Oficialistas y opositores han obtenido 35 días más para resolver sus conflictos internos de cara a los comicios. Al margen de la incidencia del drama pandémico, el acuerdo nacional para postergar las primarias abiertas del 8 de agosto al 12 de septiembre, les dio a la dirigencia de todas las fuerzas políticas cinco semanas más para ahondar en sus diferencias o para limar asperezas; y salir fortalecidos o más debilitados. Especialmente en Tucumán, donde las dos principales estructuras soportan disputas entre sus propios generales, fricciones de los que privilegian sus charreteras a la hora de salir al campo de batalla.
Treinta y cinco días para recomponer o para romper sociedades, tanto en el oficialismo provincial como en la oposición. Para eso les sirve, en términos prácticos, el acuerdo sellado entre “Wado” de Pedro y los referentes de Juntos por el Cambio para posponer las PASO y las generales un mes más, atendiendo a fuertes razones sanitarias, aunque en el pacto primen los intereses políticos de ambos lados: los del Gobierno apostando a que el humor social mejore con la vacunación y a que haya alguna mínima brisa favorable en lo económico; los de la oposición porque si no aceptaban, el oficialismo habría reunido el número para sancionar su pretensión, o peor aún: eliminar las PASO. Implicó para ellos un fortalecerse desde la debilidad. Y no quedar descolocados; cómo sí quedaron algunos referentes locales del radicalismo y del PRO con la aceptación de la propuesta peronista por parte de Mario Negri, Cristian Ritondo y Juan Manuel López; ya que se habían pronunciado públicamente -hasta horas antes- en contra de la iniciativa de trasladar las votaciones a septiembre y a noviembre.
Desde el macrismo tucumano se dijo que no tenía ningún sentido postergar las elecciones. Darle 30 días más o 30 días menos, no va a cambiar nada, sostuvo el PRO en un documento. Desde la UCR provincial se llegó a calificar de “torpe” la propuesta. Nadie se aventura a hacer proyecciones sobre cómo avanzará la enfermedad y suponer que pasando 30 días tendremos un cambio; se dijo desde las huestes radicales. Indicios de que la dirigencia local de ambos espacios no está al tanto de cómo van las negociaciones de sus referentes nacionales en la Capital Federal. O, peor aún, que no los tienen en cuenta a la hora de notificarles los movimientos de las autoridades centrales. Siempre sostuvimos que las reglas de juego y su previsibilidad deben contar con amplios consensos y son sagradas para la democracia, dijeron los pactistas sobre sus charlas con el ministro del Interior. Claro, esos amplios consensos, al parecer, no incluían puentes comunicacionales con los tucumanos. Candor de un lado o falta de respeto del otro, por lo menos para que unifiquen los discursos y no los dejen mirando al norte.
Todo se aplaza con este convenio político, por ejemplo la presentación de candidaturas ya no vencerá el 19 de junio sino un mes más tarde, lo que en implica que la dirigencia local de Juntos por el Cambio tiene más días para ver si la pata radical se quiebra o no a causa de la aparición de Fuerza Republicana, porque el bussismo vino a dividir a los correligionarios con sus pretensiones de sumarse a la sociedad opositora. Y si se rompe no sólo para estos comicios intermedios sino, además, para los de 2023.
Hace pocos días se reunieron referentes partidarios de la UCR, el PJS, el PRO, la Coalición Cívica y la Democracia Cristiana para “profundizar la unidad del espacio”, una sutil manera de dejar afuera desde el discurso a los probussistas. Y entre esas sutilezas deslizaron en un documento que los que integran Juntos por el Cambio en Tucumán son ellos y las siglas que representan, no otros que se mueven con pretensiones por fuera de las estructuras partidarias. Una manera de decir que son la verdadera fuerza opositora, la representativa local de la alianza nacional, y que los que no se sumen estarán haciéndole el juego al adversario oficialista.
En esa línea, hay un sugestivo párrafo a resaltar en el documento firmado por José Argañaraz, Rodolfo Ocaranza, Ramiro Beti, Sandra Manzone y Cristian Arias, en medio de cuestionamientos al kirchnerismo y de denuncias de avasallamientos a la Justicia: nuestros candidatos serán elegidos mediante los mecanismos hoy vigentes. O sea, el que quiera competir que lo haga en la coalición, o bien que salga como opositor a Juntos por el Cambio, tanto en las primarias como en las generales.
Toda una invitación a salir por fuera, con las implicancias políticas que traen aparejadas, o un reto a competir en la interna abierta y mostrar cuánto se pesa realmente en términos electorales.
