Si no hubiera conocido a Gaspar ni hubiera gozado de su amistad elegiría un sólo botón de muestra para definirlo en la integridad de su pensamiento, de su sentido de la responsabilidad y la ética y de su honradez intelectual. ¿Muchos atributos? Sí, pero no eran todos en ese filósofo con una capacidad singular de volcar en un lenguaje armonioso el pensamiento.
La guerra de Vietnam, que duró casi 20 años, sumió a EEUU en una nube de sospechas, acusaciones, persecuciones -particularmente de intelectuales y artistas- a quienes sometían a los más innobles métodos de un macartismo incansable, perseguidor, oscuro. En ese tiempo el Concejo Provincial de Difusión Cultural (CPDC) organizaba uno de los más prestigiosos certámenes: “Salón del Poema Ilustrado”, con carácter regional. Cuándo no, “regional”, una de las pasiones de Gaspar Risco Fernández
En 1968 en plena guerra en el sudeste asiático se convocó al Vº Salón. El primer premio “adquisición” (¡Para colmo!, se verá después por qué) fue para el “Soneto de Vietnam” de mi autoría y con la participación del plástico Luis Debairosmoura.
Y por si no fuera del todo cuestionable por algunos, el primer endecasílabo expresaba “He caído en tu sangre, camarada” lo que teñía, al parecer, de “rojo comunista” todo.
A Gaspar Risco Fernández lo llaman desde el P.E. (Proc. Roberto Avellaneda) para, de alguna manera, mostrarle la sorpresa y el desagrado por un premio que menciona a Vietnam. Y nada menos que siendo “premio adquisición” deberá, obligadamente, ser parte del patrimonio de la Provincia. Complicado asunto para el gobierno.
Gaspar solamente se limitó a decir que un jurado eligió por unanimidad el premio por sus valores y merecimientos y nada puede hacerse al respecto sino otorgarlo a los ganadores. Y punto.
Esa actitud del entonces presidente del CPDC fue de una contundencia por los valores de la justicia, la verdad y del deber del Estado que naturalmente obligaba no apartarse ni un milímetro de ella, es muy digna de ser debidamente destacada. E imitada, agrego.
Como colofón de este relato debo decir que el cuadro fue destruido años después y en los inventarios del museo Timoteo Navarro aparecía como inexistente, por deterioro. Clarísimo si se tiene en cuenta que ocurrió durante la actuación de Bussi como el mandamás militar de vida y obra de los tucumanos a los que “gobernaba” en tiempos oscuros de la patria. Por fortuna conservábamos fotos en color de la obra y ofrecimos al Museo reproducirla por nuestra cuenta y la donamos. A partir de entonces cada vez que se expone como patrimonio del museo una cartilla explica esta situación, a pedido de nosotros, los autores. Y es exhibida junto a la obra.
Cierro con una reflexión. Gaspar no necesitó levantar la voz, ni dar demasiadas explicaciones ni utilizar circunloquios estériles. Fue directo y con la contundencia de la razón al servicio del análisis preciso y sin trampas de los hechos. No más que eso. Ni menos.
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