¿Promete amar a su pareja en la salud y en la enfermedad? ¿Cuándo quede apenas una porción de pizza y ambos tengan hambre? ¿Jura compartir la cuenta de Netflix hasta el final de los tiempos (aunque el caos reine entre tantos títulos aleatorios)? Hay ocasiones en que -para perpetuar el cariño- los vínculos afectivos necesitan de la negociación.

En el Día mundial del matrimonio, esto nos lleva a reflexionar sobre los cambios que viven las generaciones actuales en relación al noviazgo, al casamiento y a los encuentros sexuales. Los especialistas afirman que, donde antes había el ideal del amor romántico y de las proyecciones compartidas, hoy aparece la fugacidad, la falta de formalidad y mucha dificultad para intimar. “La idea que prima es amar en libertad, por eso ahora el compromiso afectivo es cada vez menor. La concepción que tenemos de pareja es desde un lugar muy dependiente y estamos haciendo una transición”, afirma la coach Natalia Barrera.

Para la terapeuta de parejas Maira Lencina, a esto se suma la necesidad de autosatisfacción y una fuerte incertidumbre sobre el futuro. “Desde hace cinco años, el promedio etario de la gente que se casa en Argentina ascendió de los 23-26 a los 30 años. Entre las causas, está la decisión de pausar la concreción de una familia propia para apostar por las metas personales. La aspiración de conseguir experiencia laboral en el exterior, ser nuestros propios jefes y encontrarle un propósito a la vida (dejar una huella admirable) pega bastante en los centennials y los adolescentes”, explica.

En busca de concretar este anhelo, la escena de envejecer acompañados termina por ser material antiguo. “La cosificación de los afectos es una característica de nuestra sociedad y lleva a que pensemos en las relaciones desde una perspectiva funcionalista. ¿Para qué gastar esfuerzos en buscar a mi pareja perfecta si puedo charlar (en una app de citas o red social) con decenas de candidatos que me hacen sentir bien y no reclaman nada a cambio? El pedido de amores eternos que nos quemen el cuerpo resulta inviable y poco práctico. La gente entendió que la evolución es constante y prefiere tener más relaciones por cortos períodos de tiempo, pero lograr en el proceso un crecimiento interior”, opina el psicólogo Pablo Carabajal.

Problemas frecuentes

Además de emociones que calientan el alma, los caminos del afecto pueden presentar baches y espinas. Entre los conflictos recurrentes, Barrera señala que el principal factor del caos es la economía. “El amor se corrompe por el dinero. Cuando no se gana suficiente -en especial con hijos involucrados-, la pareja seguramente entrará en crisis. Lo mismo pasa cuando uno decide arbitrariamente lo que se puede o no comprar sin pensar en los deseos de la pareja: desvalorizarlos lleva a la desigualdad y a la imposición de autoridad”, interpreta la fundadora de Escuela Nefer.

El segundo asunto es la libertad. “Hay quienes le piden permiso a sus parejas para hacer cosas como si fueran una especie de mamá o papá y esto los separa del amor y trunca la vida individual. En las relaciones debe existir un equilibrio y cada uno tiene que contar con su espacio personal que evite las rutinas”, acota.

Si también sumamos los celos, el combo nos aferra a esquemas destructivos. “La ‘toxicidad’ en las relaciones se debe a este juego de ‘me someto por amor’. Cuando queremos obtener pasión ocultamente proyectamos una idea del afecto que se basa en el sacrificio. Y así nos limitamos y justificamos las conductas nocivas en su nombre. Esto ocurre porque nos enseñaron que el amor representa una relación de ‘amo y esclavo’”, expone la coach.

En el caso de las familias cimentadas, la crítica es la falta de esfuerzos o intención de seducir al otro. “La mayoría de las pacientes que atraviesan los 40 y tienen hijos se preocupan por esto. Ellas sienten que el rol de madre (y las obligaciones del hogar, según corresponda) se sobrepuso sobre su papel de mujer y el autocuidado. Las consecuencias son débil autoestima y frustración, dado que la pareja olvidó los gestos de cortejo y el coqueteo esporádico”, precisa el terapeuta Gabriel Boschetti.

En Tucumán

Podemos asegurar que la pandemia no ayudó para nada a Cupido: de los 997 casamientos que se anotaron en el Registro Civil durante 2019, la cifra del año pasado bajó a 478.

“Para cumplir con los protocolos de bioseguridad la cantidad de turnos que asignamos por día es menor que antes y eso influye en los porcentajes. Desde que arrancó el 2021 registramos 296 matrimonios”, detalla Marcela Galván, subjefa de la sección Matrimonios del Registro Civil.

Aunque cada pareja que pase por la institución sea diferente, lo curioso es que por la covid-19 pueden verse algunas tendencias. “Al haber estado tanto tiempo separados por la distancia y dadas las restricciones e incertidumbre, hay muchos enamorados que viven en distintos países que deciden dar este gran salto ahora (sea porque desean mantenerse juntos o porque había quedado pendiente una ceremonia en el hogar de la pareja). Sin embargo, en este último tiempo hay bastante gente que opta por las uniones convivenciales: desde enero registramos 210”, agrega.

Algo similar ocurre con las uniones igualitarias. “Desde hace unos años los enlaces de este tipo han aumentado y es mayor el porcentaje de mujeres que de varones. El motivo suele ser concretar una cuenta pendiente que tenían (y por motivos personales no se animaban); en este sentido la pandemia sirvió para reflexionar, sincerarse y decidir regularizar la situación”, explica Galván.