Hace poquito más de un año, al escribir sobre los efectos de la pandemia en la salud mental, la describíamos como “inesperada y disrruptiva”. Sigue siendo disrruptiva y generando incertidumbre, a pesar de lo mucho aprendido y de lo también mucho logrado. Pero de ninguna manera puede decirse que esta segunda ola es inesperada.

“Sabemos un poco más de la covid, pero no queremos saber que sigue ahí, vivita y coleando, más allá de las vacunas que el Estado consigue, insuficientes aún”, destaca la psicoanalista María Elena Elmiger, presidenta del Instituto Clínico J. Lacan, y profesora e investigadora Facultad de Psicología de la UNT. “Sabemos un poco más -añade-, pero debemos afrontar una segunda ola, y estamos cansados, doloridos por tantos muertos queridos, agobiados. Y como nos interesan no sólo el cuerpo sino ‘el alma’, lo anímico, la pregunta es: ¿cómo seguir soportando esta guerra sin balas y con tantos muertos?”.

“Las emergencias tienen sus tiempos. Hay un antes, un durante y un después. Y con la covid-19 estamos en el ‘durante’”, advierte Paola Brito, presidenta de la ONG Psicologías Sin Fronteras y docente de la Facultad de Psicología de la UNT, y resalta que, si bien cada uno afronta la situación desde su historia y de su situación subjetiva, preocupa una conducta bastante generalizada de negación: “mucha gente sigue sin tomar conciencia de lo que sucede. Dicen ‘estar hartos’, no valoran el conocimiento científico, y sólo quieren seguir su vida como si no pasara nada; pero pasa”, añade.

No mirar para otro lado

“La verdad es que la peste sigue ahí -insiste Elmiger- y la única manera de ponerle freno es combinar la ciencia con la responsabilidad de todos”. Esa responsabilidad implica, entre otras acciones, alejarse del negacionismo. “Es crucial no negar que ‘la peste’ continúa. La covid no pasó; seguirá contagiando y produciendo muertes”, advierte, y los datos del mundo dan cuenta de que será un largo proceso: el aumento cada día más vertiginoso de casos en nuestra provincia y en el resto del país indican que la segunda ola ya está aquí. Y, como señalaba Elmiger, no se trata sólo de los peligrosos efectos que la enfermedad deja en el cuerpo

“La evidencia  acumulada indica que se está construyendo otra ‘segunda ola’: tasas crecientes de trastornos de salud mental”, describían en octubre (cuando aquí todavía intentábamos surfear la primera) Naomi Simon, Glenn Saxe y Charles Marmar, de la Escuela de Medicina Grossman de la Universidad de Nueva York, en un artículo publicado en  el  Journal of the American Medical Association.

“Una preocupación central es la transformación del duelo y la angustia normales en duelo prolongado y trastorno depresivo mayor,  y síntomas del trastorno de estrés postraumático”, destaca el informe. El duelo prolongado -explica- se caracteriza por al menos seis meses de intenso anhelo, preocupación o ambos con el fallecido; dolor emocional, soledad, dificultad para volver a participar en la vida, evitación, sentir que no tiene sentido...”.

¿Qué podemos hacer?

“Seguramente durante 2020 nos atravesó la muerte de personas que amamos; pero sobre todo, nos atravesó la muerte de la vida que teníamos. Estamos de duelo. ¿Cómo no estarlo?  -resalta Elmiger-. El punto es cómo soportarlo y vivir para contarlo. Otros antes que nosotros lo han hecho”, añade  y destaca que,  sabiendo esto, es de suma importancia tener a qué apelar. “Es preciso tener proyectos que puedan cumplirse: teleestudios, teletrabajo, telecongresos,  telejuntadas, teleamor, telegim, etc. ¡Hemos aprendido tanto en el primer año de pandemia! Se pueden armar  proyectos usando ese mundo que demostró ser Internet”, agrega.

Brito destaca otras estrategias y herramientas que la primera ola nos llevó a desarrollar  “Y no sólo sanitarias. Por ejemplo, es clave volver a estar atentos y detectar cuándo algo nos afecta: dolor de cabeza, cansancio, alteraciones del sueño, ‘nudo’ en el estómago... nuestro cuerpo habla de muchas maneras. Y hay que hacerle caso. Si no se acude a un profesional, al menos identificar qué provoca el malestar y ponerle nombre: ¿miedo al contagio?, ¿no poder salir?, ¿soledad?...”.

“La rutina también puede ser un factor generador de malestar anímico; normalmente ayuda a organizar la vida, pero la rutinización casi esclavizante genera efectos negativos”, agrega y propone ser creativos para cambiar  escenarios sin perder los cuidados (desde desayunar en el balcón hasta descubrir lo positivo de “otras libertades”, como trabajar en piyama desde casa, pasando por poner lo que sentimos en algo creativo que ayude a otro).

“Y cuando bajamos desde Internet al ‘mundo real’, no olvidar que la muerte acecha y cumplir seriamente los protocolos -sintetiza Elmiger-. Eso alivia. Y por supuesto, no dejemos de hablar de nuestros muertos. Recordarlos. Es importante asumir con dignidad que aún estamos de duelo”.

¿Ayuda?: primeros auxilios emocionales

El equipo de abordaje psicosocial en emergencias y desastres de la ONG Psicologías Sin Fronteras brinda acompañamiento o apoyo psicosocial a personas mayores de 18 años con reacciones emocionales que dificulten su vida cotidiana debido a la pandemia, informó la presidenta de la ONG, Paola Brito.  El servicio -aclaró- no realiza tratamiento o terapia,  sino “primeros auxilios emocionales”. “Promovemos el uso de recursos disponibles internos y externos para enfrentar los problemas de manera positiva y lograr ser resilientes”, destacó Brito.  Datos de contacto, en redes sociales de PSF: https://instagram.com/psf.tuc?igshid=jk39ft6j8pft, www.facebook.com/psicologias.sinfronteras.tucuman, comunicacionpsftucuman@gmail.com