagnosticada, y en muchos casos queda sin tratamiento, lo que afecta la calidad de vida y la capacidad de realizar actividades cotidianas. Esto puede ocasionar reiteradas visitas a guardias médicas e incrementa el ausentismo escolar”, resalta López Mariscal y coincide con Assaf en la importancia de generar conciencia en el grupo familiar competo, lo que llama “educación para el automanejo

“Una educación exitosa del paciente y su familia es, probablemente, el punto clave en el tratamiento del niño con asma. Educar consiste no sólo en brindar información respecto de esta enfermedad, sino promover el desarrollo de conductas y habilidades que capaciten al núcleo familiar para lograr un adecuado control”.