La respuesta, o el ninguneo, no se hizo esperar: faltaron actores de primera línea, de buen calibre; dijo Mariano Campero, para minimizar el alcance de la reunión. El intendente de Yerba Buena envió su propio mensaje a manera de reacción: él, como primer actor -junto con su par Roberto Sánchez, de Concepción, y el legislador Ricardo Bussi (FR)- sólo puede hablar con quienes considera a su mismo nivel: José Cano, Silvia Elías de Pérez y Germán Alfaro. Sin embargo, al insistir con su sociedad con Bussi, pone el riesgo el anhelo de unidad que proclama, por lo que los 35 días que les dio “Wado” -por decirlo de alguna manera- no les serviría para arreglar puntualmente este conflicto a los radicales. O juegan todos juntos, o bien no juegan algunos, o lo hacen por aparte.
Por el lado del justicialismo gobernante las cosas no están mejor. Las cinco semanas pueden traer un alivio a los peronistas que están preocupados por el duelo entre Manzur y Jaldo, y que desean ver humo blanco algún día; sin embargo, esto a los duelistas no parece importarles. Están en su propio juego: uno no quiere hablar ni arreglar las cosas con el otro y el otro quiere acomodarse para dar una mejor pelea desde el espacio que maneja.
Las señales son claras, basta con realizar una rápida recorrida por sus respectivos tuits, los de los últimos cinco días por lo menos, para que las intenciones de las movidas de cada uno queden expuestas. El gobernador, por ejemplo, destaca una reunión con comisionados rurales y con ex delegados comunales -a los que defendió de las vacunas diciendo que son personas de riesgo-, en la que agradece el aporte que hacen al “PJ que presido” y por apoyarlo como gobernador, presidente del PJ y en carácter de vicepresidente del partido a nivel nacional. Y los nombra uno por uno. El apoyo, la adhesión y el reconocimiento es sólo para él; lo deja claro. Se acabó la sociedad con el tranqueño; o por lo menos, hoy por hoy, está rota. Y no la quiere recomponer, dejando en evidencia el distanciamiento. Manzur entiende que el tiempo juega en su favor.
El vicegobernador, por su lado, reafirma a diario sus vínculos con sus socios políticos visitándolos en sus territorios o mostrando desde la gestión de la Cámara que sigue siendo una alternativa de recambio en el poder, que a esa batalla la va a seguir dando por más que lo traten de arrinconar en el edificio de Muñecas al 900, junto con sus adláteres.
Y en esa línea, por lo menos en la red social Twitter, ambos se muestran activos, cual competencia por profundizar sus objetivos políticos. Por ejemplo; el 20, Manzur estuvo en La Cocha y en Las Talitas; y Jaldo entregó subsidios a personas de Tafí del Valle. El 21, el gobernador visitó barrio Jardín; y el vice estuvo en Banda del Río Salí. El 22, el primero fue a Monteros; el segundo, a Alderetes y a barrio Victoria. El 23 Manzur estuvo en Alberdi y en La Costanera; Jaldo, en la Ramada de Abajo y en Banda del Río Salí. Si no fuera porque están peleados serían la sociedad perfecta para un tiempo preelectoral, cada uno por su lado, recorriendo todo el territorio, mostrando gestión y haciendo política, a lo Menem. Pero no: están cada uno en la suya, y cada vez más lejos. Hasta los propios peronistas están desconcertados y no vislumbran un final feliz.
Los manzuristas rescatan de todo ese accionar que el gobernador ahora habla más con la dirigencia, que les abre las puertas y que los escucha como antes no sucedía, porque para esa tarea estaba Jaldo, que contenía y hacía política: claro, era el sucesor natural hasta antes del conflicto por el Defensor del Pueblo. Ahora, Manzur empezó a contener, a persuadir y a seducir a los compañeros. Y le está gustando, según confiesan sus colaboradores.
Los jaldistas rescatan de su jefe que no se rinde, que usa cuanto está a su alcance para mostrar que no ha bajado los brazos, y que no lo van a arrodillar. Ambos, como los opositores, también van a tener 35 días más para pensar qué hacer entre ellos, tanto para la gestión como para los comicios.
En el medio, así como la designación de Eduardo Cobos como ombudsman resquebrajó la dupla gobernante, la resolución del conflicto por los contratos dados de baja en la Legislatura puede convertirse en la fractura definitiva de la sociedad política, o en una puerta a eventuales acercamientos; no de ellos por de pronto, sino de los que están detrás. Aunque muchos desde atrás atizan la división, porque en toda división siempre hay ganancia de pescadores.
Como ocurre con los correligionarios de Juntos por el Cambio, ¿habrá quiebre entre compañeros para la votación? Las elecciones serán una buena ocasión para medir fuerzas, estrategias y astucias.